Mi corazón latía cada vez más rápido. Cada pulsación dolía como una punzada en el pecho. Mi mente no podía pensar, solo me concentraba en huir. Corría velozmente en la oscuridad de la noche con un único pensamiento: huir de él, huir lo más lejos posible.
Mis pies desnudos golpeaban con fuerza el áspero suelo en cada paso que daba. Todo mi cuerpo estaba bañado en sudor. Gotas de este se me metían en los ojos y me dificultaban la vista, a la vez que me producían un intenso picor, que debía ignorar si quería sobrevivir.
Tenía que buscar un lugar donde esconderme o alguien que me ayudase, porque si no tarde o temprano me acabaría alcanzando.
—No puedes escapar de mí, sabes que te encontraré. —Oí su voz a lo lejos y sentí un escalofrío recorrerme de la cabeza a los pies. Cada vez estaba más cerca.
Supuse que me había llevado a las afueras de la ciudad ya que, por más que corría, no veía un alma por los alrededores, ni ningún sitio para refugiarme, a excepción de unos cuantos árboles. Temía que este fuese mi fin.
No ralenticé el ritmo en lo que transcurrieron incontables minutos, hasta que por fin divisé, no muy lejos de donde me hallaba, un pequeño edificio, si es que se le podía llamar así. La mitad estaba casi derruida por completo, mientras que la otra todavía se mantenía en pie, con algún que otro escombro.
No lo pensé dos veces y me desvié hacia allí como alma que lleva el diablo, sin tener valor de mirar atrás. Sabía que, en cuanto le viese, me paralizaría del miedo.
Nada más llegar, intenté ocultarme entre algunos escombros. Opté por colocarme tras los restos de lo que en su tiempo fue una pared. Respiraba de manera entrecortada, así que me di el lujo de inspirar y espirar un par de veces profundamente.
—Sé que estás por ahí —dijo riéndose mientras seguía andando de manera tranquila, como si lo tuviese todo controlado y estuviese saboreando el momento.
Una lágrima se escurrió por mi mejilla. El no saber si saldría de esta con vida me estaba matando. Al menos, lucharía y se lo pondría tan difícil como pudiese.
De pronto, escuché un estrepitoso sonido de algo cayendo al suelo a unos metros de distancia de mí. Me estaría buscando por allí, por lo que decidí entonces escapar con sigilo por el lado opuesto. Sin hacer ningún ruido, avancé de puntillas por la ruta que más se alejaba de él.
Contuve la respiración con el temor de que me oyese.
—¿A dónde vas con tanta prisa? Todavía no he terminado contigo. —Escuché su voz justo detrás de mí.
No creía lo que oía. ¿Cómo pudo haber llegado aquí en tan poco tiempo? No me dejó ni tiempo para reaccionar. Me tapó la boca con una de sus manos, y con la otra me agarró fuertemente de la cintura, impidiéndome escapar.
—¿En serio te creías que sería tan torpe y descuidado? ¡Qué inocente! Pensaba que eras más lista, pero ya he descubierto que estaba totalmente equivocado. Ninguna de vosotras llegará a ser jamás como nosotros, así que no le sois de utilidad al mundo. Tú, al igual que todas las demás de tu especie, sois basura. ¿Y qué se hace con la basura? Se tira. Y eso pienso hacer contigo.
—Además, —continuó diciendo, con su típico tono narcisista—, has sido una chica muy mala, tendré que adelantar tu destino. —Un breve silencio reinó y por mi mente se sucedieron numerosas formas que se le podría ocurrir emplear para…
Dio una seca carcajada que consiguió hacerme temblar.
—No, desde luego ya no me eres de utilidad. Tendré que buscar una nueva, a ver si ella consigue… ya sabes. —Las palabras salían de su boca de manera lenta y envenenada, como si fuera una serpiente en busca de su próxima presa.
Forcejeé con todas mis fuerzas, incluso mordí su mano, pero nada le hacía soltarme.
—Dejaré tu cuerpo visible a todo el mundo para que puedan ver, como yo, lo inútil que eres. No, mejor lo pondré donde aquellas personas a las que se supone que le importas lo vean bien. ¿Qué te parece en tu casa o en tu barrio? ¿O en tu universidad? —Se me encogió el corazón al pensar que alguno de mis seres queridos podía encontrarme en ese estado—. Sí, esta última idea me gusta. ¿Crees que alguna de tus amiguitas llorará tu muerte? Yo creo que no. Alguna de ellas hasta me puede servir para seguir probando mi teoría. —Desde luego esa idea me parecía nefasta, y con solo el aumento de mi resistencia él sabía lo que pensaba.