La alarma del móvil resonó por el cuarto rompiendo el silencio de la mañana. Gabriella con resignación apagó la alarma y dio una vuelta en la cama. La segunda alarma empezó a sonar y con un gran esfuerzo la apagó y se puso en pie mientras se frotaba los ojos somnolienta. Mientras se preparaba el desayuno no dejaba de darle vueltas al gran acontecimiento que iba a suceder en una semana, la Noche de Brujas, una noche en la cual brujas de todo el mundo se reunían para introducir a las brujas más jóvenes en el arte de la magia y se les asignaban a las brujas veteranas para que fueran sus mentoras.
Este año Gabriella ya iba a tener la ceremonia para ser reconocida como bruja veterana y podría tener a su propia discípula, echo que la llenaba de orgullo y satisfacción. Terminó de prepararse y salió de casa para ir a la universidad, donde estudiaba Medicina, carrera que había deseado hacer desde que era una niña. Y es que era algo comprensible, a pesar de la mala reputación de asesinas que tenían las brujas, en realidad eran todo lo contrario, las brujas tenían un instinto de protección hacia todas las formas de vida que en muchas ocasiones ponía su propia vida en riesgo.
Sacudió la cabeza y se centró en los viandantes que caminaban por la calle. No había registros de Caballeros del Fuego en aquella ciudad, pero Gabriella no se podía fiar, un mínimo fallo y tendría que huir de allí para evitar la muerte. Suspirando se adentró en un callejón y a lo lejos vio como una niña corría hacia la carretera para recoger su balón sin ver que un coche se acercaba a ella a gran velocidad. Sin pensárselo dos veces Gabriella extendió su mano hacia ella y haciendo uso de su magia envolvió a la niña con un manto de protección instantes antes que el coche impactara contra ella.
El ambiente se perfumó con un ligero olor a lavanda mientras la niña miraba sorprendida el abollón que había sufrido el coche sin entender que había pasado mientras Gabriella se alejaba con rapidez. Aquel instinto suyo le había jugado una mala pasada, pero aunque no había sido la primera vez que le sucedía algo como esto esta vez era distinto. En cuanto usó su magia había notado una mirada sobre ella, y al girarse hacia ella había visto dos ojos azules fríos como el hielo observándola a lo lejos y al instante supo quién era aquel chico jóven con su larga trenza rubia, un Caballero del Fuego.