Iris entró a la habitación de Nerea acompañada de John, quien traía una segunda llave. Necesitaban los documentos de todo lo que Nerea había estado haciendo para delatar los delitos del señor Hughes.
Iris se asombró de encontrar a su nueva amiga dormida plácidamente sobre el pequeño sillón que tenía la habitación en lugar de usar la amplia y cómoda cama que estaba aun par de pasos.
—Morgan —la llamó observando que aún portaba la misma ropa de ayer.
Ella simplemente se removió en su lugar.
—Eso no sirve con ella —comentó John sentándose en la cama—. Una vez dormida nada la despertara. Literal, se muere.
—Necesito esos documentos y solo ella sabe dónde están.
—Bien, intentaré despertarla —dijo acercándose a Nerea— mientras intenta buscar en la habitación.
—John, está claro que solo entró y se tiró en el sillón a dormir, su maleta aún tiene el candado cerrado.
Negó divertido y tiró a Nerea al suelo.
—Nera, despierta —le habló cuando ella abrió los ojos.
—¿Eh…? —balbuceó entreabriendo los ojos.
—Necesito los documentos de Hughes —exigió Iris—. En serio, no puedo creer que tenga que despertar a mi supuesta secretaria.
—En realidad la desperte yo —se señaló.
—Se los doy luego y le recuerdo que ya hice el trabajo que me pidió —contestó Nerea con los ojos cerrados y se volvió a acomodar en el suelo.
John la miró sonriente y la comenzó a pisar sin poner fuerza.
—Bien me levantaré, pero ya deja de pisarme —soltó malhumorada. Se levantó del suelo y tomó su teléfono de la mesita—. Son las seis de la mañana, sean personas normales y vaya a dormir o al menos dejen dormir a los demás —les reprendió mostrando la hora en la pantalla del móvil.
—Ya sé que hora es y por eso mismo lo necesito, dentro de un par de horas viajaré a francia para hablar con algunos socios y explicar el porqué no debían hacer negocios con Nicholas Hughes y los documentos que tú tienes son la evidencia de ello.
Nerea suspiró y sin decir nada fue hasta su maleta para sacar los papeles.
—Aquí tiene —le entregó los documentos.
—Gracias —dio media vuelta—. Espero verte pronto Nerea —tras decir esto salió de la habitación cerrando la puerta.
Regresó volviendo a tirarse en el sillón.
—Oye Nera —habló John al ver que tenía la intención de volver a dormir en ese sillón—, la cama está allá —la señalo— y me parece que es más cómoda para dormir.
—Supongo que es la costumbre —respondió sentándose—. Por cierto… ¿Como entraron? —preguntó extrañada.
—La habitación está reservada para ambos, solo necesité explicar en recepción que ambos llegamos de diferentes lugares y me dieron la llave. Lo de Iris fue mera coincidencia —contestó encendiendo el televisor y acomodándose en la cama.
—Bien. Supongo que has rentado un vehículo o algo por el estilo ¿no?
—Uno esperaría que preguntaras donde he estado o que he hecho, pero no, a ti solo te importa que consigo; y sí, he rentado uno —espetó con molestia.
—Seguramente solo perdias el tiempo o en todo caso dirás que estabas trabajando, de cualquier manera, no soy tu madre para pedir explicaciones —se levantó para ir por un cambio de ropa a su maleta y cambiarse en ese mismo lugar.
Cuando John se percató de lo que hacía Nerea, desvió la mirada a la ventana.
—¿Era necesario que te cambiaras aquí? Existe un baño a un par de pasos ¿sabes?
—Como si fuera la primera vez que ves a una mujer cambiarse —comentó terminando de vestirse— ¿Podrías prestarme las llaves del coche? —preguntó acomodándose la sudadera.
—Claro, pero es raro que quieras salir sola en un país extranjero que, además, habla otra lengua —comentó John levantándose de la cama para ir por las llaves del vehículo que había rentado el día anterior.
Nerea lo miró alzando las cejas.
—¿Quien dijo que era extranjera?
—Espera —soltó tratando de analizar lo que había dicho— ¿Eres alemana? —cuestionó entregando las llaves.
—Si —las tomó y se dirigió a la salida, pero se detuvo un segundo antes de abrir la puerta—. Siempre has dicho que quieres conocer más de mi pasado ¿no?
Él asintió.
—Espera, ¿me estás insinuando que puedo ir contigo? —preguntó emocionado.
—Se podría decir que sí —admitió sin saber porque lo estaba invitando a ir con ella.
—¿Segura? —inquirió al ver la expresión de Nerea.
Miró las llaves en su mano y tras pensarlo un instante habló:
—Puedes venir, si eso es lo que quieres.
—Perfecto, ahora regresame las llaves, seré tu chofer.
—No sabes a donde voy y no tengo ganas de ser tu GPS. Yo conduzco —dijo saliendo de la habitación.
—Bien, pero al menos dime a donde iremos —cerró la puerta y corrió para alcanzarla.
—A Badenweiler-Schweighof —respondió deteniéndose en el elevador.
—Ciertamente no se donde queda —admitió.
—Es un pequeño pueblo cercano al sur de la selva negra —explicó de forma breve.
El ascensor se abrió y ambos entraron.
Nerea se recargó en la pared del elevador y metió las manos en los bolsillos de la sudadera.
—Me pregunto si seguiras siendo mi amigo y cómplice cuando conozcas más sobre mí —pensó en con voz alta sin darse cuenta.
—¡Por todos los cielos! —exclamó, haciéndola voltear— ¿Qué secreto puede ser peor que el hecho de ser una...? —terminó la oración gesticulando la palabra “asesina”— Me puedes desaparecer en cualquier momento, si así lo quisieras, y aún así te considero una amiga.
Nerea asintió, siendo esa su única respuesta.
***
Ezequiel sabía que debía encontrar un lugar adecuado para guardar el pequeño cofre que llevaba en su mano, pero ningún lugar seguro venía a su mente. Lo miró una vez más y su mirada pronto cayó en el anillo que portaba en el dedo índice, aquel que le había dado Matthew para que lo protegiera.
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Editado: 14.02.2022