Nochebuena

La evidencia

Don Nabor regresó a la casa sólo para decirle a su mujer que había enviado a Calista a un mandado para evitar que la buscara más y regresó con ella al granero.

Se notaba sombrío y preocupado cuando comenzó su relato. En aquellos días, doña Ana amenazó a Calista de no decir a nadie sobre lo que pasó con el padre Miguel, pero uno de los empleados lo escuchó todo y fue a decírselo a su patrón, no sólo por lo que le pasó a la niña, sino porque su hijo era monaguillo y sospechaba que le hubieran hecho lo mismo. Ambos fueron esa misma tarde a confrontar al sacerdote y lo encontraron desnudando al muchacho. La ira de su padre fue tanta que se fue a golpes sobre el sacerdote, mientras que don Nabor se apresuraba a sacar al niño para ponerlo a salvo y, cuando regresó, lo que vio lo hizo caer de rodillas en la calle. En minutos, la gente se había arremolinado en el atrio de la iglesia, en donde sólo se escuchaban los alaridos de su empleado, al cual estaban quemando vivo.

―No sé exactamente cómo pasó ―dijo don Nabor―, pero ese desgraciado se las arregló para hacerle creer a la gente que él intentaba robar en la iglesia y lo lincharon ahí mismo.

―¿No lo denunciaste?

―Lo intenté ―respondió su abuelo―, pero nadie me hizo caso. El rumor de lo que te hizo a ti también se corrió por el pueblo, pero en lugar de ir en contra de ese viejo asqueroso, se enojaron contigo, incluyendo a tu abuela. Gracias al cariño que la gente le tiene a ella que no nos lincharon también, pero de la nada tú enfermaste muy gravemente, no querías comer, te dolía la cabeza todo el tiempo y los médicos no le hallaban, así que te llevé con don Gerardo y… ―don Nabor bufó con enojo―. Lo que tenías era un “trabajo”.

―¿Trabajo? ―preguntó Calista, confundida.

―Alguien te embrujó, m’hija, un embrujo para matarte. No pensé que recordaras nada de eso, estabas muy pequeña. Don Gerardo tuvo que hacer ese cortamiento para sacar esa mala energía de ti. La gallina que mató fue el sacrificio que se tuvo que hacer por tu vida, se les entregó la vida de esa gallina a cambio de la tuya, su sangre fue como un bautizo para que te vieras protegida por el alma de ese animal y lo que estaba abajo no era un símbolo demoníaco, era el tetragrámaton, el símbolo de Dios.

―Creí que eras ateo ―comentó Calista.

―Sí, y no. Yo era muy devoto igual que tu abuela, sé que Dios existe, pero después de lo que pasó ese día no puedo confiar más en esa religión ni en sus creyentes. Míralos, muy devotos, muy creyentes, pero abusando de niños inocentes, provocando a la gente para asesinar al padre de su víctima y de entre sus fieles, uno capaz de enviar energías oscuras para matar a una niña. Por eso jamás me verás hacer nada que tenga que ver con una religión y, en cuanto a Dios, cuando lo vea, él va a tener que explicarme más de lo que yo tenga que explicarle a él.

―Corriste a mis padres de la casa… ¿tiene que ver con esto?

―¿De dónde sacas que yo los corrí? ―gruño don Nabor.

―La abuela me lo dijo ―respondió Calista.

―¡Ay, tu abuela! ―exclamó el anciano―. Yo no los corrí, hija, al contrario, yo quería que se quedaran, pero, así como estaban las cosas… Gerardo me dijo que, de momento, lo mejor era ocultarte. Pedí a tus papás que se alejaran de aquí para que te mantuvieran a salvo.

―Pero volvamos a estas personas, ¿por qué las tienes ocultas?

―Todos ellos son pacientes de Gerardo. Ese hombre… ―don Nabor rio―, es todo lo que presume tu abuela. Todo mundo cree que tu abuela es la gran yerbera, dadivosa y noble, pero la realidad es que todo lo que ella conoce de herbolaria es gracias a Gerardo y es él quien realmente trabaja para la gente, no sólo para sanarla, sino para ayudarla. Les cobra a los que tienen dinero, pero no para enriquecerse él, sino para tener para sanar a quienes no tienen.

―¿Por qué los persigue el presidente municipal? ―insistió Calista.

―Por cualquier babosada. Ese hijo de perra es un sanguinario, desde que se puso como candidato ha matado a muchas personas de este pueblo. Salomón, por ejemplo, velo, es un muchacho muy tímido y callado, pero es muy guapo el cabrón. Don Jacinto, el presidente, tiene una vieja 25 años menor que él, una monita interesada hasta la pared de enfrente.

―Déjame adivinar ―dijo Calista con ironía―, él cree que lo quiere por quién es y…

―¡Claro que lo quiere por quien es! Y él es el presidente municipal. Lo que esa vieja busca de él es dinero y su poder, pero es obvio que el viejillo no le satisface así que se la pasa coqueteando con quien se le ponga enfrente. Conoció a Salo cuando fue a entregarle un pedido, se quiso empiernar con él y como el muchacho no quiso, se le lanzó para besarlo por la fuerza y los cacharon justo en ese momento.

―¿Don Jacinto lo quiere matar por celos?

―Y no es el único ―respondió don Nabor―, a uno que porque le debe dinero y no quiere pagarle. A otro porque lo quiere desaparecer para quedarse con su changarro… en fin, ese cabrón mata a quien le estorba. Por fortuna, Gerardo los tiene protegidos a todos y se da cuenta antes de que vaya a por ellos. Yo los dejo quedarse en el granero por unos meses en lo que se asienta un hechizo que él pone en ellos, uno que no permite que los vean, así los tengan enfrente, no los van a reconocer, pero el hechizo tarda un poco, así que yo los mantengo ocultos en lo mientras.



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En el texto hay: brujeria, polémica, guias espirituales

Editado: 22.12.2023

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