Noches de diversión

Capítulo 8

Sábado 8 de abril del 2017

La verdad no sé cómo llegué a casa en la madrugada ni de nada que haya sucedido después de llegar a la fiesta, pero me arrepiento de la hora en la que deje las cortinas de mi habitación abiertas. No solo la luz era una molestia, también lo era el ruido de la aspiradora que estaba usando mi hermano, pero lo podía tolerar.

—Buenos días —saludé a Spencer.

Él solo sonrió, pero fue una sonrisa muy hipócrita, tenía sus fosas nasales abiertas, y me dijo «Alessia».

—Alessia, ¿puedes levantar ese montón de ropa? Estoy tratando de ordenar —dijo sin verme a la cara y señalando la ropa que me quité cuando llegué a casa.

—Claro —dije.

No quería preguntar si estaba enojado, ya que era muy obvio, pero necesitaba saber por qué estaba enojado.

—Spence, ¿por qué estás enojado? —pregunté como niña de cinco años.

—No estoy enojado —aseguró.

—Me llamaste Alessia y tu nariz dice otra cosa —mencioné.

—¿Dónde estabas ayer? O debería decir hoy en la madrugada —cuestionó.

—En una fiesta con Shannon, te envié un mensaje —le recordé.

—Yo también —dijo molesto.

—Lo sé —le dije.

—Hubiera sido un gesto muy amable responder mi mensaje —me reclamó.

—Por favor, no te comportes como si fueras mi padre —le dije, pero luego me arrepentí. Eso era justo lo que quería, que se comportara como un padre.

—¡Maldita sea! Te esperé hasta las tres de la mañana despierto, pensando en si te estabas divirtiendo normalmente o si te habían secuestrado antes de llegar a donde ibas a ir —gritaba—, porque ni siquiera sabía donde ibas a ir. Me preocupé muchísimo, han pasado solo dieciocho días desde que siento que estoy a cargo de tí y no sabía si estabas viva.

—De verdad lo siento, Spencer, no volverá a pasar —me disculpé.

El resto del día me habló solo lo necesario. No sonrió ni hizo bromas.


 


Lunes 10 de abril del 2017

Me faltaban diez días libres, pero pensé «si puedo ir a una fiesta, también puedo ir a la universidad», así que me levanté de la cama y me fui a estudiar.

Ya Spencer no estaba enojado conmigo, entonces me llevó a la universidad como de costumbre. Él si tomó los diez días que le faltaban.

—¡Vaya! —dijo Shannon cuando me vio.

—¿Qué? —pregunté.

—Miren a la chica de 20 años que nunca había ido a una fiesta y este fin de semana lo hizo —comentó—. Y la disfrutó al máximo.

—Oh por Dios, cállate —le pedí.

—¿Lo vas a repetir? —preguntó.

—Mmm —dudé—, tal vez.

—Te gustó, ¿no? —preguntó levantando una ceja.

—Se sintió bien salir de casa —le dije.

—Entonces el próximo viernes en la noche nos vemos —propuso.

Lo pensé, y recorde lo bien que se sintió ser una persona que se divierte normalmente y no la huérfana de 20 años. —Sí —respondí—, nos vemos el viernes en la noche.

Mientras escribía en mi cuaderno de mariposas, pensaba en mamá, en que cuando llegara a casa no estaría ahí. Cuando mamá murió, aprendí a contener las lágrimas: inhalo por la nariz, exhalo por la boca y miro hacia arriba, es extraño, pero funciona. Utilicé mi técnica en ese momento.

Seguí escribiendo, tratando de concentrarme en «El perfil del asesino perfecto», es un tema más de criminología que criminalística, pero el profesor insistió en que lo teníamos que recibir.

Salí a las 3 pm y a las 3:35 llegué a casa, cinco minutos más tarde de lo normal, caminé un poco lento porque tenía miedo de llegar a casa y que todo estuviera muy solo.

Abrí la puerta de casa lentamente y fue muy difícil no ver a mi madre sentada en el sillón o preparando la cena desde temprano.

Deje de pensar en eso y subí a mi habitación para terminar la tarea, pero no pude, no hubo forma de concentrarme. La foto que mamá y yo nos tomamos en Navidad estaba frente a mí y no podía evitar ver esa sonrisa, la sonrisa de una persona bastante sana y alegre que ya no está.

Me quedé dormida hasta las 6:30 pm, bajé a la sala donde me encontré a mi hermano leyendo.

—¿Vas a cenar? —me preguntó—. Te he estado esperando para que no tengas que cenar sola después.

—Sí, gracias por esperarme, me hubieras despertado antes —le dije.

—Creí que habías tenido un día duro en la universidad —mencionó.

Servimos la cena y nos sentamos como hace tiempo no lo hacíamos, no desde que mamá murió y decidí encerrarme en su habitación, y el fin de semana preferí comer en mi cuarto, porque Spencer estaba enojado conmigo.

—Mmmm. Esto está delicioso —le dije a Spencer, que se ha dedicado a cocinar todos los días.

—Gracias, trato de hacerlo como lo hacía mamá —dijo.

—¿Puedo cocinar mañana? No quiero que tengas que hacerlo todos los días —propuse.

—Claro, pero no me molesta cocinar —mintió.

—Spencer, odias cocinar —señalé.

—No lo odio, pero prefiero hacer otro tipo de cosas —dijo sonriendo.

—Es una lástima que no te guste, porque lo haces excelente —le dije.

—Cuando uno tiene hambre todo sabe delicioso —bromeó.

Terminamos de comer y lavé los platos. Fui a mi habitación y al ver mi cuaderno tirado en la cama, recordé que no he terminado la tarea, para tratar de concentrarme un poco más, estuve tratando de armar un cubo rubik durante 15 minutos, incluso volteé la foto de Navidad, pero aún así nunca logré concentrarme en lo que debía hacer. Y al día siguiente me desperté con la sorpresa de que nunca terminé mi tarea, no fui a la universidad ese día.



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En el texto hay: asesinatos, misterio, recuerdos

Editado: 11.09.2020

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