Viernes 14 de abril del 2017 (Segunda noche)
—¿Lista para la fiesta de hoy? —me preguntó Shannon mientras el profesor explicaba y toda la clase estaba en silencio.
—Srta. Thompson —dijo el profesor—, creo que la Srta. Cook puede responder eso en otro momento.
—Lo siento muchísimo profesor, no volverá a suceder —dijo Shannon avergonzada.
Por fin llegó la hora de ir a casa, al menos para algunos, la mayoría viven en el campus. Yo, por suerte, vivo bastante cerca como para viajar todos los días desde casa.
Me preparé para la fiesta de hoy en la noche, de la cual probablemente vuelva temprano, tener a mi hermano en mi contra no fue nada lindo.
Shannon dijo que sería una fiesta de antifaces, y había una única regla: tener el antifaz puesto durante toda la noche. La idea principal era no reconocer a los demás.
Nunca he sido muy fan de tener cosas estorbando en mi cara por un largo tiempo, así que preferí hacer mi propio antifaz a la medida de mi cara, de manera que no notara que lo traía puesto. Busqué un poco de ayuda en YouTube.
A las ocho de la noche, ya estaba lista, le avisé a Shannon y ella pasó a recogerme. No me coloqué el antifaz hasta que llegamos al lugar.
No podía reconocer a nadie, es increíble como algo tan pequeño como un antifaz acompañado de oscuridad haga eso, aparte de que la mayoría se esforzaron para conseguir un antifaz que cubriera sus rostros completos. Obviamente a la única que pude reconocer fue a Shannon, que desapareció de mi lado a los 5 minutos después de llegar.
Se acercó un hombre con un antifaz negro que cubría toda su cara y dos vasos plásticos rojos en sus manos. Llegó hasta mí y me dio un vaso.
—Parece que necesitas algo de tomar —dijo con una voz que antes había escuchado.
—Gracias, pero acabo de llegar y no tengo sed —le dije.
—Justamente porque acabas de llegar necesitas un trago —mencionó.
—Está bien —dije. Tomé el vaso.
Estaba a punto de quitarme el antifaz, cuando el chico exclamó—: ¡No! Es la única regla, toda la noche con el antifaz.
—¿No te molesta no reconocer a nadie? —le pregunté.
—Quien dice que no los reconozco —dijo—, ¿a tí te molesta?
—Bastante —respondí.
—Mmm, no te gusta el misterio —señaló.
—Me encanta el misterio, pero solo si lo puedo resolver —aclaré.
—¿Me reconoces? —cuestionó.
—No —respondí—, ¿ya hemos hablado?
—¿Qué tal si resuelves ese misterio? —me dijo y se fue.
Pensé. Una y otra vez. No logré resolver el misterio. Le fallé a mi maestro de criminalística. Busqué al chico por todas partes para decirle que mi Sherlock Holmes interior había fallado, pero no lo pude encontrar. Él se veía muy seguro de conocerme y eso me estaba matando.
Un vaso de gaseosa no hace mal, tampoco un vaso de alguna bebida alcohólica que estaba deliciosa. Solo un vaso, porque me prometí a mi misma llegar temprano a casa.
Ya no era un vaso, sino tres, cuatro y cinco. Ya no estaba tan consciente como para recordar que mañana debía levantarme temprano para recoger a Ben en el aeropuerto, por eso volvería a las 11, no a las 3 am. Supongo que eran las 3 cuando volví en ese auto azul oscuro.

Sábado 15 de abril del 2017
—Alessia —decía una voz a bastante distancia—. Alessia.
No, no estaba a bastante distancia, estaba junto a mí
Abrí los ojos y me levanté de golpe cuando vi quien me estaba llamando.
—¡Ben! —exclamé—. ¡Dios mío! No eres el mismo Benton de 16 años que dejamos en el aeropuerto.
—Pues no, ya tengo 18, casi 19 —dijo.
—Me refiero a que eres todo un hombre, debes tener una novia allá en Canadá —le dije.
—Allá en Canadá, Benton se concentra en sus estudios —dijo refiriéndose a sí mismo.
—¡Ya está el desayuno! —gritó Spencer desde la cocina.
Bajé como perrito castigado, porque sabía perfectamente que mi hermano estaba enojado conmigo otra vez.
—Buenas tardes —dijo Spencer sarcásticamente cuando me vio.
—Lo siento mucho, no logré despertarme temprano...
—Lo sé, por eso tuve que ir solo a recoger a Ben al aeropuerto, tu hermano que no veías desde hace casi tres años —dijo enfadado.
—Déjalo así Spence, no peleen por mi culpa —pidió Ben.
—No es tu culpa —le dijo Spencer.
—Entonces, ¿es mí culpa? —pregunté.
—Sí Alessia, ¡es tu culpa! Prometiste volver temprano para encontrarnos con Ben en el aeropuerto temprano —dijo mi hermano mayor—, estuve tocando tu puerta y recordé que ni siquiera me di cuenta de la hora que era cuando volviste, así que decidí ir solo. Y si Benton no hubiera ido a tu habitación, probablemente seguirías dormida, porque la resaca se te nota a metros de distancia.
Spencer se levantó de la mesa y casi no probó el desayuno, probablemente coma una de las barritas de cereal que guarda en su armario.
No me levanté de la mesa para no dejar a Ben desayunando solo, pero no comí nada.
—Un poco tensas las cosas ¿no? —dijo Ben, tratando de hacer sentir mejor a las personas con sus bromas, como siempre.
—Sí —dije.
—Me disculpé con Spencer de camino, pero no me he disculpado contigo —dijo triste.
—¿Disculparte por qué? —le pregunté.
—No estar en el funeral de mamá —respondió.
A pesar de que no era su madre, siempre la llamó mamá, él ni siquiera recuerda a su verdadera madre, ya que murió en el parto, pero sabe perfectamente que es nuestro medio hermano. Ya casi no recuerdo a papá entrando por la puerta principal llorando y con un bebé en brazos, disculpándose con mamá una y otra vez por haberla traicionado de esa manera, en ese entonces yo apenas tenía casi dos años.
Ben siempre amó muchísimo a mamá por criarlo como su hijo y se lo agradecía cada cumpleaños.
—Eso no es tu culpa, Ben —le dije para tranquilizarlo, pues ya sus ojos estaban llorosos... y los míos también—. Fue algo imposible y no hay ningún resentimiento.