— ¿Sisa?
— ¡SISA!
¿Eh?
¡POM!
Auch, ¿qué fue eso?
Enfoqué la mirada: varios rostros aparecieron formando un círculo alrededor de mí que, acabo de darme cuenta, estoy sobre el piso del gimnasio.
— Daquel, ¿estás bien?
El rostro de la profesora de Educación Física también apareció:
— La pelota te ha dado de lleno en la cabeza. — Etel me ayudó a ponerme de pie; la coronilla me ardía como nunca—. Tal vez debas ir a la enfermería…
— ¡Yo la llevaré! — reconocí la voz de Tomas.
Etel lo golpeó con el codo y se ofreció en su lugar.
— Oye, Bellota, esto ya es grave— me reprendió rumbo a la dichosa enfermería. Nunca se me había pasado por la cabeza que las pelotas de voleibol eran realmente duras —. Estás sumamente distraída. Vamos, dime ¿qué tienes, Sisa?
Fruncí los labios sin dejar de sobarme la parte vulnerada: « ¿qué tengo?», mmm bueno, esa es una pregunta que yo misma me llevo haciendo desde el miércoles y la respuesta es muy sencilla: creo que estoy volviéndome loca y eso, obviamente, me asusta un poco.
Aún no estaba del todo segura de lo que había sucedido después de salir del museo. O bueno, lo que sucedió “supuestamente” en mi sueño. Y si fue un sueño, ¿cómo demonios reconocí situaciones antes de que sucedieran como toda la charla con Loi y Etel? Además de incluir a una persona a la que no había visto jamás: ¡la chica de rojo!
Aquel día llegué a casa sumamente confundida así que decidí hacer lo mismo que la abuela Marlene hacía cuando sentía que pasaban cosas extrañas a su alrededor: escribirlo. Escribí todo lo que recordaba sobre el extraño suceso, y después me puse a analizar cada pasaje con cuidado. A eso de las doce de la noche, cuando ya estaba cansada de romperme la cabeza con el asunto, resolví el buscar mañana al causante de toda mi confusión mental: Alen Forgeso, y preguntarle de manera directa qué era su amiga y qué era el mismo.
Sonaba descabellado, sí… Eso mismo pensé a la mañana siguiente, cuando desperté.
Recuerdo que tomé la hoja con todo lo que había escrito y me pareció tan ridículo que arrugué el papel sin contemplaciones. Era más que obvio que había sido un sueño; el pensar siquiera en otra respuesta era de lo más ilógico.
Es más, ahora que intento recordar mejor, sé que había una chica en mi sueño pero ya ni siquiera distingo su rostro, y tampoco estoy tan segura de que hubiera estado vestida de rojo. Todos los pasajes me parecían incoherentes y borrosos, a excepción de lo último: estaba casi segura de haber oído a la tal Auriel decirme por la espalda algo de que “pudo ser pasado”. Así que si me la volvía a encontrar, iba a preguntarle de frente a qué se refería con eso para comprobar si estoy loca o sorda, o tal vez ambas cosas.
Lo más raro de todo era que estaba sintiendo lo mismo de aquella vez en el bosque Izhi: que estaba olvidando eventos importantes. Ahora, por ejemplo, cuando evoco aquel día, a mi mente solo viene el hecho de encontrarme con Zara Lagares; y después me veo a mí misma en la playa, tocando el violín. Él, Alen Forgeso, apareció un par de minutos después y creo que tuvimos una breve charla sobre los gritos de las leyendas de Izhi. Sí… ¿verdad? Porque no logro rememorar más.
Además, analizando mejor el asunto, si el suceso después de lo del museo hubiese sido real no me sentiría tan calmada como me siento con respecto a ello. Es decir, si esos dos hombres y la mujer me hubiesen atacado, creo que por lo menos me sentiría llena de temor ante la idea de salir. No es un pasaje que se supere inmediatamente. A menos, claro, que alguien tuviera el poder suficiente como para manejar mis emociones o algo así; y de paso para retroceder el tiempo. Cosa que s onaba completamente a película de ciencia ficción y le daba una invalidez completa.
Mmm, tal vez deba ir a hacerme un chequeo médico o algo.
— Ponte esto sobre la cabeza — me dijo la enfermera y me pasó una bolsa con hielo. Se lo agradecí muchísimo —. No ha sido nada. Dentro de un par de minutos creo que ya podrán regresar a clase. — Nos sonrió y se fue para la otra habitación, en donde iba registrando a los alumnos que ingresaban a la enfermería.
— Sisa…— me llamó Etel cuando nos quedamos solas.
— ¿Mmm?
— Oye… ¿es que acaso estás así de distraída po-por...? — La miré con curiosidad por el balbuceo nervioso—. Ok, ¿es que acaso te has deprimido por lo de la novia de aquel chico, Alen? — ¿Ah?— Sé… ¡Sé que Loi y yo te repetíamos insistentemente que tendrían un maravilloso futuro juntos! — Elevé una ceja, divertida—. ¡Que se escaparían en una motocicleta y que después alguien se encargaría de escribir su historia como una de las más grandes novelas de romance de los últimos tiempos! ¡Pero si al final él no es el indicado, después llegará uno más apuesto, que valdrá la pena y…!