El conde no sospecho de helena, su presencia en el castillo era confirmada por las doncellas que se encargaban de ayudarle en todo. Claro helena les había pagado para que guardaran silencio. Ella por su parte no había recibido castigo alguno. Pero pensaba en cómo estaba Mau. La noche llego y la rutina de los miércoles se cumplió al pie de la letra. Primero, la biblioteca después el pasadizo y la caballería correr recostada a la pared del muro y salir por la alcantarilla hasta el bosque donde un caballo, esperaba.
Mau como siempre esperaba cada vez más temprano, aunque la paliza que le habían dado era lo suficientemente fuerte como para dejar los magullones en su piel de color verde, no paro de sentir lo que decía su corazón. Para que Helena no pensara cosas que no eran realidad, como hacerse a la idea que por culpa de ella, le habían dado la paliza de su vida, oculto sus heridas con más ropa de lo normal. Y con algo de cenizas, para que se confundiera con su piel gris. En la cara uso más ceniza para que no se viera los amplios moretones y protuberancias. Y con su cabello en vez de peinarlo hacia atrás, como siempre lo hacía, lo dejo libre, ocultando la mayor parte de la cara. Mau también llevo la canasta llena de comida y postres que le gustaría probar.
Helena llego con su tardío retraso de siempre. Vio al hombre lobo sentado en la roca, y ella corrió a él, con ganas de abrazarlo. El bajo de la roca con un salto y fue a ella. se unieron en un cálido abrazo, donde ella se aferró a su espalda con tanta fuerza que casi se la arrancaba, y él se metió sus brazos por debajo de su cintura y masajeo su espalda baja de arriba abajo. Sus jadeos eran incorpóreos y se escuchaban como éxtasis en cada segundo pasado juntos.
—Te extrañaba. —Ella miro a los ojos del lobo—. Pensé que te había pasado algo. —Él sonrió con malicia.
—Estoy bien. Y yo te extrañe más Helena.
—¿Cómo estás? no te duele nada. —El negó con la cabeza, aunque por dentro el abrazo que le había dado su chica le había hecho casi llorar. Estaba en el peor de los estados posibles. Pero soporto con coraje aquel dolor, por su amada Helena.
—No estoy bien, solo un poco cansado, por el vaquiro. Traje comida y postres comamos. —Ambos se sentaron en el suelo sobre la manta y viendo a la luna, comiendo los dulces postres que había traído Mau. Ella se recostó en su pecho, escuchando el latido de su corazón. El acaricio su cabello y puso la mano en su hombro.
—Te tengo una sorpresa vamos. —Él se levantó y se fue a la profundidad del bosque. La chica lo siguió tomada de sus manos. Pasaron por un pequeño sendero hasta unos árboles que parecían ser pinos, cada vez la corteza de los arboles era más espesa. Ella miro por entre los troncos, pero ni la luna penetraba en esa parte.
—Aquí es. —Retumbo la voz del lobo en medio de un área talada de árboles.
—¿Qué es? —Pregunto ella viendo las tablas cortadas.
—Mira para arriba. —La chica hizo caso a lo que Mau le decía, y ella vio la luna, encerrada en una parte del cielo, por los arboles a su alrededor. Un perímetro de como diez metros. La luna se apreciaba perfectamente estando en su eje central. La mejor de las vistas eran a la media noche.
—Mau estuviste haciendo todo esto por lo que hablamos el otro día. —Mau afirmo con la cabeza.
—Esta va a ser nuestra casa algún día.
Ella se sonrojo, estaba pensando que las cosas iban enserio no solo serían manos sudadas. Pero para seguir debían correr riesgos. Algunos eran sus padres y los otros eran morir en la persecución que estos harían al enterarse de su romance. Enseguida Mau sintió la presencia de alguien más en el bosque. Y se puso en guardia. Olfateo el aroma del aire, y después se convirtió en lobo. Rápidamente dio un salto a la profundidad del bosque. Helena quedo impactada y empuño la espada, viendo por donde saldría Mau. Si alguien los había descubierto estaban perdidos. Miraba a todas partes sin cesar, arriba abajo derecha izquierda, todas las partes del bosque se las dejo grabadas en la mente. Escucho en zarpazo de garra. Y unos rugidos, al cabo de unos minutos escucho silencio.
Un cuerpo grande, como el de un lobo cayo en mitad del terreno, donde Mau había cortado los árboles. Helena corrió a verlo, pero no era Mau, el pelaje de este lobo era negro como la noche y sus ojos verdes. Era un poco más grande y su mandíbula llevaba una cicatriz. Estaba tendido en el piso inconsciente. Poco a poco se fue acercando, Helena mantenía la espada empuñada por si el animal despertaba de la nada. Pero al contrario sucedió porque el dejo su forma bestia y volvió a ser un hombre normal. Helena envaino la espada y se acercó a él. El un chico como de la edad de Mau. Su cabello era negro, tenía un cuerpo fornido y era muy alto. Lo que más resaltaba de él, era aquella cicatriz de su mandíbula. En la parte izquierda estaba una cicatriz que caía desde el cachete hasta más debajo de su cuello, era demasiado larga y espeluznante.
Su cabello era muy largo pasaba por debajo de sus hombros y era de color café oscuro. Mau llego dando un brinco por los árboles. Cayó al piso y se transformó en hombre.
—Helena mátalo nos ha descubierto.
—No espera.
—Nos ha visto helena eso conlleva problemas. —Él se fue directo a degollarle la cabeza.
—Pero no le conoces es de los tuyos. —Helena se interpuso y lo detuvo, evitando que el matara al espía.
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Editado: 27.09.2020