Víctor recorrió el cuerpo de Uki con sus manos, la dureza de la misma proporcionaba algo de éxtasis, el olor de la elfa era agradable pasible y único, ya no había vuelta atrás, desde que el lobo quito su vestido arrancándolo de un jalón Uki era prisionera del hombre lobo, Víctor gruño cuando probo el cuello de la chica, era tan dulce y perfumado que dejaba inutilizable a su olfato. La sencillez de sus caricias la hacían desvariar, era el tacto sutil y ligero, casi pusilánime que la hacían entrar en lujuria, quería que toda la noche se quedaran haciendo el amor, desde que la salvo de ser violada y matada por el comandante Paco, el hombre lobo había entrado por sus ojos, y no saldría de su corazón tan fácilmente, ahora la pasión la embargaba, los efectos de su mente, que estaban siendo residentes por los últimos días, hacían que solamente con estar a su lado, le provocara un estreñimiento en el estómago, pero también una punzada en el corazón al no poder dar a entender que le gustaba con muchas ganas.
Víctor cogió los pechos blancos y rechonchos de la elfa entre sus manos, y con su cuerpo fue siendo presión al tronco en donde se encontraban.
—Uki…—Pronuncio la bestia llena de deseo— quiero hacerte el amor todos los días… hasta que me quede sin fuerzas.
Las piernas de Uki estaban temblorosas pero no de miedo, si no de ardiente dolor punzante. Víctor, cogió a Uki de la boca y otra mano la puso en su clavícula tensando el cuello de su prisionera y amante, acto seguido saco su lengua y mordisqueo todos los lugares desde la clavícula delicada y femenina hasta el cuello de la elfa, Ella solamente gimió al sentirlo deslizarse por su piel.
—Víctor… hazme tuya… quiero que me hagas el amor por toda la noche señor hombre lobo.
Uki emitió un gemido gutural cuando sintió los dientes del lobo clavárseles en su clavícula, ella calvo sus uñas en el tronco al que estaba aferrada, el bosque era uno de los mejores lugares para hacer el amor, gemiría tan alto y nadie la escucharía y también se podía sentir el aire fresco, casi emparamado del lugar, era una de sus fantasías mas rondadas en las ideas de su cabeza.
Víctor volvió a pasar sus manos por las curvas de la elfa, el tacto de esa piel tan mullida y aterciopelada blanda, lo hacía recibir constantes descargas eléctricas de un dolor ardiendo y enardecedor proveniente de su entre pierna, donde su miembro aguardaba erecto y con ansias de probar la suave estreches de una elfa tan linda como las druidas, acaricio con sus dedos el pezón grande y morado que albergaba la mitad de sus pechos, como deseaba lamerlos y darle círculos con la lengua.
—Me encantas Uki…
Y a ella le encantaba que dijera una cosa así, sentirse deseada era algo grato para una mujer, pero sentirse deseada y amada por la persona que amas, es otra cosa.
Uki con el corazón corrugado y extasiado, se dio un giro de talones y mostrando sus pechos a Víctor sin ningún tipo de pudor lo beso vorazmente.
—Tú también me encantas general de los hombres lobos.
Uki siguió besándolo hasta ahogarlo del deseo, Víctor tomo el control un poco, sus ojos chisporroteaban un deseo necesario y la cogió de los hombros con brusquedad para luego meter su lengua hasta el paladar, eso hizo estremecer las caderas de la elfa.
—¡Calma!—Gimoteo Uki pidiendo tregua.
El lobo pego su pelvis a la entrepierna de Uki, ella pudo sentir a la perfección su duro y ardiendo deseo, su necesidad, su pasión por ella, Uki casi lloraba del placer, le encantaba y hasta su cuerpo lo estaba pidiendo, sus pliegues y hendidura estaba palpitando como su corazón desbocado.
—Tengo deseos de ti Uki…—No importo si lo decía miles de veces le encantaba como sonaba sus palabras en la boca de Víctor.
Víctor, tomo el resto de ropa que aún le quedaba a Uki y la arranco con fuerzas, al estar completamente desnuda el lobo pudo ver como los ojos brillosos y temblorosos de la elfa tan casta y pura, ansiaban ser satisfechos ante una necesidad de profanar su tierra siendo una planta insolente e innecesaria, pero muy jugosa que se saboreaba con todo el paladar del mundo. El lobo al ver a su amada de esa manera tan pura y tan delicada deposito un pequeño beso casto en la punta de su nariz.
Ella rio.
—¡Te amo Uki! No puedo vivir sin ti.
Uki pudo disfrutar de aquellos ojos oscuros casi como el atardecer… casi como las hojas de los árboles en otoño, rojizos o amarillentos casi marrones una mezcolanza perfecta.
Ella gimió lentamente.
Hasta que los pliegues de los labios de Víctor se pegaban a los de ella, saboreándolos dulcemente estaba absorta en sus caricias.
Víctor fue bajando sus manos por la barriga de Uki, hasta que consiguió el monte de venus de su amante, allí hizo uno círculos con los dedos esperando para tomar su sexo, aquellos pliegues calientes y húmedos, Uki ansiaba sentir ese calor en su entrepierna.
—¡Ahhhh!—Salió disparado de la boca de Uki, estaba ya al máximo.
Víctor soltó una de las carcajadas de Mau, tan cargadas de burla sin embargo no carente de importancia, le encantaba ver el rostro de su elfa, desfigurado de placer y rojo de la vergüenza, era una buena combinación para su piel mullida.
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Editado: 27.09.2020