Llegó el día tan esperado, todos están listos con sus togas, bien peinados, elegantes. Obviamente, tampoco quedo atrás, hasta veo miradas encendidas al verme. Mi madre, y mi hermano están presentes entre la multitud, pero dónde está Manuel? seguramente se le hizo tarde o estará afuera ya que el salón se ve saturado de gente. -Respiro profundo-. Van pasando los egresados a recibir sus títulos como lo habíamos practicado.
La celebración va culminando con la entrega de unos reconocimientos a los maestros del curso. Debo inspirarme para dar unas palabras de agradecimiento al secretario de la universidad que bien merecido lo tiene. Me dispongo a acercarme al micrófono, tratando de localizar a Manuel, es inútil no logro visualizarlo.
Un par de fotos, sonrisas falsas y acabó el día. No llegó -pienso con tristeza.
Aunque… tal vez se le presentó algún inconveniente. Sí, debe ser eso! revisaré mi teléfono a ver si encuentro algún mensaje de él.
Tampoco nada…
Suspiro de nuevo, le sigo la corriente a mi mamá, quién resuelve celebrar mi graduación con una cena en la pizzería del barrio.
Llegamos a la pizzería y nos sentamos en una de las típicas mesitas de coca-cola, aguardando a que nuestra cena esté lista. En eso vuelvo a revisar el celular, veo actualizaciones del estado de Manuel, unas fotos en Benditas, de sus empanadas favoritas. ¡Pero qué carajos!
Furiosa, respondo a su estado, “que linda noche para celebrar mi graduación con unas empanadas”. No hay respuesta.
Dos horas más tarde…
Aparece un mensaje
“Perdón, no pude asistir, mi madre se sintió muy mal y tuve que traerla al hospital. Ehhhm… respecto a las empandas ya es una foto anterior, pero podemos celebrar tu graduación el sábado solos tú y yo, claro si estás de acuerdo.”
A lo que respondo inmediatamente.
-Supuse que había pasado algo, por lo de mi graduación no te preocupes eso no importa ahora, cómo está tu madre en este momento?
“Ella está un poco delicada, según los doctores, estuvo al borde de un infarto. Por eso tampoco tenía cabeza para siquiera avisarte, por favor, discúlpame.”
-Tranquilo, comprendo perfectamente, sin embargo, solo te perdonaré si cenamos una pizza ese día eh!
“Claro que sí, y por cierto muchas felicidades Licenciada!”
-Gracias, ya ajustaremos cuentas el fin de semana, claro si se da.
“se dará, bueno debo dejarte, mi celular está quedando sin batería, pasaré la noche aquí en el hospital”
-Solo avísame si necesitas algo, buenas noches, te quiero!.
“Gracias! Que descanses.”
Me quito todo el maquillaje, disponiéndome para ir a la ducha, mientras trato de relajarme bajo el agua, cierro los ojos y pienso:
Sé que Manuel jamás jugaría con algo así, mejor olvidaré lo ocurrido, lo menos que necesita en estos momentos son más problemas, estará angustiado por su madre, ella lo es todo para él. Siempre priorizó a su familia, y quién no haría eso? Si a la mía le pasara algo olvidaría hasta mi nombre.
Salgo del baño con la toalla puesta, me dirijo a mi habitación para vestirme, en lo que veo mi libro favorito de poemas del autor Pablo Neruda. Lo tomo para deleitarme con el poema20 mientras voy acomodándome. Detengo la lectura en el verso: “Ya no la quiero es cierto, pero tal vez la quise”.
De repente, no aguanto las ganas de revisar la galería de fotos en mi celular, paso y paso las fotos, hasta que… encuentro unas fotos viejas de cuando era novia de Manuel, fotos en las que le besaba la mejilla y él ponía una expresión de haber conseguido conquistar a su chica, no puedo evitar sentirme devastada.
Siento algo caliente en medio del pecho, extraño esos momentos. Llorando en el silencio de la noche, lamento por haber permitido que la situación de hace 3 años, nos llevara a terminar la relación. Las exigencias de mis padres sumados con la distancia, entre otros obstáculos, no permitían que nuestro noviazgo fuera sano. A pesar de ello, no perdimos contacto, siempre estuvimos pendientes uno del otro.
Después de tanto nadar en recuerdos, llegó la hora de dormir, dentro de unas horas debo ir al trabajo y aún no pegué las pestañas, ya son las 2:30 de la madrugada.
Cierro los ojos esforzándome en imaginar algo relajante. Me veo caminando nocturnamente por la playa, escucho el movimiento del agua. Contemplando el cielo con sus románticas estrellas, llego hasta una de esas casitas con techo de paja, alcanzo a ver por la ventanita la silueta de una persona con una botella en la mano. Se escucha un coro de carcajadas- Vaya, la están pasando muy bien al parecer…
Miro de vuelta hacia el mar, desearía que esté conmigo abrazándome, esos abrazos que al dármelos me hacían sentir magnifica.
Oigo una voz de fondo: “en noches como ésta, la tuve entre mis brazos…oh…Dios! Cómo no haber amado esos grandes ojos fijos!”. A la orilla del mar, un hombre bebiendo algo, no puedo reconocerlo está muy alejado.