Brown City, 1985
De pronto hubo un apagón justo en el momento en que la niña se iba a dormir, Juliet, era una niña de nueve años e hija única de la familia, así que, al momento del apagón, la niña se espantó y lanzó un grito, debido a que su habitación quedó bajo una oscuridad profunda, pero pronto su madre encendió una vela que colocó en un platillo de porcelana y la puso sobre la mesa de noche, y luego encendió otra vela que puso sobre otro platillo similar y la puso en el piecero de la cama sobre una silla de madera, se aseguró de que la ventana estuviese cerrada, le dio un beso en la frente a la niña y se dispuso a salir de la habitación.
⎯No, mamá, no me dejes sola ⎯gritó la niña.
⎯Tienes que dormir, hija. Ya es tarde ⎯contestó la madre.
⎯No, mamá, por favor, no me dejes aquí sola con esas velas encendidas.
⎯¿Qué tienen las velas? ⎯preguntó la madre.
⎯Las velas son para los muertos, mamá. Así velaron al abuelo.
⎯No pienses en esas cosas Juliet y ya duerme. Hasta mañana ⎯respondió la mamá de la niña y salió de la habitación.
El lugar quedó en penumbra y, de pronto, Juliet comenzó a ver sombras extrañas que se reflejaban sobre las paredes, entonces, Juliet cerró sus ojos con fuerza, con mucha fuerza, tanto así que temblaba debajo de las sabanas y deseó con todo su corazón no volver a abrirlos hasta que llegara la luz del día para no ver a aquellas aterradoras sombras. Al día siguiente, cuando la madre fue a despertar a la niña para que desayune y se vaya temprano a la escuela, notó que las velas seguían encendidas, que no se habían consumido para nada y, aunque la madre llamó, gritó y movió con fuerzas a su hija, la niña no abrió sus ojos nunca más.
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Editado: 14.12.2024