nomeolvides

9

El estómago le rugía a Mew de hambre pero Mew esperaba que Gulf no se diera cuenta. Una a una cada cucharada de sopa fue consumida por un Gulf silencioso que lo miraba fijamente y que entre bocado y bocado no paraba de sonreírle.

¿De dónde había sacado aquella sonrisa tan angelical? ¿Cómo era posible que un ser humano sonriera de esa manera?

Mew hacía un esfuerzo para que su mano dejara de temblar y esperaba que Gulf tampoco notará eso. Cuando el cuenco de sopa por fin quedó vacío, Mew suspiró aliviado. Sus ojos pasaron a un segundo plato que estaba en la bandeja. El aroma inconfundible del pollo asado hizo que rugiera otra vez su estómago vacío. Simuló una tos y se puso de pie. Trató de parecer interesado sobre lo que se mostraba en la televisión encendida en ese momento aún cuando sentía con mucha intensidad los ojos de Gulf clavados en su nuca.

—Ya debo irme...— dijo Mew con voz entrecortada mientras se volvía a colgar su mochila en el hombro.

Sus ojos se mantenían fijos en la pantalla. Por nada del mundo querría volver a mirarlo, por nada del mundo querría volver a mirar aquella sonrisa angelical. Sabía que si lo hacía, aquella sonrisa endemoniadamente angelical lo perseguiría en sus sueños toda la noche.

Mew se repitió a sí mismo que no era él quien había perdido la memoria. Él recordaba muy bien quién era esa persona que yacía ahora en la cama mirándolo fijamente. Y sabía que en cuanto su memoria se restaurara volvería a ser el blanco de sus ofensas y de su mirada turbia.

—Entiendo... que tengas que irte. Pero antes, ¿puedes hacerme otro favor?

¿Por qué aquella voz sonaba tan dulce? ¿Por qué Mew se sentía ajeno a su voluntad? Sintió con horror que podría volverse prisionero de aquella voz y acabaría haciendo cualquier cosa que esa voz le pidiera.

Mew sacudió la cabeza confundido, se aferró con fuerza su mochila y dio unos pasos hacia la puerta. Pero antes de llegar a ella, ésta se abrió de improviso. La hermana de Gulf aún con el teléfono celular pegado a su oreja se asomó y susurró:

— Por favor, ¿podrías quedarte con mi hermano solo unos minutos más hasta que yo acabe esta llamada?

Mew sintió un extraño sabor agridulce en la garganta. Camino más rápido de lo que hubiese deseado, dejó su mochila al lado de la cama y volvió a sentarse cerca de Gulf que no le había quitado la vista de encima. Mew trató de convencerse de que solo lo hacía por su beca, de que solo lo hacía por obligación. Trató de convencerse de que solo estaba allí por su futuro y no porque lo quería o lo deseara. Sintiendo la boca seca y haciendo un esfuerzo sobrehumano para mirar aquellos ojos rasgados preguntó:

—¿ Qué necesitas que haga por ti?

Y entonces, aquella sonrisa angelical volvió a aparecer haciendo que la mente de Mew terminara completamente confundida.

— Necesito un favor...— le dijo Gulf en un susurro— Que te lleves este sándwich de pollo porque la sopa me ha llenado. Desde el accidente no he estado comiendo bien pero mi hermana me obliga a que me acabe toda la comida por los medicamentos. Si te prometo que como más tarde, ¿me ayudarías? Guárdate este sándwich en la mochila y dile a mi hermana si pregunta que me lo he comido todo yo.

Una respuesta negativa ya surgía en los labios de Mew junto con un movimiento de su cabeza cuando un nuevo rugido de su estómago vacío, esta vez más fuerte y más sostenido, se escuchó haciendo que sus mejillas se pusieran rojas como un tomate. Sintió tanta vergüenza que estuvo seguro que jamás olvidaría aquel momento. Pero entonces la voz de Gulf, ahora más baja y más dulce que nunca, sonó cerca de él, haciéndolo estremecer.

—Por favor, Mew, hazme ese favor y te prometo que mañana cuando vuelvas me comeré todo lo que me des.

—Mañana... cuando vuelva...— repitió Mew aturdido.

—Sí, mañana cuando vuelvas a visitarme... —Gulf seguía susurrando— porque vendrás...,¿ No es cierto? Sé que desde mi accidente no has venido porque no has podido, no sé muy bien el porqué pero intuyo que lo deseabas y sé que mañana volverás...

—Mañana trabajo hasta tarde, mintió Mew tratando de no perderse en aquella sonrisa angelical que a cada segundo que pasaba le hipnotizaba más.

— Aunque sea un momento, aunque solo sea para que me saludes desde la puerta, aunque solo sea para escuchar tu voz por un minuto, si no, no podré dormir. Prométeme que regresarás mañana Mew.

—Te prometo regresar mañana...— dijo Mew.

"Claro que regresaré mañana." pensó Mew.

Horas después de aquel extraño encuentro, acomodado en su kayak frío, mirando las estrellas a través de las grietas de la ventana, rodeado por el perfume de los nomeolvides y con el sabor todavía en su boca de aquel exquisito sándwich de pollo asado, Mew entró en un sueño profundo y calmo, tratando de entender por qué había hecho esa promesa. Y lo último que vio en su mente antes de quedarse dormido fue aquella maravillosa sonrisa angelical que acabó por hechizarlo completamente.




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