Saya apretó los puños, no era la primera vez que caía, pero tal vez esta sería la peor de todas y más cayendo de espalda, forzó a todo su cuerpo a ponerse rígido debía resistir el golpe que se acercaba, quería ser valiente, aunque por dentro todo su ser se removía de miedo.
Su cabeza chocó con algo duro mientras su cuerpo le seguía, cayendo en algo que parecía aminorar el impacto, cuando abrió los ojos estaba boca arriba con un par de golpes en su espalda y unos brazos rodeándole el cuerpo, una respiración agitada resonaba en su nuca, mientras su cuerpo se elevaba y descendía al mismo ritmo.
–¿Estás bien?– dijo el padre de Saya atrapándolo en el último momento usando su cuerpo para soportar el impacto –a la próxima déjame tu testamento y no una nota– sonaba asustado.
–Lo siento las cosas salieron mucho peor de lo que esperaba– dijo Saya tratando de disculparse a su manera.
Ambos se quedaron un instante respirando profundamente ya todo había acabado, o bueno es lo que creían cuando dos guardias de seguridad se acercaron a ellos.