Ela danzaba tan libre que su cuerpo podía compararse como el flujo de un río abriéndose paso imparable por las montañas, pero siendo tan suave que su caudal podía llevarte consigo en el momento menos pensado, las clases de danza habían acabado hace ya un par de horas, pero ella se había quedado para practicar un poco más aprovechando que debía cuidar a dos de sus alumnas que esperaban que las recogieran, sentía que algo le faltaba en sus movimientos un algo que no lograba entender trato de fusionar varios estilos a su danza, pero ninguno resultaba efectivo.
El salón de danza era todo suyo, ya todos se habían marchado a excepción de unas niñas que esperaban en la entrada con la puerta de cristal cerrada en la espera de sus padres que no tardarían en venir por ellas, saya seguía el jugueteo de aquellas niñas que corrían de un lado a otro como jugando a las atrapadas su paso era veloz una de ellas cayó al piso cuando perdió el equilibrio un segundo antes de atrapar a su amiga, pero esquivado en el último segundo.
Ela se acercó presurosa, pero la niña se levantó como si nada limpio su ropa y siguió corriendo tras de su amiga.
Fue ahí cuando un flash de su memoria recordó la misma energía en un niño imparable uno que se subió a lo alto y de un susto cayo del mismo teniendo la suerte de salir ileso.
La puerta del salón se abrió dejando entrar un viento helado del exterior acompañado de varios copos de nieves.
–Vamos niñas– dijo la mujer limpiándose la nieve de encima –pónganse las chompas y ciérrenlas muy bien que está helando afuera– acerco a cada una chompa y un pantalón grueso con sus respectivos guantes.
–Espérenme aquí mientras me despido de su maestra– dijo la mujer mientras las niñas se abrigaban –muchas gracias por cuidarlas no fue mi intención llegar tarde, afuera el clima cambio de un momento para otro y el tráfico…–
Ela solo le sonrió amablemente.
–Bueno espero tenga cuidado– la mujer recordó algo muy importante en ese instante cuando sus ideas se ordenaron
‘¿Cómo era?’ se dijo a sí misma tratando de recordar lo que su hija le había enseñado un gesto, un movimiento de manos para decir gracias. –lo siento por lo general es mi hermana la que sabe de estas cosas– se disculpó.
Una de las niñas se acercó juguetona –Tía si quieres dar las gracias haces así– dijo mientras creaba con sus manos ademanes varios.
Ela sonrió, los niños aprendían muy rápido.
Cuando se despedían las niñas levantaron las manos en un gesto de un adiós y hasta mañana uno que alegro mucho a Ela mientras recogía las cosas, ya era muy tarde mientras este se acompañaba de una tormenta que había salido de la nada.
Guardo toda la ropa, despego de su cuerpo los parches que vibraban al ritmo de la música cuando noto que se había olvidado una de las maletas donde tenía la ropa con la que se cambiaría, le tocaría correr a casa solo llevaba puesto el tutú y unas mallas, cuando levanto la mirada sus ideas se apagaron al notar una carita sonriente dibujada con marcador en el cristal.
Ela recordó aquel pequeño niño que hace muchos años con su espíritu pionero había logrado eludir a dos guardias, provocado una conmoción con perros y con el que había compartido su pequeña vida escrita en una pared de cristal, recordó que se había quedado dormida sin más y al despertar estaba alado de su madre dentro del avión, no había podido despedirse.
Fue entonces cuando recordó las travesuras de aquel niño, el nombre seguía perdido en sus memorias, pero estaba ahí en alguna parte un nombre peculiar. Sereno su mente y se dejó llevar por las memorias de aventura de aquel niño, un correr presuroso, pero sigiloso para llegar lejos y no ser visto por nadie, la fuerza de sus manos y brazos para aferrarse a la columna que escalo para ver a su alrededor, la velocidad de sus piernas en búsqueda de algo con que escribir, cuando Ela regreso a la realidad sentía el cuerpo pesado había bailado con tanta energía que su cuerpo se había dejado llevar por las memorias convirtiéndolas en un baile enérgico con tanto fuego que sentía sus mejillas calientes.
Una leve sonrisa se formaba mientras respiraba con fuerza tratando de recuperar el aliento.
‘Su nombre era…’