Otra mañana de domingo
donde el tic tac del reloj
es el único ruido
me siento tan afligido
como si hubiesen pasado ya varias décadas
aquí
en este sillón viejo
donde hablo a solas conmigo mismo
donde espero paciente
la llegada de la muerte.
Mientras tanto pasa el recolector de basura
con su canción fúnebre
y cada vez más marchita
mucho más marchita que ayer
mi alma.