Querido diario:
Creí que después del rodaje del videoclip —esa montaña rusa de luces, errores con estilo y gestos capturados en cámara— el mundo nos iba a regalar al menos una noche de silencio.
Pero no.
Justo cuando me estaba quitando el delineador con una toallita que olía a lavanda y nostalgia, sonó el teléfono.
Mensaje de Sonaluz. Directo, breve, cargado de expectación.
"¡Hola, A Dos Voces! El rodaje fue espectacular. ¡Gracias por darlo todo! 🎬 Para completar su álbum necesitamos más canciones. ¿Tienen nuevas ideas que podamos grabar esta semana? Algo distinto sería bienvenido."
Leí eso tres veces. Lo sentí en el estómago como pregunta con presión disfrazada de posibilidad.
Algo distinto. Una propuesta nueva. No sólo "algo más"... algo que aún no existe en lo que ya mostramos.
Me quedé mirando el techo. No respondí. No escribí. Me dormí con la idea como eco.
Y esta mañana... Gabriel apareció.
Sin aviso. Con mochila desordenada, auriculares colgando, ojeras en modo creativo y una libreta entre sus manos como si contuviera algo que quería saltar.
—Tenés que leer esto —dijo, antes incluso de saludar.
Yo, todavía con desayuno en modo lento y zapatillas de estar en casa, me senté en el sofá con expresión de "¿tan urgente es?"
—Es una canción. No es como las que hicimos. No tiene dulzura. Pero sí tiene voz. Mucha voz.
Me extendió la libreta. Tapas negras, esquinas dobladas, un post-it naranja con letras que decían "cuidado: esto dice cosas".
Empecé a leer.
No era balada. No era coreografía. Era letra. Pura. Real.
Con golpes como verdades que no piden permiso. Con versos como respuestas a preguntas que nadie hizo pero que igual merecen sonido.
"Antes me pedían que me calle, ahora el eco pregunta por mi nombre."
"No grito, pero cuando hablo el pulso cambia, y no es por estilo: es porque ya no escondo."
Sentí el pecho apretado. No de incomodidad. De reconocimiento.
Esto también somos. Los que se aguantaron cosas. Los que no siempre tuvieron espacio. Pero lo conquistaron sin romperlo.
—Esto hay que grabarlo —dije sin pensarlo.
—¿En serio?
—Con todo lo que tenemos.
Mandamos el demo esa misma mañana. Pista casera. Grabación con ruido al fondo. Pero energía brutal.
Tania respondió más rápido de lo habitual:
"Es fuego. Pero fuego controlado por corazón. Vamos a hacer una prueba en estudio. Queremos verlo con ustedes ahí, en directo."
A las 3:00 p. m. estábamos en el estudio.
Nada decorado. Nada fingido.
Tomás ya tenía la base armada en la consola. Martu filmaba con la cámara de detrás de escenas, sin chistes, con el gesto serio de quien sabe que lo que va a pasar no necesita humor añadido. Cami se quedó en la esquina, tomando notas que parecían apuntes de emoción más que de estilo.
Gabriel se puso frente al micrófono. Yo al costado. Luz suave. Ambiente tenso como antes de las tormentas.
Respiró hondo. Y dijo:
—No sé si esto suena a A Dos Voces. Pero sí suena a lo que nunca dijimos.
Silencio. Tomás levantó una ceja. Y arrancó la pista.
Comenzamos.
Verso. Golpe. Pulso.
Gabriel rapeaba como quien escupe cosas que no le caben más adentro.
Yo entraba con melodías ásperas. Ni dulces ni duras. Como eco con espinas. Como diálogo sin filtro.
"No vinimos a sonar lindo. Vinimos a sonar cierto."
Tomás miraba la consola sin respirar. Martu capturaba todo. Cada gesto. Cada mirada rápida. Cada parpadeo que no se controlaba.
Terminamos la primera prueba. Yo con la mano temblando. Gabriel transpirado. El estudio... en pausa.
Tania se levantó. No habló enseguida. Tomás cerró la sesión sin mirar para arriba.
Y entonces ella dijo:
—Esto no es solo una canción. Es un punto en el mapa emocional del álbum. No vamos a suavizarlo. Vamos a amplificarlo.
—¿Lo grabamos? —pregunté, bajito.
—Lo grabamos como está. No hay que pulir lo que ya se siente.
Después nos quedamos solos un ratito. Sentados en el piso. Mirando los parlantes apagados.
Gabriel me miró. Me empujó con el hombro. —¿Viste?
—¿Qué?
—Que también podemos sonar valientes. Aunque no cantemos dulces.
Yo le sonreí. —Y también somos esa canción. La que no busca gustar. La que solo quiere decir: "Esta soy yo. Con todo."
Querido diario:
Hoy no brillamos. Hoy ardimos.
Y descubrimos que a veces el arte no tiene que ser bonito. Tiene que ser verdadero. Y eso... también se baila.