Notas invisibles

Día 52 - Lo que el eco devuelve cuando se canta sin miedo

Querido diario:

Hoy fue uno de esos días que no tienen nombre fácil. Porque no fue ni rodaje, ni grabación, ni presentación. Fue un día de mirar hacia atrás y decir: "¿Escuchaste lo que hiciste?"

Los productores de Sonaluz nos citaron a las 10:00 a. m. en la Sala B, esa que ya no parece solo oficina de creativos sino una especie de cápsula donde se proyecta el corazón sin necesidad de subtítulos.

Nos dijeron que nos querían mostrar los resultados de la grabación de ayer. Esa canción nueva. Esa que nos desvió del estilo suave. Esa que grabamos con voz temblando pero mirada firme.

Y también querían grabar nuestro detrás de cámaras. No el de la técnica. El de la emoción.

Gabriel llegó con una campera amarilla que gritaba "¡no soy calmado!" y sus auriculares colgando como estandartes de artista post tormenta.

Yo llegué con una libreta nueva (sí, otra más), porque decidí que hoy merecía escribir cosas que sonaban diferente. Y llevaba los jeans con manchas de pintura que me hacen sentir como "obra sin pulido, pero con mensaje".

Nos sentaron frente a una pantalla.

Tomás encendió los monitores. Martu preparó una cámara pequeñita que no hacía ruido ni interferencias. Tania apareció con su termo y su típica frase de apertura:

—Hoy no venimos a aplaudir. Hoy venimos a procesar.

Nos miramos. Y empezó.

La canción sonaba diferente a cómo la grabamos. No porque le agregaran cosas. Sino porque ya no era nuestra. Era la grabación.

No era la idea. Era la versión que la gente va a escuchar. La que va a rebotar en auriculares, parlantes de autos, playlists que no preguntan antecedentes.

Escuchamos juntos.

Silencio durante el primer verso.

Hasta que Valentín, que había entrado sin hacer ruido, soltó:

—Ey. Eso suena como si estuviera caminando por la calle y alguien dijera "no me mires así... yo también tengo historia."

Todos sonrieron.

Gabriel, en cambio, se cruzó de brazos. Miraba la pantalla como si tuviera miedo de emocionarse demasiado frente a nosotros.

Yo me arrugué la nariz. Ya sé. Me pasa cuando estoy nerviosa, lo sabés bien.

Pero esta vez era más por esto está pasando de verdad. El demo que nació con miedos... ya es canción con peso propio.

Cuando terminó la canción, hubo un instante de microsegundos donde nadie quiso hablar.

Hasta que Tomás giró su silla.

—Es buena. Pero va a sonar mejor cuando el resto del mundo la escuche como ustedes la sienten.

—¿Qué significa eso? —pregunté.

—Que todavía pueden mejorar cosas. No técnicas. Sino interpretativas.

Tania abrió una carpeta. Sacó tres hojas con anotaciones. Y las leyó como quien lee cartas que no quieren cambiarte, pero sí empujarte más lejos.

—"Verso tres: Gabriel, jugás con la voz grave, pero podrías sumar una subida emocional, algo que haga que la gente sienta que ese verso no es solo rap... es confesión."

—"Puente: Sofía, cuando decís 'mi temblor no pide disculpas', te quiebra la voz. Hermoso. Pero si lo volvés a grabar mirando algo que te duela, probablemente se escuche distinto. Más como llanto contenido. ¿Te animás?"

Yo me quedé muda.

Gabriel me miró.

—¿Y si lo hacemos?

—¿Ahora?

—No para corregir. Para experimentar.

Grabamos un poquito. Tomás nos dejó solos en la cabina, solo con Martu grabando desde afuera.

Nos preguntaron cómo nos sentíamos antes, durante y después. Todo quedó en el detrás de escenas.

Y estas fueron las frases que se grabaron:

Gabriel:

—Yo pensé que esta canción iba a sonar como "parte del álbum". Pero suena como algo que podría explicar el álbum. Es nuestra voz más directa.

Yo:

—A veces me da miedo que la gente piense que estamos intentando sonar valientes. Pero la verdad es que estamos... aprendiendo a decir lo que nos costaba. Y eso no se puede disfrazar.

Gabriel (segundo intento):

—Si nuestros fans escuchan esto algún día, quiero que piensen: "No me representa todo, pero me representa en ese momento que no sabía cómo decir lo que sentía."

Yo (respuesta final):

—Y si no les gusta... también está bien. Porque esto no es para gustar. Es para que nadie sienta que su voz es demasiado intensa para sonar.

Cuando terminamos la grabación y las entrevistas, el equipo nos abrazó. No aplaudieron. No celebraron.

Solo abrazaron.

Tania nos dijo:

—Esto no lo vamos a incluir solo como bonus track. Va a ser columna vertebral del álbum.

Martu apagó la cámara y dijo:

—Ya tengo el nombre del detrás de cámara. Lo voy a titular: "Las voces que ya no piden permiso."

Gabriel me miró. Y dijo:

—Eso también podríamos decirle al álbum completo.

Yo asentí.

Y, aunque no hice ningún gesto exagerado...

Arrugué la nariz.

Pero esta vez... fue de pura emoción.

Querido diario:

Hoy no dije tanto. Pero grabé todo.

Y creo que, por primera vez, nuestras canciones no sólo hablan por nosotros... empiezan a hablar por otros también.

Y si alguna vez alguien escucha esto y siente algo que les hace decir "yo también" ... entonces el ritmo valió la pena.



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En el texto hay: cantantes, inspiracion, sueño

Editado: 10.09.2025

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