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Capítulo 40: "♫El ritmo de mis tierras gauchescas♫"

Las cuerdas de una esplendorosa guitarra se tensaron, y con ella el pelaje de una Gata Persia se ha erizado, revelando así a una mujer proveniente de su perdido como lejano hogar que despliega sus dotes maravillosamente, haciéndole honores a su pueblo caído: Arglina. Todos conocemos bien a esta forastera, o quizás no, pero hasta ahora ha participado y demostrado que valora a sus compañeros hoy… más que nunca. Es así que, con un intenso fulgor se plantó en los ojos de la señorita un bárbaro deseo, y después de soltar un maullido gauchesco, hizo sonar con entusiasmo su guitarra, invitando de esta manera a los allí presentes a acompañar su candente interpretación.

—¡He aquí amigos, Diamant Stela, la Gata Persia a su servicio! —gritó como presentación, e inmediatamente sus dedos habilidosos, se movieron quemando las cuerdas, y con ello derrochando su poder en una chacarera que, incesante pasajera, hacía bailar las notas en el aire acompañadas de un intenso zapateo que, sumaba la sazón de su voz, que no se vio rendida ante la oposición del dragón.

♫ “Cuando el sol se mese,

No hay quien lo ennegrece,

Pues la vida de esta chacarera todo lo acontece.

Y si hay algo de lo que me arrepienta,

Sin lugar a dudas no es conocerte.”

Las cuerdas seguían tiritando debajo de las yemas de su dueña, y sus demás compañeros, se dieron cuenta por fin que el fuego había cesado por el momento, más que nada porque la criatura ahora peleaba con Diamant, quien daba todo de sí en su sonata.

♫ “Refugio considero tus labios,

Grandes también para dar consejo,

Un abrigo que no encuentra ninguna especie de complejo.

¡Situaciones de amantes y grandes cortejos!”

La peliazul agitó su poncho y el viento lo ondeó elegantemente, a su vez, el sudor que producía su rostro caía majestuoso sobre la tierra, dando claras señales de que el esfuerzo que entregaba era muy feroz, pues trataba de dominar una bestia que tenía el quíntuple de su tamaño, no obstante, la valentía de Diamant daba que pensar, aunque tal vez no a los catalizadores, a excepción la futura reina, quien se vio motivada por aquel heroísmo que ahora les estaba salvando el pellejo.

—¡Sigue así Diamant, yo me encargaré del resto! —aseguró la princesa, después retiró el escudo y se preparó para una nueva invocación. Mientras tanto, la Gata Persia asintió a su petición, y puso más esmero en su proceder, sin embargo, el ritmo se calmó un poco para llenar de confusión al sabio, y así, cuando se dio cuenta, una gran cantidad de hilos de araña, lo aprisionaron.

“La luna santa se despeja,

Lenta y hermosa domina,

La claridad de la lucha refleja como un espejo la tierna herida,

¡Declara con un beso una guerra despellejada en tu cima!”

“Tratando de conquistarte,

La tierra endulza la herida,

Sabiendo que te quería me aferré al gran estigma,

¡Y atraparte pude al fin dominarte con mi encantadora cercanía!”

Profundas se escucharon aquellas últimas notas, e igualmente así se interpretaban los rugidos ensordecedores de Gaikoz por la trampa; la desesperación que tenía era notable, pero éste no podía liberarse por más que lo intentaba, y para colmo, el conjuro que preparaba la doncella llamada Léa Milenios, por fin había concluido.

—¡Oh amo y señor, ten piedad de aquellos que han perdido el camino, pues tuya es la responsabilidad de guiarlos! ¡Libera tu puridad! —aquella luz platinada que no veían desde lo que pasó en el pueblo de Babil, enrolló a aquel monstruo, para así, finalmente, liberar su corazón de la oscuridad que aterraba al mundo.

—¡Miren eso! —señaló Alik al dragón, quien ahora, desde su pecho, podía notarse fácilmente cómo salía una aleación de cadenas aferradas fuertemente a un micrófono en su centro, el cual fue liberado apenas las mismas se rompieron y, al caer a los pies de los aventureros, se destruyó por el mismo impacto.

—¿Un micrófono? —preguntó Alik tomando los restos de éste del suelo, para mirarlo a más detalle, mientras que Iris vino después asomándose a su lado, aunque no antes de dejar bien acomodado a Zaid en el suave pasto.

—Creo que es el mismo que le quitamos a True en el pueblo de Babil —declaró la pelinegra.

—Ahora está roto, pero al menos no nos dará más problemas —mencionó dejando caer los restos al suelo. Poco después, se dieron cuenta abruptamente, que la chacarera había cesado, y con ello, las energías que mostraba la muchacha gatuna, dejando a Diamant en el suelo sentada e igualmente agitada, además, su guitarra también descansaba a su lado, mientras que el temible Gaikoz, ahora se divisaba desvanecido no muy lejos de su paradero.

—¡Purificación completada! —declaró la princesa con todos los buenos ánimos, pero al instante siguiente, se puso de cuclillas por el cansancio completamente sudorosa—. ¡Estoy exhausta! —dijo al dejar salir un profundo suspiro, en lo que usaba su báculo como sostén. Desde aquí, los dos catalizadores se dividieron entre sus amigos; ahora eran los únicos que quedaban en pie con un disimulado agotamiento; víctimas del cansancio, reaccionaron tardíamente, y notaron que no podrían volver por el camino que cogieron en un principio, pues al divisar detrás de ellos, inexplicablemente se encontraban ya sobre las montañas a una altura considerable.




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