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Capítulo 47: "♫Tiempos de Lazos♫"

A veces nos confiamos a sonatas de gente que no conocemos realmente, y luego, días posteriores, nos lamentamos por eso. Así es el hombre: confiado, amante de lo inesperado, pero también poseedor del título apasionado. A sabiendas de lo anterior descrito, podríamos ahora mismo confirmar que Alik Reverse se destaca por su impetuoso descontrol, aun así, haremos hincapié principalmente en sus sentimientos, ya que éstos se desbordaban como lo hace la lava de un volcán. No obstante, solamente su presencia no bastaría para llegar hasta a quien deseaba recurrir, en cualquier caso, ya era demasiado tarde para darse cuenta de esto debido a su obstinado proceder. Internado ahora en el bosque de lianas, en donde éstas que eran más vivas que las mismas serpientes e incluso iban más rápido que el chasquido de un látigo, buscaban atrapar a nuestro descuidado aventurero entre su frondosa vegetación, en cambio, aún con todo, no lograban hacerlo. Sin embargo, a pesar de que tenía un buen estado físico, lo cierto es que nuestro atractivo catalizador estaba empezando a cansarse de tanto esquivar, y su mortalidad no podía considerarse una ventaja, por consiguiente, el desgaste le produjo un traspié que lo puso en bandeja de plata ante sus enemigos.

—¡Maldición! —gritó Alik al ver cómo esas cosas se arrojaban a él con toda la intensión de capturarle, aunque pese a todo pronóstico, rebotaron contra algo invisible que lo envolvía.

—¡Amo Alik! —gritó una voz familiar que se venía acercando: era Zaid.

—¿Zaid? —dijo sorprendido el pelinegro aún sentado en el suelo, hasta que llegó su compañero a su lado, y lo levantó tomándolo la mano.

—Este sitio no es la clase de lugar al que deba internarse sin protección —aseguró el rubio agitado, pues lo había seguido corriendo un largo tramo—. Por otro lado, ¡deje de ser tan temerario! ¡Debería escuchar más a los demás! —el reproche por fin había llegado a los oídos del galán del grupo, quien hizo un gesto de desagrado, no por el regaño en sí, sino porque creía que Zaid era lo suficientemente tonto como para no darse cuenta de la emergencia por la que pasaban, y aunque Alik pensaba eso, en realidad solo se trataba de Zaid siendo más precavido.

—¿Eres idiota o qué? —espetó Reverse mientras se ponía de pie en lo que aquellas cosas rebotaban contra el escudo que había puesto Zaid—. ¿No te das cuenta del peligro que corre esa enana molesta?

—No se trata de eso —le respondió poniendo una cara de angustia mientras soltaba la mano del contrario.

—¿Entonces? ¿Qué es lo que te pasa? ¿No me dijiste que competirías conmigo por el amor de esa mocosa? —le mencionó, y luego se cruzó de brazos.

—Vuelvo y repito, no se trata de eso; solo soy precavido —aseguró.

—Precavido o no, deberías mantener ese comportamiento tan molesto que tuviste en el acantilado, así como la arrogancia que me mostraste al plantarte frente a mí y decirme todas esas pavadas sobre esa chiquilla —le aclaró Reverse, quien por lo visto le guardaba aún mucho rencor por lo sucedido—. Démonos prisa, no sabemos cómo puede estar esa niñata —en cuanto a Zaid, se había sorprendido por la extraña forma de dar ánimos que tenía el de mechones dorados. Ahora bien, no tuvo tiempo de contestarle nada coherente, principalmente porque éste mismo le mostró la espalda para luego echarse a correr; la forma tan veloz de sobrellevar el asunto por parte de su amo, nada más le entregaba la oportunidad de simplemente acompañarlo en su travesía, la cual tenía que ver con el objetivo de salvar a la que el mismo rubio denominaba como princesa. Por otra parte, el zorro tenía que admitirlo, Alik se podía comportar como un tarado muchas veces, pero cuando realmente se lo proponía, decía cosas que llegaban a lo más profundo de uno, por lo que, resolver este asunto, implicaba una gran carga de valentía por parte de nuestros héroes, en especial, porque si se encontraban con Hakim, tendrían grabes problemas con la ausencia de la princesa Léa. Así que, hablando de la muchachita antes mencionada, ella se encontraba resguardando a los afectados del navío de Melba.

—¡Eso fue toda una sorpresa nya, pero logramos salir vivos nya! —mencionó felizmente la Gata Persia, después de todo, de lo único que tenía que preocuparse ésta misma, era de tener que estrujarse la cola para quitarle la humedad.

—¿No se cansa de estar siempre con la misma expresión? —le preguntó Melba acercándose a Léa.

—¿A qué te refieres? —se volteó hacia él la princesa.

—A pesar de que hemos arribado con éxito a la orilla sin ningún tipo de baja, su cara sigue siendo la de la misma parca —aseguró el capitán del barco ya hundido.

—Es que mis amigos… —mencionó ella sin completar la frase.

—¡Yo puedo rastrearlos nya! —saltó Diamant al rescate en lo que levantaba su mano.

—¿Lo dices enserio Diamant? —expresó con sorpresa el enmascarado.

—¡Sip, sip, nya! —agitó varias veces la cabeza confirmando lo ya dicho.

—Entonces no hay que perder tiempo —Léa se quitó el pañuelo que tenía sobre su sien, y se lo entregó a Melba.

—¿Por qué me das esto? —él sujetó la prenda y miró luego a la princesa algo desconcertado.

—Quiero que lo conserves como símbolo de nuestra amistad —le dijo ella.

—Eso es ridículo, en especial porque fueron mis camaradas quienes te prestaron esa vestimenta —mencionó él mientras una gota de sudor bajaba por su mejilla.

—No lo entiendes Melba. No importa su origen, sino lo que representa —aseguró la rubia mientras movía un dedo con aires de grandeza. La futura reina a pesar de que era un poco soberbia, tenía un punto al respecto, y deseaba pagar algún día su deuda con el chico, eso, aunque quizás ya lo habría hecho al salvar a sus camaradas de semejante tragedia.

—No entiendo tu proceder, sin embargo, voy a aceptar tal oferta —informó el enmascarado, de ahí que miró a la gata gauchesca, y le dijo lo siguiente a ella—. Estaré esperando tu regreso, y también el de tu memoria —Diamant asintió con su cabeza animadamente, y luego Melba se acercó a acariciar ésta—. Recuerda que las promesas que se hacen en el día de viento son eternas.




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