Nova Era

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            El sol en mi espalda me relajó mucho más, gotas de sudor bajando por mi nuca en lo que peleaba con las canastas pesadas en mis manos. Estaba mucho más agitada de lo normal, mis músculos se quejaban demasiado para unas simples canastas, y debajo de la mirada curiosa de Claire, sólo pude esforzarme el triple para que no fuera tan obvio.

En lo que sus hermosas manos hacían crecer fruta, verduras y hasta condimentos y esencias que desconocía cómo después cumplía con el proceso necesario para obtenerlo, yo fui su mula de carga. Pasamos por los manzanos, unos bananeros que habían logrado hacer crecer a pesar de la dificultad de la zona. Con los naranjos, Claire agarró demasiados, mis manos temblando bajo la canasta en lo que ella me recriminaba que teníamos que ingerirlos más, no en jugo, sino en su totalidad. Más vitamina C o algo así.

Terminé teniendo una clase sobre los beneficios de cada fruta en lo que, tras robarle una carretilla a otra agricultora que no me vio llegar después, arrastré los kilos y kilos de verduras y frutas que mi amiga se esmeraba tanto en agarrar. Me pregunté si todo eso entraría en nuestra pequeña cocina, y con ahora una boca más que se sumaba de vuelta a nuestro departamento, empecé más a dudar si era suficiente. Claire me ayudó con la carretilla de madera, las dos sudando más de lo necesario y ella me cedió uno de sus pañuelos para poder ponerlo alrededor de mi cabeza y que mi pelo no se pegara a mi frente.

—Y yo pensaba que entrenar era más matador que esto… —gruñí al seguir empujando la carretilla con mis manos extendidas, mis pies hundiéndose en el barro bajo mis pies—. Cuando traté de ser agricultora, a mi manera, me peleaba solo con una canasta.

—Porque eras floja —me burló Claire y jadeé ofendida.

—Dice floja la que estaba dormida.

—Oh, ni se te ocurra-

El habernos reído nos dificultó nuestra fuerza, la carretilla pesando en nuestras manos, y tuvimos que detenernos cerca de otro manzano en lo que ambas tratábamos de recuperar el aire. Tomó de su botella de agua que colgaba en su morral, ofreciéndome un poco en lo que la aceptaba y me hidrataba. Al devolverla, en lo que bajó su mirada a su morral, yo aproveché para frotar mi pecho con suavidad, girándome para darle la espalda. Por más que no estuviese sintiendo ni cosquillas ni nada, sabía que tenía que estar atenta a cualquier cambio en mi pecho. Hiro me había dicho que no hiciera nada, por más que no pensaba que lo había hecho, pero tenía que seguir atenta. Tenía que tratar de entender por dónde ir y a dónde no.

Incluso con la larga mañana que había pasado, con las noticias dadas y reencuentros emocionantes, sus palabras seguían frescas en mi mente. No tendríamos que estar vivas. Y, sin embargo, ahí estábamos las dos. Ella más fuerte, yo no sintiéndome consumida.

—¿Estás bien? —la voz de Claire me hizo girar hacia ella y automáticamente asentir—. Tu rostro está prácticamente bordó.

—Es por tu presencia —le guiñé un ojo en broma y ella revoleó los suyos, riéndose de mi comentario—. Ahora tengo que ocultarlo de verdad.

—No seas tonta —se siguió riendo, dándome un empujón en juego en lo que se apoyaba en la carretilla, también recuperando fuerzas y aire. Claire estaba tan roja como yo, o un poco menos, dada mi situación—. Se enterarán de una manera u otra.

—Yo terminaré como un helado entonces —me reí y ella hizo una cara de espanto.

—¿Y yo? Ceniza —se llevó una mano al pecho, fingiendo más escándalo—. Será en otra vida, mi hermosa Taylin.

Tomé un puñado de laureles frescos que había arrancado y se los tiré, a lo que ella los devolvió en un ademán. Una vez que las risas calmaron, y volvimos a empujar la bendita carretilla, una vez que llegamos a lo que era la entrada del lado agricultor, yo terminé acostada sobre la mercadería en lo que la pobre Claire trataba de explicarle, a quien organizaba toda la colecta, todo lo que habíamos tomado. El pobre tipo miró nuestros estados más con pena que asombro, anotando en un tablero lo recolectado, y tras hacer las divisiones de qué era para la venta y qué era nuestro, la carretilla por fin fue abandonada y empezamos a caminar con las bolsas de tela que Claire había cosido.

Con una bolsa en cada mano, caminé con ella por el mercado. La cantidad de gente por la calle me sorprendió, no habiéndola notado al salir del edificio de Lisa.

—¿Desde cuándo el mercado rebalsa de gente? —fruncí el ceño y Claire resopló.

—Desde que decidiste ser la heroína de Costa Norte —se rio por lo bajo, pasando con cuidado entre las personas que hacían fila para cada pequeño puesto. Ojos curiosos y emocionados cayeron en mí, sonrisas deslumbrándose que devolví en un pequeño saludo. Traté de esconderme un poco detrás de Claire, que levantó las cejas al verme sonrojada—. Quién diría que la supernova sería una persona tan vergonzosa.

—Oh, cállate.

Seguimos luchando para atravesar el mar de gente, muchas voces juntándose tanto entre sí que era como un barullo constante a mi alrededor. Aprovechamos para detenernos en el puesto de Zafira, que estaba moviéndose de lado a lado dentro del cubículo de su puesto, y apenas nos vio a Claire y a mí, nos hizo el ademán para que entráramos. No hizo falta que pidiera ayuda, ya Claire estaba atendiendo al siguiente cliente, y yo acomodaba nuestras bolsas en el piso.

Apenas me di vuelta, Zafira me dio un abrazo estrujante. Se lo devolví con el mismo furor.

—Ya pensaba yo que no te vería por un largo tiempo ahora que el otro gemelo está de vuelta —bromeó, otra persona más que me hacía sonrojar.

—Hola, Zaf —la saludé en lo que me agarró del rostro con una amplia sonrisa. Detrás de ese gesto, sus ojos se veían cansados—. ¿Mañana larga?

—Eterna —dijo, sin relajar sus mejillas—. Pero para bien. Voy a tener que considerar que alguien se sume a cocinar conmigo porque dudo llegar si todos los días se ponen así.



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En el texto hay: romance, revolucion, habilidades

Editado: 29.07.2024

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