Darse una escapada del trabajo era algo que el exitoso y ocupadísimo empresario James VanDime jamás haría, el trabajo siempre estaba antes que cualquier cosa. Sobre todo porque el hombre era un lobo solitario, sin amigos íntimos, familia lejos y, aunque pareciera imposible sin alguna novia conocida. Es por esta razón, que la secretaria, al no encontrarlo en su oficina entró en pánico, más cuando descubrió que su celular estaba apagado.
No había nada en su vida que lo hiciera dejar el trabajo y apagar el instrumento más importante de su vida cotidiana.
Nada excepto un apuesto joven de cabello oscuro y ojos soñadores de nombre Ronald Miller, de quien nadie tenía idea de su existencia, pero podía hacer al empresario correr con una sóla llamada.
James se encontraba en un pequeño departamento, no muy lejos de su oficina, en una gran y deliciosa cama enredado en sábanas abrazando a la mejor compañía que podía tener en ese momento por la espalda.
—En estos momentos no podría desear nada más en este mundo — susurró el hombre de ojos azules con una sonrisa en el rostro acurrucándose aún más.
—¿Estás seguro?— Ronnie, al contrario de Jim, mantenía un rostro serio, molesto y por su tono de voz, Jim lo notó.
—Por supuesto, ¿Porqué lo preguntas?— levantó su cabeza por encima del hombro del otro, esperando ver su rostro. Ronnie se levantó de la nada sentándose en la orilla del colchón y comenzó a vestirse, aún con molestia.
—¿Está todo bien? ¿Ahora que hice?— el castaño no respondió. —¿Amor, estás bien?
—No, James. Nada está bien, yo no estoy bien. — levantó la voz y luego suspiró al darse cuenta de que se estaba alterando. —Esto no puede seguir así — murmuró y giró su rostro a ver a su pareja por primera vez.
—¿De qué hablas? No te entiendo.
—Hablo de nosotros. Estamos juntos desde hace tres años y seguimos escondiéndonos del mundo — James suspiró y se sentó en el colchón también tomando la mano de su amado.
—Ya hemos hablado de esto, Ronnie, sabes como es la gente, más que eso, sabes como es mi familia. Si se llegasen a enterar de que soy...
—Gay, puedes decirlo que sólo estoy yo, eres gay.
—Si se llegasen a enterar de que soy gay, los destruiría y los perdería. Tú y yo estamos bien de esta forma.
Ronnie arrebató su mano de la de James y se levantó poniéndose su camiseta.
—No, tú estás bien, con tu vida doble, tus padres presumiendo al hijo perfecto y tu imbécil esperándote cada noche dispuesto a guardar el secreto porque te ama. Pero ya no, James, yo ya no puedo seguir con esto.
Tomó su chaqueta negra del mueble junto a la cama y se dispuso a salir sólo para ser interrumpido por su pareja.
—Espera, espera por favor — se levantó de la cama dejando caer las sábanas y tomando a Ronnie de un brazo forzándolo a dar la vuelta para quedar frente a frente. Colocó las manos en sus mejillas levantando el rostro del más bajo para mirarlo a los ojos —Te amo, no soportaría estar lejos de ti, por favor.
Ronnie quitó las manos del más alto con las suyas y suspiró nuevamente.
—Voy a cumplir treinta años, James, quiero una familia, quiero gritarle al mundo que soy feliz y quiero que estés a mi lado, pero si no puedes tendré que hacerlo con alguien más.
—Por favor entiende mi situación.
Jim tomó sus manos entre las suyas.
—La entiendo y lo he soportado por años, pero ya es hora de pensar en lo que yo necesito... Lo que voy a hacer me duele profundamente, pero vas a tener que elegir, le dices a tu familia la verdad o me dejas ir. Yo ya no puedo seguir así.
—No me hagas esto, Ronnie.
—Lo siento, tienes que tomar una decisión. Si para el domingo no has confesado la verdad a tu familia, me voy y esta vez no habrá marcha atrás.
Ronnie se alejó dejando sus manos deslizarse con las de James y salió por la puerta.
El empresario tenía los ojos rojos, a punto de sacar una lágrima. No podía creer que estaba a punto de perder al amor de su vida, estaba triste y estaba furioso, consigo mismo por ser un cobarde que no puede decir la verdad al mundo, con su familia por ser tan reservada y tan malditamente prejuiciosa y con Ronnie por no entender la situación por la que él estaba pasando.
Tomó las sábanas y almohadas que tenía cercanas a sus manos y las lanzó contra la pared, llevándose accidentalmente su ropa entre estas dejando caer su celular del bolsillo de sus pantalones.
Frotó sus manos contra su rostro, tallando sus ojos limpiando las leves gotas que amenazaban con caer antes de que pudieran hacerlo. Soltó un suspiro para tranquilizarse, o al menos, fingir hacerlo, era hora de volver a la mentira en la que vivía cada día, era momento de entrar en ese personaje que había forjado con los años. Recogió el aparato del suelo y lo encendió recibiendo todas las notificaciones una tras otra; correos, mensajes, correos de voz, llamadas perdidas, todo llegaba como una avalancha.
Sin consultar nada más, llamó a su secretaria, ella seguro sabría todo y se lo diría más rápido que si él mismo leyera todos los mensajes.
—¿Sally?
—¡Señor VanDime! Que alegría escucharlo, lo he intentado llamar cientos de veces y..
—Sí, discúlpame, se descargó mi celular y no me di cuenta, dame mis recados en orden de prioridad.
—Bueno, el señor Robinson quiere confirmar la junta de mañana para la asociasión.
—Confírmala, por favor.
—El contador pidió verlo esta tarde, su tía Rose lo llamó y por último el doctor Echegaray le dió fecha para su consulta anual de...
—Espera un momento ¿mi tía Rose llamó?— Interrumpió el hombre, su familia no lo llamaba mucho, menos a la oficina. Ellos usaban la línea directa de su departamento y dejaban buzón de voz cuando él no contestaba, pero jamás llamarían a la oficina a menos que fuera algo sumamente importante.
—Sí, dijo que no lo localizaba al celular y que necesitaba hablar con usted pero como ha dicho que la prioridad son los socios y los...