Leonardo
—Buenos días —balbuceó la mujer ante la inesperada aparición de mi madre.
Justo lo que me faltaba, primero recibir una reprimenda por llegar tarde y en ese estado y ahora que aparezca de improviso haciéndonos caer en esa posición tan sugerente. Intento mantenerme sereno, aun cuando el solo pensar lo que mi madre pudo haberse imaginado me hace sentirme alterado.
—Vete —me dirigí a la mujer que me miró espantada, al parecer aún no logra reaccionar. Puedo entenderla, debe estar preocupada de lo que la esposa del presidente de la empresa piense ahora de ella cuando la encontró sentadas encima de las piernas de su hijo. Carraspeo desviando la mirada—. Yo me encargo de explicarle a mi madre, vete tranquila, pero no huyas, nuestra conversación no se ha acabado.
Arrugó el ceño haciendo una mueca con desagrado, pero ¿Qué se cree esta? Pensé refunfuñando por su actitud, ¿Desde cuándo una mujer me responde de esa forma? Sin respecto, más en su posición, soy el gerente general, ella una simple asistente. Pero por ahora lo dejaré pasar, ya verá en cuanto volvamos a encontrarnos, que no piense que me he olvidado de que ha provocado un caos en mi vida que antes era casi perfecta.
Se puso de pie sin dejar de mirarme para luego sacudir su ropa y dirigirse a la puerta para salir de la oficina. Pero mi madre de improviso se puso en su camino bloqueándole la salida, ambos nos quedamos boquiabierto ante su actitud. La mujer se giró hacia mí esperando mi explicación, pero ni yo entiendo qué pasa por la cabeza de mi madre, que sigue sonriendo, pero con una malicia que me asusta.
—Dime querida, ¿Cuál es tu nombre? —le pregunta en un tono de mando que espanta a cualquiera.
—Señora, de verdad lamento lo que vio, pero le juro que no es lo que piensa, el señor aquí presente y yo…
—¿Cuál es tu nombre, cariño? —la interrumpió sin dejar de sonreír.
La mujer se quedó callada, y titubeó antes de responder con firmeza.
—Rafaela Torres —respondió incómoda.
Mamá sonrió entrecerrando los ojos como si planeara algo, tensé mi rostro, sé que cuando hace eso nada bueno resulta, y creo que la chica asistente también lo ha notado, ya que luce intrigada y preocupada por el silencio de mi madre que parece analizarla de pie a cabeza.
—¿Quieres ir a cenar con nosotros? —le preguntó de la nada.
—Mamá, ¿qué estás diciendo? —señalé sin entender sus razones para invitar a una muchacha que acaba de conocer a cenar ¿Qué le pasa?
—Lo siento, no le entendí bien —respondió la mujer confundida, dirigiendo su atención a mí y a mi madre como si esperara que alguno de los dos le aclarara lo que estaba pasando.
Entrecerré los ojos, molesto, de seguro que mi madre solo se está vengando, ya que en ese instante fijó su atención en mí, y la maldad en ellos me hizo morderme la lengua, no puedo entenderla, siempre ha sido así, pero ya soy un hombre adulto para que siga con sus juegos sucios usándolos para castigarme por salirme de sus reglas.
—Vuelve a tu puesto —le ordené a la muchacha confundida, con dureza, no por ella, sino para que salga lo más pronto antes de convertirse en el juguete de mi madre.
Hizo el ademán de salir y esta vez mi madre la dejo salir.
—Nos vemos, cariño, la invitación queda en pie —señaló sonriéndole.
Me acerqué cerrando la puerta y dirigiéndole la mirada, esperando que se explicara por qué le ha dicho eso a esa mujer. ¿Quiere jugar conmigo o qué? Sin embargo, me ignora tomando asiento con tranquilidad. La seguí esperando sus palabras, pero al ver que ha sacado un espejo y se empieza a retocar el rubor de sus labios, la impaciencia me empuja a interrumpirla.
—¿Qué acaba de ser todo eso? Si tienes algo contra mí, dímelo, pero no involucres a una simple muchacha que no…
—Solo quiero que seas tú quien se quede a cargo de la presidencia de las empresas de tu padre —habló con tranquilidad fijando sus ojos maliciosos en mí.
—¿Y qué tiene que ver todo esto? —no logró entenderla y tomo asiento en mi puesto intentando atar los cabos sueltos.
—Tu hermano tiene ventaja sobre ti porque tiene novia y va a casarse —indicó para luego ponerse de pie y acercarse a mí tomándome de los hombros—. Desde que Carolina te dejó no te había visto sonrojarte de esa forma por una mujer…
Me dijo eso susurrándome al oído ¿Yo por esa muchacha simple? Pues claro, si cayó sentada en mi entrepierna, no soy de hierro, eso no significa nada. Desvié mi mirada hacia mi monitor y fingí estar leyendo los correos.
—Estás equivocada, no es lo que piensas, solo tuvimos una caída y…
—Te conozco, hijo —alzó sus cejas—. No eres de lo que se pone nervioso por cualquier mujer, y no me importa que me digas que es una muchacha humilde, lo noté por sus ropas, ni que no tiene clase. Mientras te sientas atraído por ella, yo me encargaré de lo demás, confía en mí.
Y sin más salió de mi oficina antes de que pudiera reaccionar ¿Qué idea se le habrá metido en la cabeza? Mi madre es temible cuando empieza a jugar con los otros como si fueran piezas de ajedrez, y creo que ha tomado a esa mujer como otro peón más. Otro punto, si estoy alterado, nervioso, no tiene nada que ver con lo que ella cree, es porque necesito recuperar mi buena suerte, pero si le digo algo así es capaz de encerrarme en un manicomio o que me hagan la lobotomía solo por evitar que mi padre se dé cuenta de mi supuesta locura.
—¡¿Qué voy a hacer ahora?! —quise darme de cabezazos contra el teclado, este día sigue empeorando a medida que avanza.
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Daniel me contempló con una sonrisa incrédula, pero al notar mi rostro serio y tenso, alzó ambas cejas.
—¿Lo dices en serio? —me preguntó mientras le respondí moviendo la cabeza en forma afirmativa—. ¿Es la misma mujer que lloraba en el hotel? No la reconocí.
—Eres la persona más distraída del mundo —refunfuñé desanimado, ni siquiera reconocería a su mamá si la tuvieras en frente.