Rafaela
Desperté con un horrible dolor de cabeza, me senté en la cama sintiendo ganas de vomitar, y sin evitarlo tuve que echarme a correr al baño donde descargué todo lo que había comido el día anterior. Me apoyé en el inodoro intentando recordar lo que pasó. Recuerdo que fui llevada obligada a la cena de los padres del gerente, Leonardo. Y luego de eso, no recuerdo nada. Di un salto poniéndome de pie al reaccionar, tan rápido que perdí el equilibrio y caí al suelo botando un canasto con productos de limpieza que cayeron en forma estrepitosa. Todo aquí luce tan elegante y enorme que definitivamente… ¡Este no es mi departamento! ¡No es mi baño! ¡Ni mi cama! ¿Qué fue lo que hice anoche? Apreté los dientes sin creerlo.
—Ya te has despertado… —se asomó el gerente algo despeinado y con una cara de sueño que no me ayuda en nada.
¿Estoy en su casa? ¿Acaso él y yo? ¡Y yo ni siquiera recuerdo si me puse una ropa interior adecuada! Pero lo peor es que acaso ¿Se ha aprovechado de una mujer inconsciente? Lo miro con asco colocando mis brazos sobre mi pecho como si intentara cubrirlos. No pareció entender en un principio hasta que alzó las cejas.
—¿Qué? ¡No, claro que no! Los verdaderos hombres no hacemos ese tipo de cosas —cruzó los brazos, creo que se siente muy ofendido por lo que he pensado de él—. Por el trago de mi madre perdiste la conciencia, parece no estar acostumbrada a beber alcohol.
Refunfuñó y notó que sigue usando la ropa de ayer y por su aspecto parece haber dormido en el sofá.
—¿Y por qué no me llevó a mi casa? —le reclamé poniéndome de pie.
—No sé en donde vives ¿O hubieras preferido quedarte a cargo de mi madre? —exclamó seriamente y de inmediato negué con la cabeza.
Hubiese sido peor, tal vez a estas horas estaría viajando a una isla del océano pacífico dentro de una caja de madera.
—Mira, no he pasado una buena noche —y es claro por su apariencia y sus ojeras visibles, aun así no sé cómo puede hacerlo para lucir tan bien, resoplo de envidia, mientras él parece un príncipe que viene de una batalla yo, en cambio, debo parecer al dragón de la cueva que se ha quedado sin fuego—, tuve que dejarte ocupar mi cama porque las dos veces que te deje en el sofá, las dos veces te caíste y te golpeaste la cabeza.
“Con razón me duele tanto” pensé sobándome la frente, pero espera un momento, ¿Dos veces? O sea, no le bastó solo una vez que me di un golpe en el piso, sino que espero otro para decidirse a dejarme usar su cama. Arrugué el ceño, a veces puede ser un caballero, y otras un egoísta, bien merecido sus ojeras. Mascullé ante su expresión que no parece comprender por qué lo miro de esta forma.
—Ok —señalé molesta—, ahora necesito volver a casa.
Pero antes de eso mi estómago gruñó con fuerzas y no pude evitar recordar esa sabrosa y delicada carne de aquel lujoso restaurante que no pude probar ni un poco, resoplo desilusionada por la oportunidad que perdí y todo por culpa de ese maldito trago.
—No sé cómo puedes tener hambre luego que acabas de devolver todo —señaló hacia su baño.
Pensaba responderle, pero su estómago fue el que reclamó esta vez, y tosió avergonzado desviando la mirada.
—Voy a darme una ducha y luego preparo algo para que comamos —me indicó dándome la espalda.
—También necesito una ducha
—Bien, báñate primero, aunque te aviso que tengo problemas con el agua caliente —me dijo.
No me asusta, preferiría bañarme incluso con agua fría para poder sacarse esta primera y ojalá última resaca de mi vida. Me duché con rapidez, el agua se siente agradable, caliente y relajante. Cuando terminé me sequé mirando mi ropa ya usada, pero no tengo otra opción, no creo que el gerente vaya a tener ropa de mujer aquí y si la tiene me haría dudar de su supuesta heterosexualidad.
Apenas salí del baño, el aroma a comida hizo que mi cuerpo casi corriera a la cocina. Aquella de refrigerador, cocina, microondas en tono negro esta debajo de un tejado de vidrio que hace que la luz ilumine el lugar como si estuviéramos al aire libre, la cocina está en medio de la sala de estar y el comedor, algo que no había visto antes, y altos ventanales a los costados que van desde el piso hasta el alto cielo, desde la mayor altura desde una esquina a otra de menor altura. El piso es de madera, y los muebles tienen bastante espació para darle un aspecto agradable, aunque tan pulcro que no imagino como lo hace para mantenerlo limpio, luego recuerdo que es niño rico, de seguro vienen personas a limpiarle el lugar. En todo caso, esta casa luce tan particular que de seguro fue construida por un arquitecto amante de lo distinto.
—¿Aquí vives con tus padres? —le pregunto por qué el espacio es demasiado grande para una sola persona.
—No, solo yo —dice preparando la comida con una habilidad que solo había visto en la televisión.
Vaya, sí que le gustan las cosas grandes ¿Tendrá algún complejo? A mí, en cambio, me aterraría vivir en una casa tan grande, siempre en las películas de terror persiguen a gente que vive en casas grandes.
Empieza a cortar unas verduras y lo hace con tanta maestría que no puedo evitar mirarlo admirada, es como si fuese experto en lo que hace.
—Vaya, sabe cocinar —señalo sorprendida.
—Soy chef, especializado en cocina internacional, graduado con honores a la edad de quince años —respondió sin mirarme.
Entrecerré los ojos con fastidio, rico y ahora un genio. A los quince yo solo lidiaba con el acné, las novelas y el anime. Suspiré, siento que a veces el gerente brilla tanto que me enceguece. Que es como esos galanes de novelas románticas, que hacen de todo y son sementales en la cama. Pensando en eso no pude evitar bajar la mirada para luego subirla de inmediato antes de que se diera cuenta.
—¿La tendrá tan grande como galán de novela cliché? —le pregunté sin pensarlo.
—¿De qué hablas? —me mira sin entenderme.