Noviembre

Noviembre

Esa tarde de noviembre, los rayos dorados del sol de la tarde entraban por la enorme ventana del quinto nivel del edificio. Desde ahí podía ver el parque, las personas que caminaban y los autos que transitaban. Hablaba por teléfono con uno de los tantos clientes cuando te vi pasar. Caminabas a paso rápido atravesando el parque. Te observe hasta que entraste a un restaurante de comida rápida. Tus pasos divertidos y juguetones me hicieron sonreír. En ese tiempo aún era un practicante de Auditoria, con demasiados sueños y metas.
Varios días después, por caprichos de la vida, casualidad tal vez o quizás el destino, decidí ir por un café al restaurante de comida rápida. Entré y te vi sonriendo a todas las personas. Tomabas el pedido y cobrabas a cada uno con una sonrisa que contagiaba. Llegué hasta ti y me sonreíste de la misma forma.

Sinceramente no creo en el amor a primera vista, porque contigo fue más que eso. Fue una conexión instantánea a algo que tarde o temprano tenía que pasar.
Quería decirte ¿en dónde demonios habías estado? Pero la pregunta tonta que peleaba por salir murió al instante en que te escuché hablar. 
Dulce y suave, alegre y demasiado inocente. No importaba como sonora tu voz, pero me llenaste de algo que hasta hoy aún trato de descifrar. 
Quizás fue la adicción a tu voz, a tu sonrisa, a tus ojos negros y llenos de brillo o simplemente a ti, que me hizo regresar día tras día con la tonta excusa del café. ¡Y que estupidez! A mí ni siquiera me gusta el café.

Cada día disfrutaba verte y esperaba hasta la última persona de la fila con tal de contemplar un poco más de ti. Disfrutaba leer una y otra vez tu nombre escrito en esa plaqueta que llevabas puesta.

Flora

Un nombre perfecto para ti. Algunas veces sentía que tus ojos me observaban, pero cuando trataba de buscar algún indicio de interés de ti en mí, solo encontraba esa sonrisa tuya, tan inocente y sensual que me hacía olvidar todo.

Y entre cada café y cada pequeño intercambio de palabras, empezaste a llenar mis pensamientos, poco a poco... lento. No importaba la hora ni el día o el lugar, simplemente aparecías en mis pensamientos y me hacías sonreír. Y cómo odiaba sentirme de esa manera, sin tener la oportunidad de protegerme y en silencio adueñaste de mí.

Quise darte a entender demasiadas veces mi interés por ti, pero tenía miedo de hablar y que te burlases de mí por sentir esto que no tiene nombre. Así que callaba todo aquello que tú hacías explotar. Y el tiempo corre tan rápido como el viento en otoño. Mis prácticas terminarían pronto y yo estaba asustado porque ya no te vería más. Decidí que ese mismo día te diría algo más que dejara en claro mis intenciones, arriesgando todo. Caminé decidido hasta el restaurante cuando te vi en la parte lateral del local. Estabas junto al contenedor de basura, casi corría hasta ti, pero me contuve. Y mientras me acercaba a ti, noté que algo no estaba bien y que algo te pasaba.

  • ¿Estas bien?

¡Qué absurdo! Me daba cuenta de que estabas mal pero ahí estaba, como tonto haciendo preguntas de tonto. No respondiste nada y simplemente guardaste silencio.

  •  Por favor dime lo que te pasa.

Suplique. Pero tu silencio me desesperaba. Te empecé a bombardear con muchas preguntas y tú no respondías a ninguna. Cansado de que no levantaras tu rostro y me vieras, tomé tu quijada y la alcé hacía mí.

Jamás en mi vida había visto semejante escena. Tu rostro era una verdadera obra de arte. Era tan dolorosamente triste y a la vez tan sublimemente hermoso. El tono rosa tenue en tus párpados, en tus mejillas y en tus orejitas... el rosa de tu nariz que llegaba hasta tus labios carnosos que temblaban por la desesperación de no echarte a llorar. Tus ojos brillaban por las lágrimas que intentabas retener. Sin ser sensato de lo que hacía, mis dedos recorrieron cada detalle de tu perfecto rostro, haciendo que tus ojos se cerraran. El aroma a madera cítrica de tu perfume llenó mis pulmones con una esencia que quedaría guardada para siempre en mi ser. Las palabras quedaron atoradas en mi garganta. Quise estrecharte en mi pecho y protegerte de cualquiera que te hiciera daño. Y aunque parezca estúpido, eras la tristeza más bella que jamás he visto. Tus labios llamaban incesantes a los míos, haciendo que cada segundo fuera tan difícil de soportar. Y cuando estaba dispuesto a tomarlos, la puerta lateral del local se abrió y el gerente del restaurante salió.

- ¡¿Qué haces aún aquí?! ¡Entra y arregla lo que has hecho!

Los gritos que te daba tu jefe me enfurecieron. Te vi entrar casi tropezándote con tus pies. Y yo empecé a reñir con él, pero por más que intenté saber qué era lo que pasaba no pude saber nada.

Decidí hacer algo y te esperé hasta que tu turno acábese. No quería entrar y causarte más problemas.

La vida sin duda nos hace jugarretas que muchas veces no comprendemos. Nos preguntamos una y otra vez 
¿qué hubiese pasado si...? 
Y nos reprochamos con el "mejor hubiera hecho o dicho" y entonces nos resignamos a vivir nuestra vida así. Esos eventos nos marcan por siempre, para tomar mejores decisiones en el futuro y no dejar ir las oportunidades.

Fuiste ese amor fugaz que jamás olvidé. ¿Cómo olvidar aquel día? Te espere por horas y nunca saliste. Desesperado por tu ausencia y asustado por la situación que no imaginaba que pasabas, decidí entrar y preguntar por ti.

- Ese ladrón ya se fue. No lo busque más.

Había sido la agría respuesta de tu jefe pendejo. Estaba completamente seguro de que fuera lo que fuera que haya pasado, tú no eras un ladrón.

Mis prácticas terminaron y con ellas también terminaron mis oportunidades de verte. Seguí con mi vida, viviendo cada día. Tomando oportunidades que creía correctas. Intentando ser un buen profesional y viviendo una vida saludable. Tu recuerdo llegaba a mí, como una brisa fresca que me hacía suspirar. Cada día, por mucho tiempo, estuviste presente en mí. Me preguntaba qué había sido de ti. Qué había pasado aquel día, quien eras y hacía donde habías ido. Hasta que un día, sin darme cuenta, ya no te pensaba más y ya no te extrañaba. Ya no me reprochaba el no haber actuado antes. Deje de buscarte en las redes sociales por si algún día aparecías.




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