Félix Holfman:
Me giré a la persona, que me había tocado el hombro.
— Quiero hablar contigo, Félix. — no sé qué quería Case, pero no perdía nada por saberlo.
— Vale.
—Aquí no, vayamos a un lugar más tranquilo. — dijo él, la verdad es que intimidaba un poco, siempre iba con su cara sería, la gente lo respetaba y nadie se atrevería meterse con él, con lo poco que llevaba en el instituto St Laurent, situada en California, me había dado cuenta de que nadie hablaba de Case, y cuando se acercaba todos mantenían silencio.
Andamos por los pasillos, llenos de estudiantes ya que ahora había otra clase, todos iban de un lado a otro. Seguimos caminando, y nos paramos en una puerta, sacó unas llaves de su cazadora de cuero negro y abrió la puerta que daba al almacén en el que la señora de la limpieza guardaba los utensilios que necesitaba.
—Entra. — no suena como una petición, más bien suena como una orden. Entro, y después él entra detrás de mí, cerrando la puerta.— Creo, que ya sabrás de quién te quiero hablar.— niego con la cabeza, el se rasca con un dedo la barbilla, y me mira serio sin un ápice de emoción en su cara. No sé si me he metido en un lío. En lo que llevamos de curso, nunca me dirigió la mirada o se percató de mi presencia. Ni siquiera entablamos una conversación, aunque fuera de monosílabos.
Niego con la cabeza. No tengo ni la más remota idea, de lo que quiere hablar conmigo.
—Yo si fuera tú, no me dejaría encandilar por Savannah.
— ¿Por qué? ¿Qué tiene ella de malo?— me mira con la ceja levantada, como si no se creyera que no supiera algo que debería saber.
— ¿No te has enterado de los rumores?— me pregunta.
— No suelo escuchar, lo que los demás dicen. — Digo encogiéndome de hombros. — Me parece absurdo, juzgar a alguien sin conocerlo.
Mi madre, siempre me dijo que no juzgará a alguien, ya que cada uno es como es. Que cada persona, tiene sus motivos para comportarse de una manera, aunque no sea la deseada.
— Que bonitas palabras, mi corazón está que se eclipsa. — sus palabras llenas de sarcasmo, me molestan. Odio, que me hablen con demasiado sarcasmo— Solo te doy un consejo, ten cuidado con ella, no es de fiar.
Abre la puerta y sale de allí.
Yo también salgo y me dirijo andando por los pasillos a mi clase de educación física.
Case Carter dándome un consejo, ese chico solo me da mala espina.
Ahora debo prepararme para una de las clases que más me gustan.
Pero lo que me alegra más, es que ya se el nombre de la chica rubia, de ojos grisáceos. Savannah, es un bonito nombre. Savannah Smith, suena bien.
Case Carter:
Después de avisarle, de que se aleje de ella, busco con la mirada a la rubia sarcástica y de ojos grisáceos y la encuentro, metiendo unos libros en la taquilla y sacando otros.
Le voy a enseñar, quién manda aquí. Bueno, más bien la voy a molestar-
Apoyo mi cuerpo en la taquilla que se aproxima más a ella, sigue metiendo cosas sin voltear la mirada.
— Quería decirte una cosa. — no sé si lo está haciendo queriendo, miro sus orejas y me doy cuenta de que tiene auriculares en ellos, se los quito y ella por fin me mira.
— ¿A qué viene eso?— me pregunta mirándome molestia, tiene la ceja derecha enarcada, desde que he empezado a hablar con ella, no la he oído levantar la voz ninguna vez y eso me saca de quicio. Ya que, debería estar muy molesta. — Si tienes algo importante, dilo ahora o calla para siempre.
—Quería recordarte, que a mí no hay quién me rete. Además tu hermano me debe mucho dinero. — ella se mira las uñas, como si fuera lo más importante que ha visto en su vida. Esta chica es irritante, no es como las demás. Me mira como si no me tuviera miedo.
— Mira, si vas a venirme con esas. Puedes irte por dónde, has venido. — Cierra la taquilla de un golpe, y me mira entrecerrando los ojos. — Si pudiera recordar lo que pasó esa noche, podría juzgar por mí misma. Pero como no puedo, no pienso darte la razón, a una persona que me ha tratado de mala manera desde el principio.
Abro los ojos, porque me ha sorprendido. Esa noche sabia que tuvo un accidente, que fue culpa mía. Pero no sabía que fuera de gran magnitud. No pensaba decirle, que yo fui culpable de lo que pasó.
— ¿Me estás diciendo, que no recuerdas lo que pasó esa noche?— ella asiente, y no dice más.
— Bueno, de todas formas no te tendré empatía.
— Yo no te la he pedido, pero no te preocupes no me moriré por no tener de tu atención. — era fría como el hielo, pero siempre tenía algo que decir, y eso me molestaba.
— Si quieres puedo refrescarte la memoria. — intenté decir de manera seductora.
—No gracias, me las apañaré sola. —respondió, entornando los ojos.
Se dio la vuelta y se fue. No me había dado cuenta, de que agarro los auriculares.
Editado: 31.01.2020