Nuestra oportunidad

Capítulo 11: Tammy & Trevor

—Tammy, te presento a mi familia. —Ángela se acercó a la pelirroja y empezó a señalarnos uno por uno.— Ella es mi madre Karla, mi padre Leandro, mi hermano John y para el final tenemos a mis hermanas; por un lado está la hermana que siempre quise, pero la vida fue tan cabrona que hizo que fuera mi hermana por parte de otra madre Jessica y finalmente está mi clon Angie.

—¡Oye, eso me dolió! —Hice un mohín y de paso me llevé la mano al corazón. —Luego se queja cuando digo que no la echo de menos.

—Encantada de conoceros a todos.

—Familia, ellos son Tammara, mi compañera de  piso, y él —esta vez señaló al acompañante de Tammara— es Trevor, su hermano mayor.

Pasamos un rato todos juntos, los amigos de Ángela eran un encanto y las anécdotas que nos contaban eran de lo más ocurrentes.

—… Al final del partido, unos amigos le dedicaron la victoria a tu hermana y ella estaba “tierra tragame”.

De reojo vi como Ángela se aguantaba las ganas de reír y a su vez estaba más roja que un tomate.  

—Trevor, podrías dejar de contar aquello y todo lo que me ponga en evidencia mi dignidad, delante de mi familia, gracias.

 

Al final del día invitamos a los amigos de Ángela para que vinieran con nosotros a Central Park, ellos aceptaron al instante. Para no volver al departamento, nos pasamos lo que restaba de tarde en la residencia de Tammara y Ángela, aunque la primera tuvo que salir con urgencia cuando la llamaron, por lo tanto,  estábamos las 3 solas arreglándonos para la noche. 

He de decir que me sentía incómoda con las miraditas que me lanzaban esas dos, desde que Tammy y Trevor se fueron, no dejaron de contemplarme.  

—¿Me quereis decir algo? —Les cuestioné un poco cansada.

—¡Sí!

—¿Cómo es posible que no te dieras cuenta de las miradas que te lanzaba Trevor? —Indagó mi hermana.

—Cariño, te lo digo en serio, tú, estás de manicomio. Ves fantasmas donde no los hay. —Le comente sin despejar la vista del espejo.— Si fuera por ti, me emparejarías hasta con medio mundo.

—Claro que no —se hizo la ofendida—, yo solo hago mi buena obra del día.

Ante aquel comentario Jess y yo no pudimos contenernos la risa.

—Cariño, tu, lo que tienes es complejo de cupido y aunque no me quejo; porque gracias a ti estoy con Mark. Deberías frenar un poco tu imaginación —le sugirió Jess.

—No es ningún complejo, solo que se me facilita analizar a las personas y leer su lenguaje corporal. —Respondió con simpleza, antes de empezar a aplicarse el labial. —Además, siempre he acertado en esas cosas, he ayudado a algunos amigos y mira si cobrara ya tendría un auto del año y todo.

El tema quedó zanjado con aquello. Luego de arreglarnos arrasamos con el armario de Ángela, buscando algo que ponernos.

—Más os vale que cuando todo esto acabe dejéis el armario tan impoluto como lo encontrasteis —“Sugirió” de una forma no tan agradable Ángela mientras se estiraba en su cama. Ella ya había elegido su atuendo—.

—Si pesada —rodé los ojos, aún sabiendo que ella no me vería. Siempre era lo mismo con nosotras, desordenamos el armario de la otra y luego era cuando venían los problemas, peleabamos porque nos faltaba algún o por lo más común, le dejabamos el armario hecho un desastre a la otra.

Pero todo aquello se detuvo cuando pusimos unas “normas”, en las cuales estipulamos una pequeña sanción, dependiendo de la gravedad del problema.

A las ocho de la noche ya estábamos todas arregladas y listas para irnos a Central Park, el problema vino cuando me acordé de la maleta y de Cody. Ángela tenía todas la intenciones de querer meterme una hostia, ya que el apartamento estaba en la otra punta y Central Park estaba a pocas manzanas de la Universidad. De no haber sido porque Trevero se ofreció como voluntario para llevarme al departamento donde nos hospedabamos, me hubiera llevado un buen golpe.

—Y se supone que tú eres la responsable, ¿verdad?

—Sí, pero para una vez que me pasa a mi, no te puedes quejar. Que en estas últimas semanas me ha pasado cada cosa que alucinarías y mi mente ya no da más.

Los presentes no dijeron nada, y mi hermana lo único que hizo fue levantar las manos en señal de paz.

—Bueno, Trevor me la traes sana y salva. —Mi gemela miro al susodicho y lo miró seriamente.— Recuerda que sé donde vives y cualquier cosa, tengo a la mejor cómplice para ayudarme con lo que necesite —esta vez miró a Tammara,a esta se le dibujó una amplia sonrisa y asintió. Aquel simple gesto, bastó para dar a entender que ella la estaba apoyando—.

—Ya nos podemos ir.

 

El trayecto al apartamento se me hizo eterno, había un silencio sepulcral entre nosotros. Y aunque intente varias veces mantener una conversación no avanzamos mucho, al final solo me puse a mirar como se quedaban atrás las personas y los edificios que nos rodeaban. 

Aparcó en la entrada y bajé corriendo, no sin antes decirle que no tardaría mucho. Esperé a que el ascensor llegará a la primera planta, no estaba tan loca como para subir veinte pisos por las escaleras. 



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En el texto hay: jovenes, amigos, amor

Editado: 13.06.2021

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