Nuestro Anochecer.

1.

TÚ LEY, MI LEY.
 

Si a mi querida hermana no se le hubiera ocurrido escapar de la casa, no estaría en donde estoy ahora. ¿Qué cómo lo sé? Pues Melanie—mi mejor amiga—y yo habíamos decidido realizar una pijamada entre las tres. Cuando fuimos a buscarla a su habitación, casi se nos sale de los ojos al ver que unas almohadas ocupaban su lugar. 
 

Y ella... simplemente no estaba.
 

Tuvimos mucha suerte al llamarla, porque si contestó y después de mil gritadas por mi parte, resignada nos mandó su ubicación. Le hubiera alabado si estuviera en la iglesia esperando el ayuno. ¡Pero no! Tenía que estar en una fiesta. 
 

La música aturde fuerte mis oídos, obligando a que los tape con mis manos. La casa estaba muy llena, incluso se sentía las hormonas flotar por el lugar. 
 

No me llamen aburrida, me gustan las fiestas, pero no en estos momentos. No cuando la momia de mi hermana escapó.
 

—¡Vamos Ailee, aprovechemos esto!—grita Melanie. Entrecierro mis ojos en su lugar mientras saco de mi bolsillo mi teléfono para enviar un mensaje. 
 

¿Dónde estás?
-Ailee.
 

Su respuesta no tardó en llegar.
 

En los baños.
-Adi.
 

Suspiro dramáticamente antes de entrar al gentío que baila y grita como si no existiera un mañana. 
 

Perfecto Ailee, destacas mucho en primer lugar de todas las aburridas. Al menos por ahora.
 

Entre empujones y pisadas a mis adorables pies, logro salir de toda la gente para ir directamente a los baños. Abro la puerta de golpe y agradezco mentalmente que no haya nadie. 
 

Cruzo mis brazos y empiezo a caminar toda empoderada mientras pienso en una muerte lenta, dolorosa pero sobretodo silenciosa para mi hermana. 
 

—¡Adi!—grito e inmediatamente el último cubículo se abre mostrando a una Adi sonriente que me miran con inocencia. 
 

Si cree que se salvará de esa manera, está muy equivocada. 
 

—Hola hermanita—dice soltando un risa nerviosa.
 

Me acerco a ella. —Estas en graves problemas. 
 

—Lo sé, discúlpame hermanita, pero está fiesta es importante para mí.
 

—¿Por qué una fiesta sería importante?—pregunto colocando mis manos en mi cintura.
 

—Es la fiesta del chico que me gusta, Ailee—agita sus manos. 
 

Dramática.
 

—Muy bien—camino a su alrededor—, eres consiente de que te has escapado ¿verdad?—ella asintió rápido. Sabía lo que pasaría—muy bien Adi, ya llegó la hora de la ley.
 

—¡Ailee por favor!—exclama.
 

—Hay que ser justas—me encojo de hombros.
 

—Está bien, que quieres—habla forzosamente.
 

La miro con malicia mientras le digo una lista de lo que quiero por una semana. Cuando mi hermana tenía 11 años, creó su pequeña ley—cosa que no tomé importancia—— Todo empezó cuando me encontró besándome con Cristian, mi ex mejor amigo y novio. La pequeña momia se salió con la suya y me persuadió en contarle a mi padre si no hacía lo que ella quería. 
 

—Eres aburrida hermana, a veces creo que tienes 45 años y sólo eres como esa niña de la película la huerfana.
 

—Ja, ja, ja, graciosa.
 

Movió su cabeza tratando de relajarse. —Muy bien, ahora déjame. 
 

—Está bien hermanita y cuidate. 
 

Salgo del baño riendo por lo conocido de la situación. Paso una mano por mi cabello suelto y me dirijo otra vez más a la pista para cruzar y salir de una vez por todas de este lugar. 
 

Escucho el grito de la rubia loca de mi mejor amiga y la busco de inmediato con la mirada. Me sorprendo cuando la encuentro con Matías. Ambos se estaba besando.
 

Me acerco a ellos dispuesta a interrumpir su momento y cuando lo hago solo me encuentro con los rostros disgutados de mis amigos. 
 

—Vámonos—ordeno.
 

Melanie parece buscar a alguien y se vuelve a mí. —¿Y Adi?
 

—Se quedó. 
 

—Ya veo, aplicaste su ley. Muy conveniente Ailee. 
 

—Su ley, mi ley. 
 

Ambas reímos y miramos a Matías, mi otro mejor amigo, gracias a su ofrecimiento en traernos esta con nosotras. 
 

Melanie se acerca a él de manera coqueta, como siempre. Ya se muy bien que ambos se gustan, pero—alargando la última letra—lo niegan. 
 

—Vamos Mati, es hora de que lleves a estas reinas a su palacio. 
 

Salimos del lugar y al fin puedo respirar otra cosa que no sea alcohol, hormonas...
 

—¿Reinas? ¡Ja! Ustedes no son más que un par de viejas brujas. 
 

Melanie se acerca a él y le da un golpe en el trasero con su pie. Matías estalló el risas mientras abría la puerta del copiloto para Mela. Luego lo hace conmigo y se pone en marcha. 
 

¿Y bien? Como dije antes en pequeñas partes, ellos son mis mejores amigos. Nos conocimos desde la primaria y ahora acabaremos la preparatoria dentro de 5 meses.
 

Mela enciende la radio y comienza a cantar una canción conocida y favorita para los tres. En todo el camino la pasamos cantando y gritando como locos. 
 

Espero que eso cambie la idea de ser aburrida, je.
 

—Muy bien chicas, llegaron a su tenebrosa cueva—dijo Mati aparcando el auto en una cuadra antes de mi casa. 
 

—Siempre tan dulce—me acerco a él y le propino un beso chillón en la mejilla—. Buenas madrugadas y gracias.
 

Bajo del auto y me acercó al árbol que por suerte, queda junta a la ventana de mi habitación. Espero a Mela, que todavía sigue en el auto. 
 



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En el texto hay: humor, romance, desastre

Editado: 20.09.2019

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