Sin embargo, la extraña y favorecedora conspiración habia llegado a su fin, parecía no ser la ocasión en la que los sentimientos desbordantes tomarán el protagonismo del momento.
—Caí, sin darme cuenta sobre ti ¡Discúlpame, estaba un poco desprevenido!—
—¡Tranquilo, no es tu culpa!—
—Lo sé, pero hay algo que quiero decirte —tomó una leve pausa y prosiguió—. —Creo que si no lo digo ahora, no podre decirlo después— inquieto, intentó ser valiente, una sola vez más.
—Dímelo— estaba ansiosa y los largos silencios de él, no ayudaban en nada.
—¡Creo que mejor deberíamos bajar!— El juego estaba deteniendo su oscilación, estaban a punto de llegar al suelo y en cuestión de segundos la puerta se abriria anunciando el fin.
—¡Espera! —Ella, lo sujeto del largo de su camisa, asustada de que su determinación haya cesado—. Pero, dijiste que si no lo decías ahora, no podrías decirlo nunca ¿Qué es?
—Lo siento, pero no me siento seguro, y no quiero arruinarlo—
—No vas a arruinar nada, por favor dilo— Leyla estaba siendo insistente y le era innegable negarse, porque él también se sentía desesperado. No sabría esclarecer por cuanto tiempo más se contendria, su palpitante corazón.
—¡Pero, no te alejes de mí, por favor!—
—¡No podría hacerlo! Te quiero mucho Santi y eres alguien valioso para mí— tomo sus mejillas levantándolas hacia arriba para formarse una sonrisa, él sonrió genuinamente ante el actuar de la chica. De alguna forma, sentía lo que quería hacer, intentaba darle confianza y lo había logrado.
Había preparado un breve discurso para su confesión y lo había repetido constantemente en su cabeza, para así memorizado.
Su padre, el Señor Tzes, le había ayudado con el mismo. La palabra contento era muy poco para describir el gran brillo que iluminaba el rostro del mayor.
Antes había preparado un obsequio, se trataba de un brazalete de amuletos, recordaba bien que ella siempre deseo tener uno y creyó que sería algo lindo ofrecérselo ahora, haciendo notorio lo bien que recordaba las cosas relacionadas a ella.
Mientras salían del extenso lugar, intentaban conversar de temas triviales y sin darse cuenta llevaban las manos cogidas, entrelazando los dedos propios con los ajenos en un intenti de darse fuerzas y apoyo mutuo. Ambos lo necesitarian.
A tan solo una cuadra de la casa, él detuvo sus pasos y ella lo imitó, sabía lo que se venía, estaba preparada o al menos eso intentaba al controlar el temblor en sus manos.
Santiago se posicionó delante de ella y sujetó con ambas manos la mano derecha de Leyla, aclaró su garganta y respiro hondo, su mente daba vueltas; pero trataba de ordenar las palabras, para expresarse con claridad.
—Leyla ¿Recuerdas cuando dijiste que habías oído a tu papá decir que tu mamá era el “El amor de su vida”? Y luego preguntaste si yo tenía a alguien así de importante— Ella asintió recordando rápidamente.
—Hace rato, escuche a mi papi decirle a mi mami que ella era el amor de su vida; y pregunte que significaba—
—¿Y qué te dijo?— se sentía curioso por saber lo que realmente quería decir su pequeña amiga, ya que se veía bastante nerviosa.
—Dijo que es cuando tienes una persona especial, a la cual deseas cuidar y pasar todo el tiempo con ella —tomo una breve pausa antes de volver a hablar— Lo que quería saber, era si tú tienes una persona así—
—¡Sí, esa persona eres tú!— bajo su cabeza, avergonzado y sintiendo sus orejas arder, estaba siendo sincero.
—En aquel entonces, te dije que eras tú esa persona; pero creo que tú tenías una idea contraria a la que realmente yo quería expresar ¡Tú me gustabas demasiado en ese entonces! Provocabas que mi pequeño corazón se alterará como un loco con tan solo una de tus brillantes sonrisas, e incluso ahora, el sentimiento persiste y no ha hecho más que crecer. Ahora me gustas tanto que no se limita a una simple atracción ¡Yo te amo Leyla, te amo con todo mi corazón y alma! No podría ser diferente después de atesorarte todos estos años en los que hemos estado tan lejos— Se sentía nostálgico, sus manos habían sudado en el trayecto y aprovechó que la muchacha permanecía quieta para colocarle el brazalete.
—¿Tú te sientes igual?— preguntó, sintiéndose inseguro ante un frio silencio.
Creer que ese momento llegaria, era muy diferente a estarlo viviendo. No podia describir lo que estaba sintiendo, sus palabras la enmudecieron y sus ojos se crisparon ante tan dulce y sincera confesión.
Cuando quiso responder, ya era demasiado tarde, no supo como pasaron las cosas y lo último que diviso fue el miedo y la gran expectativa que contenian los ojos de Santiago.
Su visión fue cegada ante una luz brillante proveniente de un carro, al segundo sintió como su cuerpo fue lanzado muy lejos, pero no por el impacto del automovil. Santiago la había arrojado hacia el otro lado de la calle, intentando protegerla.
Al regresar en sí, pudo notar el brazalete que había sido colocado con cuidado en su mano, y en su mente permanecía rondando la amorosa declaración. Lo que sus ojos presenciaron la asustaron tanto y por instinto solo pudo gritar para pedir ayuda.
Editado: 16.11.2024