Nuestro Estado Natural

3.2 Desería ser

Durante el medio día Scarlett me invitó a almorzar junto a otros cuatro compañeros, aunque pensé esquivar su propuesta con alguna excusa, no logré articular nada gracias a los alaridos del protagonista, mi consciencia "Esfuérzate, avanza, se social" Recomendó aquella voz interna, la positiva. Yo ya había entrado en una etapa madura, si durante los años escolares fue imposible formar parte de importantes grupos, tal vez el momento de redención había llegado.

Silenciosa, los acompañé.
Por delante iban dos chicas y dos chicos escandalosos, gritones y bufones de quienes no recordaba los nombres , ninguno pasaba de los treinta, la mayor era Scarlett que me dijo acababa de cumplir veintinueve.

Sentí decepción al reconfirmar que continuaba siendo la misma, extraña y ajena a la mayoría, no se trataba solo del primer día, porque mi comodidad en breves minutos junto a las personas definían nuestro futuro tipo de relación y con aquel cuarteto posiblemente nunca llegaría a compaginar, yo solía ser una intensa intuitiva.

La peliblanca les pidió que se comportaran por respeto a mí, lo que ocasionó que entre bromas me pidieran perdón, no me gustaba limitar a la gente, cada quien era lo que era, prefería una espontaneidad sincera antes que una falsedad bonita, les respondí que no se preocuparan, a mí no me afectaba, así que decidieron pasar a hacerme preguntas y hubiera preferido seguir escuchando sus locuras, sostuve más fuere la lonchera térmica con forma de manzana verde, adentro llevaba algunos trozos de huevo, lechuga, rábano y tomate.

-¿Cómo te ha ido esta mañana? ¿Scarlett te ha tratado bien? -introdujo uno de ellos, el rubio cachetón regordete

-Claro, es una excelente maestra -Alagué contenta, en realidad me gradaba, era paciente y centrada -Ya aprendí muchas cosas

-Ella es la mamá gallina y nosotros sus pollitos, si tienes una duda, si quieres un consejo o solo desahogarte, ve con Scarlett. ¿Sabes que es lo más gracioso? Que está mujer. -La de ojos rasgados colocó su mano en el hombro de ella -Fue la última de nosotros en entrar

-No sigas que me harás llorar -dijo limpiándose una lagrima imaginaria -Yo siempre estoy para ayudar en todo lo que pueda, adoro hacerlo.

-Nuestra chica es la mejor, no hay otra como Scarlett Hansen -apoyó el compañero flaco y altísimo, que parecía un gótico -Eh... Do...Di -quiso recordar mi nombre

-Soy...

-¡No, no me lo digas, no me lo digas! -suplicó -¡Dinorah!

-No, tontín -contestó Scarlett - No es Dinorah

-¡Te llamas Dayanna! -opinó la morena bajita de cabello casi afro

Sacudí la cabeza.

-¡Ah, demonios! -rezongó

-¿Danielle? ¿Dorothy? ¿Diana? -Pretendió participar la asiática -¡Demetria!

-¡Eres Rowan! -Alguien por fin logró recordar mi segundo nombre, fue raro, nadie me decía así. Lo sacó a luz el chico de anatomía gruesa. -Es que mi mamá también se llama Rowan

-¿Hablas en serio, Tom? -exclamó sarcástica mi capacitadora.

Nos reírnos por la graciosa coincidencia, aclaré que prefería ser llamada Deborah, Debbie o Debb. Al menos el pequeño juego sirvió para que cada uno se volviera a presentar.

Otro problema nació cuando frente al mostrador de comida de la cafetería, a ninguno se le apeteció nada "Que asco, conejo asado y espárragos, otra vez" Gruñó May Kodaw, chica birmana, entonces, de pronto tuvieron una mala idea, la de proponer que todos fuéramos a comer a una hamburguesería llamada "The little farm" Recién abierta en el centro comercial.

Sus palabras esfumaron mi expresión comoda.

-¡Lo inauguraron ayer, es la opción perfecta! -opinó Shane Makenzie, el altote, entusiasmado -Desde hace tiempo se ha vuelto mi restaurante favorito, el más grande está cerca del Piccadilly, podría comer allí todos los días

-Rayos, ustedes siempre impiden que empiece la dieta  -se lamentó la morenita, Ariana Irwin -Quiero una con doble queso

-¿Dieta? Tu no lo necesitas -replicó  Scarlett. Si yo hubiera conseguido una libra por cada vez que alguien me decía lo mismo, no trabajaría nunca. A Ariana la destacaban sus curvas definidas, en especial las piernas anchas, senos voluptuosos y cintura moldeada. - De una vez también le damos la bienvenida a nuestra nueva compañera, ¿no creen?

Hizo referencia a mi.

-¿Te parece bien, Deborah -inquirió Tom Maxwell, a veces se cansaba con apenas decir tres palabras a causa de su sobre peso -Nos queda una hora exacta

-Yo... es que yo -balbuceé

Me sentí entre la espada y la pared, tuve que tragar saliva lento. No, jamás, nunca, el día anterior ya había sobrepasado los limites en comida chatarra, imaginarme tragando más hidratos de carbono, azucares y gluten, me provocaba pavor.

-Verán, es que... traje... -levanté mi fruta hermética -Traje comida

-Ay, no te preocupes, puedes guardarla en el refrigerador, yo te invitaré -exclamó contenta Scarlett, estaba siendo demasiado buena conmigo, rechazarla sería algo terrible para la imagen que quería dar, no sabía actuar, no sabía hacerlo, lo único que lograba era elevar mis niveles de inseguridad, conocer personas nuevas no se me daba bien, por tal razón prefería evitarlo

-Deacuerdo -acepté forzada -Gracias.

Sabíamos las escaleras electricas mientras me mordía las uñas preocupada, iba ingeniando maneras que me permitieran no probar nada, el dichoso centro comercial quedaba a tres minutos, llegamos en los autos de Scarlett y Tom

Para nadie fue sorpresivo encontrar a otros trabajadores allí, cerca de la puerta, estaba la recepcionista acompañada de dos mujeres más, desprendían un aura pesada, materialista, falsa, como quien sonríe por hipocresía, levantaron las manos viéndonos unir dos mesas y despreocupadas por mostrar algún tipo de disimulo, se quedaron murmurando.

-Esas víboras no dejan de criticarnos, un día le diré sus verdades a la ponzoñosa de Seraphine -Siseó May

-Debe... ser por mi -repuse nerviosa -Yo la saludé y no respondió



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En el texto hay: ciencia, depresion, drama

Editado: 27.10.2021

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