El sol entraba tímido por las cortinas blancas, y el murmullo suave de voces en la cocina me obligó a abrir los ojos.
Bajé las escaleras aún con la bata puesta, el cabello alborotado, los pies descalzos. No esperaba ver la escena que me recibió:
Cody, impecable con la camisa remangada, estaba sentado en la isla de la cocina con Colyn sobre sus piernas. Mi niño tenía restos de panquecas en las mejillas y jugo en las manos. Reía como si el mundo no tuviera grietas.
Y por un segundo... solo por un segundo... mi corazón se llenó de ternura.
Pero luego volvió la realidad.
Anoche no vino.
Prometió. Y falló.
Otra vez.
—Buenos días —dije, sin disimular la frialdad en mi voz.
Cody alzó la mirada.
Sus ojos buscaron los míos con culpa mezclada con necesidad.
—Buenos días, amor.
—¿Dormiste bien en la oficina?
Silencio.
Colyn balbuceó algo mientras hundía los dedos en el cabello de su padre, y Cody aprovechó para acomodarlo en la silla alta.
—Podemos hablar —dijo finalmente.
—Claro. ¿Vamos a fingir que no dijiste que vendrías anoche? ¿O que no dijiste que estabas “arreglando las cosas”?
Cody se acercó, con paso lento, casi con cuidado, como si midiera el terreno.
—Anny, la reunión se alargó. Salieron temas legales nuevos que no estaban previstos. No fue mi intención, te lo juro. Renata te iba a avisar que iba a llegar un poco tarde.
—Claro. Como siempre. No fue tu intención. Pero cada día tienes una excusa nueva. Esa tipa está controlando NUESTRA VIDA. —Mi voz subió, estaba harta—. Ahora ella es quien avisa cuándo llegas, cuándo sales. ¿Qué mierda es todo esto?
—¡Anny, estoy haciendo TODO lo que puedo! —alzó la voz también—. ¡Estoy cargando una empresa, tomando decisiones, asegurando el futuro de esta familia! ¿No puedes apoyarme por una maldita vez sin reproches?
Me quedé congelada.
—¿Apoyarte? ¿APOYARTE? —Una risa sarcástica se escapó sola—. ¿Sabes cuántas veces he tenido que inventarle cuentos a Colyn para explicarle por qué su papá no llegó? ¿Sabes cuántas noches se quedó dormido con el peluche abrazado, esperándote?
—Anny...
—¡No! Sabías que tu hijo estará de cumpleaños en menos de tres semanas y ni siquiera sabes si vamos a tener pastel, o qué quiere TU HIJO.
Cody apretó la mandíbula. Su pecho subía y bajaba con fuerza.
—Colyn tendrá todo lo que quiera, Anny. Él puede pedir...
—¿A quién? ¿A Renata? ¿Por qué no la metes también en NUESTRA CAMA?
Giré sobre mis talones y subí las escaleras furiosa. Tiré la puerta del baño con fuerza, me di un baño rápido y me vestí para ir a la universidad.
Cuando bajé, Colyn estaba listo en la sala y Fernando nos esperaba en la puerta. Cody no estaba.
Me subí al auto, Fernando cerró la puerta y se sentó en el copiloto. El chofer arrancó. Dejé a Colyn en la guardería y seguí a la universidad.
El día pasó lento. Cuando iba saliendo...
—Anny —la voz conocida me hizo voltear.
Alex, con su sonrisa de siempre, venía hacia mí con su mochila colgada y esa forma relajada de caminar, como si el tiempo nunca lo apurara.
—Hace tiempo que no te veía —dijo—. ¿Todo bien?
—Sí... bueno, no exactamente —sonreí—. Cosas de adultos.
—Entonces necesitas un café y una buena charla.
—Claro.
Nos sentamos en la cafetería frente a la uni y empezamos a conversar. Por primera vez en días, me relajé. Alex me hizo reír.
Después de despedirnos y prometernos vernos al día siguiente en clase, busqué a Colyn en la guardería y fuimos a comer helado. Fernando no se separaba de nosotros. Después fuimos al parque.
Desde ese día, Cody y yo no dejamos de discutir. La semana siguiente fue como si estuviéramos a la defensiva el uno con el otro. Y con eso todo empeoró, porque Colyn empezó a notar la tensión, lloraba más.
Cuando su papá desayunaba con nosotros, no quería que Cody se fuera. Conmigo se pegó aún más.
Alex se volvió como un pequeño rayo de luz.
Zoe estaba un poco recelosa, pero no me importó. Estaba tan frustrada que terminé discutiendo con mi mejor amiga.
—Anny, él no te ve como amiga, ¿acaso estás ciega?
—Solo estás celosa de que ahora me la pase con él.
—¿Qué? ¿Acaso dijiste eso? No lo puedo creer, Anny.
—Es la verdad, él me ha estado apoyando.
—Apoyando, ajaja —soltó Zoe con sarcasmo—. Lo que está es confundiendo y tanteando el terreno para derrumbar todo.
—Es mi amigo. Él sí me escucha, me entiende, me apoya.
—¿Y yo no, Anny?
—Tú defiendes a Cody.
—¿Estás loca, Anny? O está hablando tu frustración porque siempre te he apoyado. Me mudé a tu casa por ti.
—Yo no te lo pedí.
Y cuando lo dije, me arrepentí.
—Zoe...
—Entiendo, es mejor que me vaya.
Desde esa noche no he vuelto a ver a Zoe.
Colyn la extraña, la llama.
Editado: 01.09.2025