La temperatura era, obviamente, demasiado elevada, tanto que, a pesar de haber cubierto mi cuerpo con agua, esta comenzaba a secarse apenas un par de minutos de haber entrado en la casa.
- ¡Chico! – empecé a llamarle - ¡Chico! ¿Dónde estás?
Empecé a toser tras aquella pregunta.
- ¡He venido a sacarte de aquí! ¡Grita para que pueda escucharte!
Una vez más, la tos volvió a apoderarse de mi cuerpo haciendo que las lágrimas se me saltaran por el escozor. Justo cuando me estaba frotando los ojos, el sonido de un llanto llegó hasta mis oídos. Rápidamente me dirigí hacia el lugar del que provenían, viendo cómo, un niño de unos nueve años de edad se escondía bajo una mesa.
- Tranquilo – dije al acercarme a él.
Al principio pareció bastante aliviado pero, en cuanto supo quien era su rescatadora, se quedó bastante sorprendido, he incluso asustado, pero no dijo nada.
Sin pensarlo más, lo cogí en brazos y me encaminé hacia la salida. Justo antes de llegar al final, un trozo de madera comenzó a caer sobre nosotros, pero cubrí al niño y este cayó mi hombro.
- ¡Ah! - gemí de dolor.
El niño me miro asustado.
- No pasa nada – le calmé - ya mismo salimos - sonreí.
Segundos después, nos encontrábamos fuera. Cuando salí, dejé al niño en el suelo y este corrió hacia su madre llorando.
- Ella me ha salvado – dijo el niño – Es buena.
Por primera vez en años, quise abrazar y llenar de besos a alguien.
Aunque los adultos no pensaban lo mismo que ese niño.
****
Aquella mañana me desperté y salí del barco sin decir nada a nadie. Quería estar completamente solo.
En mi paseo por el poblado, los gritos y ruido de los habitantes llamaron mi atención y por eso decidí ir hasta el lugar. Me quedé lejos, manteniendo una distancia prudente como para que no me metan en sus asuntos – si no fuera necesario – y me dediqué a observar. Allí pude ver como aparecía la chica que conocimos el día de ayer y, a su vez, como todo el pueblo la rechazaba con miradas o palabras.
Quería bajar y matarlos a todos por ser así con ella.
Sin más, y tras una discusión con los pueblerinos, la chica se adentró en aquel lugar. Mi corazón no podía parar de latir, ¿por qué tardaba tanto? Estaba completamente desesperado pero, para mi suerte…aquello no duró mucho.
- ¡Mamá! – escuché al niño correr hacia su madre, en aquel momento fue cuando solté el mango de las katanas que estaban listas para ser desenvainadas y cortar toda aquella pequeña casa de madera.
Pero lo que ocurriría después, me dejó sin habla.
¡Hasta aquí el capítulo de hoy!
Espero que lo hayáis disfrutado muchísimo!
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AUTORA DE: Kaori, la esfera mágica.
EDITORIAL: Ediciones Arcanas.
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Editado: 24.03.2021