El sol brillaba con fuerza cuando la isla apareció en el horizonte. Desde la cubierta del barco, la observamos con atención. Se veía tranquila, con grandes extensiones de bosque rodeando un pueblo amurallado en el centro. Era diferente a las islas a las que habíamos llegado antes. Algo en su estructura y en el diseño de los edificios me recordaba a los libros antiguos que había visto en la biblioteca de Robin.
—Oye, Nami, ¿qué isla es esta? —preguntó Usopp, ajustando su tirachinas mientras miraba hacia la costa.
Nami revisó el Log Pose en su muñeca antes de responder:
—Es una isla sin nombre registrado en los mapas oficiales, pero parece ser una aldea medieval.
—¿Medieval? —repitió Luffy con emoción—. ¿Eso significa caballeros y castillos?
—Eso significa que debemos ser cautelosos —interrumpió Robin con su calma habitual—. Este tipo de islas suelen ser muy cerradas con los extranjeros.
Y no se equivocaba.
Apenas pusimos un pie en el puerto, los pocos pobladores que estaban por ahí se quedaron inmóviles, observándonos con desconfianza. Algunas madres tomaron de la mano a sus hijos y se alejaron con rapidez. Otros susurraban entre ellos, lanzándonos miradas nerviosas.
—Tsk, nos están mirando como si fuéramos monstruos —murmuró Zoro, cruzándose de brazos.
—Somos piratas —le recordó Sanji con una sonrisa torcida—. ¿Qué esperabas?
—Este pueblo parece estar bien organizado —mencionó Robin, observando las calles con interés—. Aunque nos temen, no están entrando en pánico.
—Porque los piratas aquí no son comunes —dijo Nami—. Además, nuestras ropas nos delatan de inmediato.
Y tenía razón.
A diferencia de los habitantes del pueblo, cuyas vestimentas eran simples, rústicas y de colores apagados, nosotros parecíamos sacados de otro mundo. Si queríamos evitar problemas, teníamos que encajar.
—Bien, vamos a comprar ropa —ordenó Nami, señalando a Robin para que la acompañara—. Ustedes quédense aquí y traten de no llamar la atención.
—Demasiado tarde para eso —murmuré, notando cómo la gente seguía observándonos.
Un par de horas después, las chicas regresaron con varios paquetes.
—Muy bien, escuchen —dijo Nami, repartiendo las prendas—. Esto nos ayudará a mezclarnos mejor con la gente.
Uno a uno, fuimos cambiándonos en una zona apartada del puerto.
Luffy llevaba una camisa blanca holgada, un chaleco marrón de cuero, pantalones oscuros y botas altas. Aunque su ropa parecía la de un aventurero despreocupado, su energía seguía siendo la misma de siempre.
Zoro tenía una camisa de lino beige con las mangas remangadas, un chaleco de cuero verde oscuro, pantalones marrones y un cinturón para sus espadas. Se veía como un mercenario errante, alguien que encajaría perfectamente en un pueblo medieval.
Sanji vestía una camisa con cuello alto y una corbata suelta, un chaleco negro con detalles dorados, pantalón ajustado y botas elegantes. A pesar del cambio de estilo, seguía pareciendo un noble.
Nami llevaba un vestido marrón con corsé ajustado y una capa ligera. Las botas altas completaban su imagen de joven viajera.
Robin optó por una blusa de manga larga con un chaleco oscuro, una falda larga y una capa con capucha. Su apariencia la hacía lucir como una sabia misteriosa.
Usopp tenía una camisa beige con un cinturón grueso, pantalón de tela resistente y guantes sin dedos. Parecía un explorador en busca de tesoros.
Franky, por supuesto, tenía su propio estilo: llevaba una armadura ligera de cuero encima de una camisa sin mangas y un pantalón amplio de tela gruesa. Se veía como un guerrero curtido en batallas.
Brook vestía un traje con chaqueta larga y detalles dorados, pantalones oscuros y un bastón de madera. Parecía un músico errante, perfecto para un ambiente medieval.
Chopper tenía una túnica marrón, pantalón corto y una capucha con orejas de animal. Era adorable.
Y yo... llevaba una blusa blanca de manga larga con un corsé oscuro, pantalón ajustado marrón y botas hasta la rodilla.
—Ahora sí pareces una espadachina de verdad —comentó Zoro con una pequeña sonrisa.
Sentí un leve calor en mis mejillas, pero no dije nada.
—¡Bien! ¡Ahora sí podemos explorar! —exclamó Luffy, ajustándose su chaleco.
Suspiré. Algo me decía que esta isla guardaba más de lo que parecía a simple vista.
Y así, con nuestras nuevas apariencias, nos adentramos en el pueblo.
La aventura apenas comenzaba.
El bullicio del pueblo era mucho más fuerte ahora que no nos observaban con recelo. Con nuestras nuevas ropas, parecíamos cualquier otro grupo de viajeros, y la gente dejó de apartarse al vernos. En cierto modo, era extraño. Me había acostumbrado tanto a las miradas de miedo o asombro cuando llegábamos a una nueva isla, que esta reacción era inesperada.
Nos dispersamos poco a poco. Sanji, por supuesto, fue a buscar comida para el barco, emocionado con la idea de probar ingredientes nuevos. Usopp y Franky decidieron investigar la herrería local, y Luffy... bueno, él simplemente se fue corriendo hacia lo primero que llamó su atención.
Yo caminé con Nami y Robin. Ellas no parecían tener un rumbo fijo, simplemente exploraban con la calma de quien ha hecho esto muchas veces. Observaban los puestos del mercado, los edificios de piedra y madera, las banderas ondeando en lo alto de algunas torres.
—Es un pueblo interesante —comentó Robin, pasando los dedos por el lomo de un libro expuesto en un puesto—. Su arquitectura es más refinada de lo que esperaba.
—Lo que significa que hay dinero aquí —respondió Nami con una sonrisa satisfecha—. Eso siempre es bueno para nosotros.
Yo apenas prestaba atención a la conversación. El lugar, aunque era raro por parecer tan antiguo, medieval, era bastante acogedor. La gente del mercado estaba muy animada, habían niños corriendo, familias paseando, pastores con sus cabras, gente comprando, entre otros. Incluso pude ver un par de caballos por la costa con el que parecía ser su dueño.
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Editado: 03.04.2025