Número 033

Fragmento 1. Supremo.

 

Planeta madre, es el término usado para describir el planeta de origen de una especie. El planeta madre es también una carta de presentación para los viajes a otros planetas, sabiendo de donde provienes, los residentes se hacen una idea específica, fuese buena o mala del ser en cuestión.

Los humanos no tenían la mejor carta de presentación.

Su planeta, el planeta tierra había sido conducido al colapso por los peores residentes que podía haber tenido: la humanidad. Los humanos hicieron colapsar a la tierra, provocando con su indiscriminada sobrepoblación y contaminación sequías interminables, decesos de plantas y animales uno por uno, y, por último, desastres naturales incontenibles.

Fueron dichos desastres los vestigios desesperados de un planeta que daba sus últimas exhalaciones, estos provocaron un desequilibrio en todo el ambiente; los gases nocivos y corrosivos despellejaban vivos a la civilización humana, fue entonces cuando se crearon las naves madre tierra, un proyecto generado para preservar la mayor cantidad de vida humana posible.

Como los seres más persistentes, la humanidad fue capaz de viajar por portales hacia otras galaxias, entre esas pudieron encontrar Zeo’n, una galaxia en la cual tuvieron la oportunidad de generar relaciones pacíficas con otros seres, los tan conocidos alíen, aunque, para dichos seres, los humanos eran las criaturas extrañas.

Era la humanidad los verdaderos alíen, intrusos en una galaxia desconocida que albergaba incontables secretos.

Para la humanidad el conocer otras formas de vida, derrumbó la teoría religiosa, política y cultural de que: los seres humanos eran los reyes únicos de la creación.

Desde entonces, las tres ramas del poder se unieron y dieron paso a la convicción de que, había mucho más de lo que se percibía por los ojos. Muy convenientes, pero así eran los seres humanos, adaptables a más no poder. Fue gracias a esa capacidad de adaptación que crearon relaciones políticas y económicas con algunos planetas, con quienes tuvieron muchos problemas para comunicarse inicialmente.

Ante dicha necesidad, un mercader intergaláctico brindó la respuesta. Los aretes de idiomas; instalados permiten al usuario entender y replicar un idioma en específico; fue gracias a los aretes de idiomas que pudieron crear nexos más allá de los imaginados con los alíen.

Un pequeño número de planetas accedió a interactuar con los humanos, algunos los encontraban feos y anormales, criaturas con las pieles descoloridas o demasiado oscuras, sin cuernos, astas o tentáculos. Eran curiosos y dicha curiosidad llevó al planeta Orión a ser el primero en negociar con ellos, gracias a la intervención de los hombrecillos amarillos del planeta desértico, la tecnología de la civilización humana progresó.

Las naves madre tierra, los hábitats de los humanos se volvieron más estables y seguras, además, se permitió su expansión. Entre las enormes naves que flotaban en la galaxia, había una más pequeña alejada.

Gruesos eslabones de Adominio, un metal proveniente de Orión, la mantenían anclada a un meteoro. Dentro, dos hombres sentados a ambos lados de una mesa antigravedad jugaban un juego de cartas desgastadas, apostando alguna parte de su almuerzo para brindarle emoción a sus aburridas vidas.

El joven que tenía el número 204 en pegado en su bíceps derecho se quedó mirando a través del sólido vidrio.

Lo que vivía dentro de la nave prisión de la tierra no era una criatura colosal ni de apariencia peligrosa, sino un joven hombre humano, apacible y delicado flotaba en su habitación, durmiendo como si nada estuviese cambiando alrededor.

—Siento pena por este tipo, es muy joven —dijo el 204.

Un hombre mayor, con el número 104 en su pechera deformó sus cejas y chasqueó su lengua.

—No te fíes de él, es un monstruo, vi lo que le hizo a un tipo una vez, amigo, tú no hubieras querido estar para ver eso.

—¿Lo dices en serio? —preguntó, incrédulo.

Escasamente pasaron dos semanas desde que estuvo montando guardia, pronto vendría otro tipo para reemplazarlo, pero sentía mucha pena por esa persona. De seguro, era su debilidad, pero mirar al tipo rubio con no más de veinte años, aprisionado sin poder vivir su vida le causaba un malestar en el centro del pecho.

Él tenía muchos amigos de la misma edad, soldados rasos como él, si bien, ninguno estuvo retenido en contra de su voluntad, por más agobiantes que pudiesen ser las naves madre tierra en ocasiones, podían ir a cualquier lugar de estas y no se los impedirían.

—En serio —respondió el tipo, poniendo una carta boca arriba.

El número 104 había obtenido la baraja de naipes de su abuelo, quien le enseñó a usarla. Se había vuelto un juego popular, pero la mayoría lo jugaban con hologramas, era el único que tenía todavía una baraja de papel.

—104, sé que no sé nada, pero cuando lo miro pienso en que debe ser una verdadera mierda vivir encerrado —declaró el más joven—, ¿por qué lo tienen aquí?

El número 104 no respondió al instante.

—¿Has escuchado de los supremos? —preguntó, el joven cabeceó dubitativo.

—Solo de nombre, pero no sé qué son.



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En el texto hay: drama, aventura, alien

Editado: 10.11.2023

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