Es increíble cómo las cosas pueden cambiar de un momento a otro. Sin percatarte, todo da un giro de 180 grados; ya no tienes el control de tu vida ni de tus decisiones, todo está planeado, no estás consciente de que en ése instante, todo cambió, pero sí sabes que nada volverá a ser igual.
Miles de ideas y probabilidades rondaban mi mente acerca de la noche anterior. Era realmente increíble que en este punto de la situación, aún creyera que era una broma de mal gusto realizada por una persona sin la madurez necesaria para recaer en las consecuencias que sus actos podrían acarrear.
—Perdón...—Esa fue la primera palabra que escuché cuando recuperé la conciencia—Perdóname Melissa, no debí dejarte sola en esa fiesta, se que debí cuidarte, despierta por favor—Su voz. Era Leonardo. Podía escuchar sus sollozos, tal parecía que estaba a lado de mi, no sé si parado, hincado a la altura de la cama o bien sentado junto a mí. Quería responderle, quería decirle que el no había tenido la culpa, que solo fue un ataque de pánico, pero no podía. Mis ojos se negaban a responder, no podía abrirlos, quería mover mi cuerpo, pero me era aún más difícil.
Me sentía encerrada en mi propio cuerpo, prisionera de mi propia mente. Sus sollozos aumentaban mi desesperación por querer hablarle, por querer decirle que todo estaba bien. Aunque no lo fuera.
—Melissa, el doctor dijo que antes de que te desmayaras, tu presión subió. Necesito que despiertes para que me puedas explicar lo que sucedió y no sólo a mí, también a los policías que están afuera de la sala.
Estaba segura de que a Leonardo le habían dicho que no me dijera nada de esto, pero claramente el los ignoró porque:
1: El realmente nunca hace caso
2: Sabe que siempre quiero saber la verdad sin importar nada
No tenía idea de el por qué habían policías afuera, pero estaba segura que pronto lo averiguaría.
No sé como lo hice, pero logré ir abriendo los ojos de poco a poco, la luz del lugar me cegaba impidiendo ver con claridad el lugar en el que me encontraba. Sabía de antemano que estaba en un hospital recostada en una camilla, pero quería verlo con mis propios ojos.
—¿M-Melissa? ¡¡Melissa!! ¡Mamá!¡Melissa despertó!—Demonios...si no fuera porque estoy con el cuerpo adolorido hasta los huesos, me habría levantado para pedirle que cerrara la boca.
—Leonardo, deja de gritar, estamos en un hospital.
Agradecí el hecho de que mi tía Gaby–mamá de Leonardo– le pidiera que guardara silencio ya que mis oídos se encontraban sensibles a cualquier sonido y sus gritos no me favorecían en nada.
— ¿Q-Qué...me p-paso?—me costó hablar al sentir mi garganta reseca y rasposa. Tragué saliva buscando humedecerla un poco para que ya no doliera tanto, pero el efecto fue el contrario.
—Melissa, ese es el problema. Solo tú sabes lo qué pasó—Cierto. Nadie sabía nada de la llamada que recibí, nadie sabía de los gritos que escuché. Nadie sabía nada.
—Anoche...recibí una llamada—observé como los policías entraban al cuarto. Eran dos en total, uno con una barba bastante desaliñada, sosteniendo una libreta en la mano izquierda y en la derecha un lapicero. El otro policía lucia más joven, tenía una placa diferente al de la libreta y parecía tener un cargo más alto. Por lo mismo fue a él a quien me dirigí.
— ¿Por qué están aquí? ¿Sucedió algo?—era claro que no estaban aquí por la llamada del Número Desconocido, nadie sabía de aquello.
—Se encontró un cuerpo afuera de las instalaciones de la fiesta a la que asistió usted y su acompañante. Según nuestras fuentes, la última vez que habló con alguien fue con usted, por eso venimos a pedirle su declaración—Sacó una fotografía del chico que rápidamente identifique. Era el chico ebrio de la fiesta. Estaba muerto.
Tenía miedo. Tenía miedo de recordarlo todo, sus gritos, su voz, esa voz que tanto escalofrío me causa.
—De acuerdo—suspiré al estar consciente de la gravedad del asunto. Jamás creí que estar metida en un caso de asesinato—Cuando llegué a la fiesta, Leonardo me dijo que lo esperara sentada, que el iría por las bebidas. El tiempo pasó y el nunca llegó, por lo mismo, me levante dispuesta a buscarlo, pero antes alguien me tomó de la muñeca, era ese chico—Señalé la foto— me preguntó que por qué me iba tan rápido. Su aliento delataba que estaba ebrio; me dio mucho miedo el que me pudiera hacer algo así que le dije que se fuera pero el desistió. Cuando lo voltee a ver, su vista estaba dirigida a una parte de la fiesta y cuando quise saber que era lo que llamaba su atención, él simplemente desapareció. Tampoco vi a nadie o nada en la dirección en la que veía. Después recibí la llamada de un número que no tenía registrado diciendo que el chico no me volvería a molestar.
Su voz era extraña, quizás algo distorsionada. Se escuchaban gritos de auxilio y súplicas en el fondo de alguien rogando que no lo mataran. Yo le pedí que no lo hiciera, lo hice muchas veces, pero antes de seguir insistiendo pude escuchar unos disparos y la llamada siendo cortada.
Eso es lo único que recuerdo—el policía que tenía la libreta y el lapicero, anotó todo lo que iba diciendo palabra por palabra mientras que el otro simplemente se dedicó a observarme fijamente.