Mi cabeza palpitaba fuertemente del dolor insoportable por haber llorado. Me encuentro en mí cama, donde supongo me quedé dormida después de tanto aturdimiento por la nota que había visto que me atormentaba y todavía lo seguía haciendo. Me inquietaba saber quién era la persona detrás de esto y por qué quería arruinarme más de lo que estaban eso me asustaba y alimentaba de rabia e impotencia por querer terminar con todo esto de una vez por todas.
Me levanté de la cama y estaba en un mal estado no solo mi cuerpo, sino, mi mente, Busqué calmarme de una vez por todas. Trastabillé un poco para llegar a la nota que se encontraba arrugada en el piso al lado del tocador, la cogí y la guarde dentro de unos de los cajones escondida en mi ropa. Obviamente, no la iba a tirar, tenía que saber quién era y cómo llegó aquí.
De repente algo me vino a la memoria.
No hizo falta sumar dos más dos para saber quién había sido. Recordé al hombre que me ayudó cuando me dio el ataque en la cabeza. Debe haber sido él, no se me podía ocurrir nadie más en estos momentos.
Ahora la pregunta era, ¿Sería él quién era el anónimo y escribía esta nota? ¿O habría alguien más detrás de todo esto?
Muchas dudas se agolpaban de un solo y me estaba impacientando con todo esto, así que, hice lo primero que me vino a la cabeza.
Encontré mi celular en la mesita al lado de la cama y marqué el número de Ethan, dudé si llamarlo o no, pero al final accedí. Al fin y al cabo, no podía guardarme esto yo sola y, Ethan y yo, podríamos encontrar alguna solución juntos como lo hicimos con Sascha. Aunque, tal vez no fue una gran solución, algo es algo.
Contesta a los tres tonos y escuchó su respiración agitada. Fruncí el ceño.
—Te necesito aquí y ahora. Cambio y fuera—dije mordazmente.
—Espera…
Se oyó una voz femenina atrás. Suspiré.
Lo que me faltaba, que estuviera con alguien en estos momento y que ya sé quién es ese alguien.
Lo oigo hablar con esa voz detrás del teléfono y me desespero.
—No me importa lo que sea que estés haciendo, pero ven ya.
Él soltó un resoplido.
—Sky…—comenzó a hablar—, no es lo que piensas.
Solté una risa sarcástica ante esa afirmación. Como si me creyera a estas alturas esas cosas.
—Sí, claro. —respondí en un tono burlesco—. Déjate de estupideces y ven rápido.
—Solo dame unos minutos, yo estaba…
—Ya sé lo que estabas haciendo, no necesito descripciones gráficas. Solo espero que no sea con las persona que creo que es.
— ¡Sky! —exclamó indignado para seguir hablando, pero lo interrumpí.
—Te espero aquí dentro de una hora—espeté mirando el reloj.
—Oye…
Colgué antes de que pudiera decir algo.
No podía dejar de pensar en ese mensaje, entonces traté de distraer la mente haciendo mis deberes universitarios. Tenía varios pendientes como el trabajo que me debe el tal Alan en la materia de Historia de la Economía, también tenía tareas en Matemáticas financieras I y Comercio I, entre otras más, lo cual me estresaba. Sin embargo, tenía que admitir que me gustaba mi carrera.
Desde niña siempre tuve espíritu de vendedora y negociante. En ese momento me acordé cuando Ethan con 10 y yo con 9 años, quisimos empezar nuestro negocio de limonadas para ahorrar y poder comprarnos la última bicicleta del momento como los juegos que había y que nuestros padres no nos querían comprar porque creían que algunos eran absurdos. Desde ahí empezamos en un sinfín de negocios desde vender galletas y muffins hasta artículos de segunda mano que no utilizábamos. Lo hacíamos porque nos divertíamos y otras veces porque necesitábamos cosas que nuestros padres tal vez no querrían comprarnos. Después conocí a Blake en la secundaria y dejamos un poco nuestra tradición de grandes expertos en venta, el problema fue que Blake y Ethan nunca se llevaron bien y a día de hoy no congeniaban o solo lo hacían con todos sus esfuerzos porque tenía una linda y hermosa amiga en común.
Estuve varios minutos haciendo unos trabajos en el computador de mi escritorio hasta que escuché el timbre de la puerta, a través de la ventana se veía el atardecer siendo opacado por la oscuridad de la noche. Me puse de pie y dirigí mis pasos hacia la entrada.
Encontré a Ethan recargado en el marco con su mirada azulada en mí y los hombros cruzados, en una pose de miedo e inseguridad por lo que diría. Se despegó de donde estaba y se fue acercando a mí. Yo lo seguía viendo con una mirada fría y seria.
—Primero que todo, diré que nada de lo que escuchaste es cierto—habló en un intento de mentira.
—Ethan.
— ¿Sí?
Puso ojos de cachorrito.
—Lo que estás haciendo no está bien.
—No es eso, solo…
Levanté la palma de mi mano para evitarlo proseguir.
—SÍ, si es eso—contesté con la calma que me sobraba—.Soy tu amiga y tengo que ser sincera contigo.