Alan.
De todas las situaciones habidas y por haber en el mundo y el espacio de tiempo. ¿Tenía que ser esta?, Digo tampoco es que me moleste, pero…
¿Qué rayos Alan? Claro, que no. Esto no está bien y es incómodo. Mucho. O no tanto.
Mi suerte estaba por los suelos, mis pensamientos en otro planeta y mi cuerpo desconectado de mi mente y buscando un camino con un letrero de “Estamos perdidos”. Sí, estaba exagerando y era un dramático, pero lo haré con la excusa de que estas cosas solo me pasan a mí.
Concéntrate Alan, Concéntrate.
Pero entonces ahí estaba ella. Y yo como un bobo sin saber que decir o hacer. Típico de mí. Bueno, en parte. En fin, la cuestión era que ella estaba ahí con su expresión que pasó de la sorpresa a la confusión mientras masticaba un bombón de chocolate. Su ceño estaba fruncido como casi siempre cuando la veía, su nariz junto con la boca en una mueca que la hacía ver entre confundida, furiosa y tierna, aunque a la vez extraña.
Era todo y nada al mismo tiempo.
Aclaré la garganta para hablar pero ella me interrumpió. Como siempre.
— ¿Qué carajos haces aquí?—preguntó rabiosa y con su común tono de frialdad.
Bueno, al menos esperaba una mejor bienvenida.
Reparé de nuevo en su vestimenta a través de mis lentes y lo entendí.
Llevaba una bata de satín que se amoldaba de manera que resaltaba sus curvas, esta llegaba hasta arriba de sus rodillas rozando delicadamente con sus muslos en un vaivén del viento que entraba. La tela se adhería a su cuerpo debido a que seguro no había tenido ni tiempo para secarse por el momento. Tragué duro sin saber qué hacer. Ella se cruzó de brazos esperando respuesta y su movimiento hizo desviara mi mirada hacia otra parte que no debía, el valle de sus pechos se marcaba aún más por la acción y en la poca piel que se mostraba se podía observar la gotas del agua acariciando su piel que tenía algunos lunares en esa zona.
Esto era mucho.
No seas un pervertido, Alan. Simplemente no.
La situación me puso más nervioso a pesar de que ella estuviera indiferente. Seguía en mis pensamientos inadecuados para este momento ni siquiera sabía lo que me estaba pasando.
Sky chasqueó los dedos frente a mí como si estuviera embobado, es decir, si lo estaba aunque…
Negué con la cabeza alejando cualquier otra idea rara, había venido por otra cosa.
—Te vas quedar parado ahí como un imbécil o vas a contestar porque mi tiempo es importante—espetó más enfadada.
—Yo…—traté de encontrar la palabras para poder seguir—, lo siento. Solo venía a devolver el libro que había dejado Blake en mi auto—dije agitando el libro entre mis manos nerviosamente.
Su gesto cambio al tiempo que meditaba lo que le había dicho. Al final se apartó para dejarme entrar, pero se detuvo.
—Me lo puedes entregar y ya—sugirió.
Yo sacudí la cabeza en modo negación.
—No solo vine por esto, sino porque te envié un mensaje para hablar sobre el proyecto de la universidad y el trabajo que te debía por la vez esa—hablé encontrando mi voz en esta situación—. Sin embargo, no creo que me hayas escuchado.
La música se podía oír en todo el departamento hasta más allá de la entrada. No se me hacía raro si los vecinos se llegarán a quejar.
Ella resopló y después cedió para dejarme pasar. Yo entré tímidamente.
Se volteó hacía mí y me fijé en algo peculiar. Sus pantuflas tenían una decoración con la cara del pato Donald. Traté de no reír, pero una sonrisa me delató.
— ¿Qué? ¿Ahora no me puedo poner lo que quiero?—espetó brabucona. —, además, tu tampoco te quedas atrás.
Señaló mi camisa que tenía grabado un estampado de “Los Vengadores”. Tenía que admitir que era fan de Marvel.
Alcé mis manos en señal de paz. No tenía nada en contra de las pantuflas, simplemente que Sky era muy ella, hacia y decía cosas que no me imaginaba y otras veces sí. Era la combinación entre el caos silencioso y la tempestuosa calma. Muy contradictorio a decir verdad.
Me señaló el sofá indicando para que me sentara. La sala era acogedora con un aire minimalista, tenía una repisa en un lado de la pared con pequeñas cosas extrañas, pero sencillas. Un cuadro abstracto en una explosión de colores y mezclas geométricas, este se ubicaba encima del sofá negro en donde me encontraba. Era cómodo.
Sky meditó un poco que decir para empezar, luego de un momento pareció tener algo que decir.
— ¿Quieres chocolates?—habló moviendo la caja de bombones—. No todos tienen la oportunidad de que les comparta mi comida, así que aprovecha.
Vaya. A alguien se le olvidó que era alérgico al chocolate.
Hice una mueca a lo que tenía en sus manos.
Desde pequeño había sido algo alérgico a los chocolates. Me di cuenta en una fiesta que me invitaron por primera vez y estaba emocionado por tener nuevos amigos después de todo lo que pasó en ese tiempo de mi infancia que de alguna u otra forma me marcó, preferí no recordar eso. La cosa es que era la hora de partir el postre que era de chocolate completamente después de que me dieran un pedazo, al cabo de la media hora comencé con dolor en el estómago, luego mareo y vómito, por ultimo algo de dolor de cabeza. Fue una de las peores experiencias de mi vida junto con otras, aunque no entraré en detalles. Al final me llevaron al médico y me dijeron que era alérgico al chocolate.