Habían pasado dos días y no sabía nada sobre Ethan. Lo había llamado y explotado el teléfono de mensaje y ya empezaba a preocuparme. Le dejé un mensaje a sus padres, pero como siempre ni se interesaban por su hijo.
Y yo estaba aquí como loca. Incluso le avise a su psiquiatra que le había ayudado con todo este tema de la adicción y dijo que era hora de tomar cartas en el asunto. Lamentablemente, ella era la madre Ashton y pues luego de todo se me hizo algo incómodo, pero hicimos lo que pudimos.
Seguimos sin obtener respuestas y no era el único. Estaba Alan que no había ido a trabajar y al principio pensé que era cualquier cosa sin importancia, pero teníamos un proyecto que presentar en la asignatura y el no daba signos de vida.
Blake me había ayudado en lo pudo porque estaba algo ocupada con los estudios y su hermana. Pero aún así seguía estando para mí en lo que pudiera.
Salí de mi cuarto para la cocina, de camino me encontré a Blake tirada en el sofá con los audífonos puestos y un libro en sus manos. Suspiré y fui por algo de comer, luego regresé y me senté en uno de los sofás más pequeños.
—¿Has visto o te has encontrado con Ethan?—pregunté nuevamente ya dos veces en el día.
El tema me estaba frustrando y alterando a niveles estratosféricos.
Ella pareció no oírme.
—Blake—dije una vez—¡Blake!
Ella saltó de repente del sofá y luego me miró de mala manera por interrumpir su preciado momento del día.
—¿Que quieres?—preguntó enfurruñada.
Resople.
— ¿Me ves cara de interactuar con ese idiota? —contrarestó ella de brazos cruzados.
—No sé que problema tienen de llevarse tan mal—solté irritada. Ella a simplemente se encogió de hombros.
Me comí más de las papitas que tenía en la mana reclinada en el sofá.
Siempre pensé que cabría alguna posibilidad por más pequeña que fuera de que ella y mi mejor amigo se llevarán bien. Al fin y al cabo eran mis mejores amigos, pero no, prácticamente se seguían odiando, sin razón alguna. Aparentemente.
—Y sí, lo alcancé a ver un rato en la universidad—dijo restándole importancia y llamo mi atención.
Me giré hacia ella como la niña del exorcista con mis ojos abiertos que casi se me desorbitan.
Le di un golpe en el hombro y ella quitó su atención del libro para fulminarme con su mirada.
—!¿Por qué no me dijiste?!—grité más alterada que nunca.
Ella bufó.
—Se me olvidó—dijo inocente con una sonrisa.
Me pasé la mano por mi vista restragando algo estresada.
—¿Hablaste con él?
Ella meditó por unos segundos lo que iba a decir.
—Solo nos saludamos o si saludar significa mirar y asentir la cabeza. Aunque escuché que hablaba con uno de sus amigos sobre una fiesta—explicó distraídamente mientras Leía.
La miré expectante.
—¿Escuchaste dónde o cuándo era eso?—inquirí.
Ella sopesó su respuesta.
—El viernes que viene por la noche en la casa de alguno de los jugadores del equipo de fútbol. Ni idea—habló ella.
Asentí lentamente pensando en mis opciones. Al menos sabría algo si me estaba evitando.
—¿Cómo lo viste?—pregunté.
—No sé, normal. Algo ido, pero bien—dijo ella.
Eso último me dejó un poco trastornada y se hundió en lo más profundo de mis pensamientos con un súbito pánico y miedo que albergaba de la situación.
Tenía que buscar la forma de comunicarme con él.
—Gracias.
Sin embargo, no prestó atención a mis últimas palabras por estar absorta en la lectura.
Caminé de nuevo hacía la cocina y me encontré al señor Clash maullando por comida.
—Nos encontramos de nuevo—dije hablando sola con el gato enredado a mis pies.
Me agaché para levantarlo y lo acogí en mis brazos. Este gruñó, pero luego soltó un ronroneo cuando acaricié detrás de sus pequeñas y peludas orejas.
—Eres muy fácil cuando quieres.
Le di su comida y me encaminé al cuarto a bañarme para luego cambiarme e irme al trabajo en la cafetería. Pasé a decirle algo a Blake pero seguía igual de sumergida en su lectura.
Suspiré.
Cogí mi moto y fuí hacía camino hacía mi lugar de trabajo, algo tarde. Cómo siempre.
Llegué para mi turno. El lugar estaba atestado por ser mediodía y el calor de Los ángeles en la avenida central. El clima a partir del verano dando comienzo al paciente otoño se notaba en el aire. El olor a café y panecillos inundaba el lugar.