Era increíble pensar que hasta hace sólo unos días aquella casa había estado completamente deshabitable. Ahora sin embargo, se veía verdaderamente hermosa con sus paredes altas y blancas, y sus pisos de fina madera meticulosamente tallados y brillantes.
Caminé hasta el salón principal y lo observé con determinación, aún no estaban todos los muebles y muchas cosas se encontraban en cajas perfectamente atadas con cinta adhesiva y etiquetadas para identificarlas sin problema al momento de acomodar todo. Pero a pesar de eso, ya podía imaginarme el resultado de lo que sería aquello, y por supuesto del trabajo de mi mamá.
- ¿Y bien? ¿Qué te parece? - preguntó mi papá al entrar por la puerta a mis espaldas.
- No está mal - contesté con una sonrisa.
Pero la verdad es que me encantaba aquella casa, tenía algo que llamó mi atención desde el primer día en que fui a verla con mis papás. Tenía un aire misterioso pero encantador que saltaba desde todas sus paredes y cada uno de sus rincones.
- A mí me parece bastante bonita - exclamó mi mamá mirando detenidamente con una sonrisa de suficiencia.
- Bromeo, mamá - repuse poniendo los ojos en blanco -. Me parece muy bonita.
- Bueno, ¿qué te parece si vas a tu habitación a recoger un poco?
- ¿Tiene que ser ahora? - pregunté a mi vez.
- Hazlo antes de que empiece a hacer la cena - dijo ella con tono autoritario.
- Está bien - acepté a regañadientes.
Fui hasta las escaleras y subí hasta mi nueva habitación, una estancia amplia o tal vez sería que se veía así por los escasos muebles que había. Era en pocas palabras increíble, las paredes habían sido pintadas recientemente y olía un poco a pintura. Caminé hacia la ventana, hasta el momento sin una cortina que la cubriera. Pasé una mano por la superficie polvorienta y miré por ésta, a bajo, se podía observar el jardín delantero, lleno de matorrales de rosas marchitos rodeados de maleza. En unos días más todo aquello estaría tan hermoso como el jardín de la abuela que amaba tanto las plantas como yo los chocolates.
Me dediqué entonces a limpiar mi alcoba, pasando desde las ventanas hasta desempacar la ropa que ya se encontraba ahí, y después de un rato cuando ya casi había terminado, mi mamá me llamó desde la planta baja.
- ¿Qué hay para cenar? - pregunté al llegar al comedor, en donde ya se encontraban ambos.
- Pues... por el momento sólo hay sándwiches - dijo ella encogiéndose de hombros.
- Muy bien.
Los tres nos sentamos a la mesa y empezamos a comer la increíble cena que había preparado mi mamá.
El tema principal de conversación de aquella noche fue el color que usarían para pintar el frente de la nueva casa, pero no hubo mucho que discutir, un color beige fue lo que decidió mi mamá, y pues ella parecía mandar. Después de eso, fui de nuevo a mi habitación, cansada por el duro trabajo que había significado todo aquel cambio, pero a pesar de mi enorme cansancio me fue imposible el poder dormir, tal vez sería por encontrarme observando otro techo diferente del que solía mirar mientras estaba recostada sobre mi cama en mi anterior casa, o quizá la tentación de conocer mejor aquel que ahora era mi hogar. Decidiéndome por completo, me quité las mantas de encima y salí de la cama de puntillasz, lo más silenciosa que pude y teniendo el mayor cuidado de no tirar algo a mi paso para no despertar a nadie.
Ya conocía la mayor parte de la casa en la planta baja y alta, me había dedicado gran parte de ese día a explorar, sin embargo había un lugar al que nunca había entrado: El ático. Bajé silenciosamente la trampilla que dejaba ver unas escaleras plegables y entonces subí por ellas. Subí por completo, me incorporé y caminé a oscuras hasta llegar a una bombilla que colgaba un poco del techo bajo de la habitación, la encendí y esperé a que mis ojos se adaptaran a la poca y tenue luz. Ahí arriba había algunas cajas, pero no eran nuestras. Tal vez de la familia que había vivido antes que nosotros en aquella casa. Caminé entre ellas levantando nubes de polvo a mi paso y dejando pequeños surcos cuando pasaba un dedo por las polvorientas tapas de dichas cajas.
Abrí con curiosidad la que tuve más cerca. A primera vista no había nada interesante, sólo ropa o papeles sin importancia. Destapé más y más cajas observando atentamente su contenido, no supe cuantas en realidad, sólo sabía que entre más abría más crecía mi curiosidad antes de destapar la siguiente.
Ya era tarde, debía de pasar de media noche y estaba dispuesta a volver a la cama cuando vi algo, era un cuaderno viejo y algo maltratado. No sé por qué, pero lo tomé y le eché un ojo rápidamente. Parecía tratarse de una especie de diario personal. Lo tomé entre mis manos observándolo atentamente y tras decidir que era buena idea bajé de las escaleras con aquel objeto aún en mis manos, dispuesta a llevármelo a mi habitación.
- Veamos... - me dije a mi misma al sentarme de nuevo sobre mi cama.
Lo pensé por un momento, ¿estaría bien leer algo que no era mío? Bueno, total... no se daría cuenta. Abrí el cuaderno por la primera página y empecé a leer...