Nunca te olvidaré

Capítulo 13 - Decepción

 

<<Me estiré con pereza y miré hacia la ventana, el sol se había puesto por completo, más bien parecía que hacía horas que el sol se había esfumado del cielo, pues éste estaba completamente oscuro, moteado con las miles de estrellas que lo engalanaban cada noche y la enorme luna  contrastaba sobre él.
 


Tomé mi móvil que se encontraba sobre la mesa de noche y me sobresalté de la hora que era. Las once de la noche. Ahora comprendía por qué me escocían de sueño los ojos.

Tomé la mochila que estaba a  mi lado e introduje el cuaderno en ella, y así, vestida como estaba, me eché las mantas sobre el cuerpo y me quedé dormida.
 

- ¿Y…? - exclamó Rose por la mañana durante el almuerzo.

- ¿Qué? - pregunté yo con la boca llena de pizza.

- ¡Tus papás! ¿se lo preguntaste?- dijo con desesperación mi amiga.

- ¡Ah, eso!- empecé yo al recordar que ella había sido quien me había propuesto la idea de preguntárselos -. Sí, se los pregunté.

-Y vuelvo a la misma pregunta - repitió la muchacha tratando de no poner los ojos en blanco -. ¿Y…?

- Pues no saben nada o no me lo han querido decir - comenté encogiendo los hombros -. Aunque más bien no deben de saber nada, no creo que tenga que ser confidencial la información de quienes venden la casa, ¿no?

- Pues sí - coincidió ella pensativa -. ¿Y ahora que vas a hacer?... ¿o es que ya no quieres saber sobre la tal Sam?

- ¡Claro que quiero saber!- exclamé yo al instante -. Pero, ¿en dónde buscar?
 

Ambas guardamos silencio en lo que pensábamos en una posibilidad, pero para ser sincera, yo no encontraba alguna idea de dónde encontrar a la escritora de aquel magnifico diario. Simplemente no sabía qué hacer o dónde buscarla.

- ¡Ya sé! - gritó de pronto Rose.

- ¡¿Qué?! - pregunté yo un tanto alterada por tal grito que había proferido.

- ¡La biblioteca! - anunció ella con una gran sonrisa de suficiencia y solución.

- Es un diario, no creo que esté uno como este en la biblioteca - repuse yo tirando su idea al suelo.

- ¡No hablo de eso! - exclamó ella negando con la cabeza -. En la biblioteca conservan anuarios de antiguos alumnos, ahí podemos buscar a Sam.
 

Rose tenía razón, en la biblioteca tenían anuarios viejísimos, era casi probable que en alguno de ellos encontráramos a Samantha Norton. Ya casi podía imaginar la foto de la muchacha en uno de aquellos libros, con su cabello castaño y sus ojos verdes.

Tomé mi mochila y me disponía a salir rápidamente hacia la biblioteca, cuando la campana del colegio anunció el inicio de las clases.
 

- Creo que será en otra ocasión - dijo Rose encogiéndose de hombros.

Con la decepción cargando sobre mis hombros, me encaminé a mi próxima clase al lado de mi amiga, lanzando una triste mirada al pasillo que conducía a la biblioteca de la escuela. Pero durante aquella clase, no me dispuse a escuchar al profesor nuevamente, abrí con sigilo la mochila y saqué de ésta el cuaderno que la noche anterior había metido ahí.>>
 

No entiendo por qué, pero no fui capaz de moverme de mi lugar. Permanecí allí, sentada en el sillón, con la cara casi pegada al cristal de la ventana, mirando fijamente la casi impenetrable oscuridad que envolvía el exterior, tan negra como el mismo carbón, tan fría como mi corazón se sentía ahora. Decepcionado y solo.

Cerré los ojos por un  momento sintiendo una punzada al volverme a recordar a mi misma lo que sucedía, al hacerme entender que el esperar no haría que él llegara. No importaba cuánto estuviera allí, a él no le importaba al parecer. Me estiré con pesadumbre y eché un vistazo al reloj que estaba a mi izquierda, entonces fue cuando me sorprendí, faltaban pocos minutos para las dos de la mañana, y el hueco de mi corazón se hizo aún más grande. No valía la pena seguir allí, así que me puse en pie y fui directo a mi habitación, fui hasta mi cama y me tumbé sobre ella, pero no pude dormir, sólo permanecí ahí en lo que a mí me parecieron un millón de horas, horas en lo que lo único que rondó mi cabeza fue la desilusión que sentía.
 

-Sam - llamó alguien a lo lejos.

Me volví hacia ahí y una penetrante luz dorada casi cocinó mis ojos. El sol, que a pesar de ser otoño, entró por la ventana a mares e inundó cada rincón de mi habitación.

- Es hora de levantarse - exclamó ella mirándome fijamente parada al lado de mi cama -. Se te hará tarde para ir a la escuela.

- ¿Tengo que ir? - pregunté yo, echándome las mantas sobre la cabeza.

-Sí.

-Pues no quiero - contesté rotundamente.

- ¿Esto tiene que ver con lo que pasó anoche?

- Hazme un favor - pedí yo con voz suplicante -. No hablemos de eso, ni hoy ni nunca.

- ¿Y por qué no lo hablas con él? tal vez tenga una buena explicación - sugirió mi mamá encogiéndose de hombros.

- Sí, claro - contesté con profunda decepción.

Me quité las mantas de encima y empecé a andar por la habitación, buscando ropa en el armario y mis zapatos debajo de la cama. Pero era más bien una forma de desviar la mirada de la de mi mamá, o si era posible, desviar el tema por completo.

Fui hasta el cuarto de baño, sintiendo como ella me seguía muy de cerca, seguramente buscando la forma de continuar con aquella plática. Últimamente estaba muy interesada en mi vida, algo que no me hacía mucha gracia en ocasiones como aquellas.

- Y… no me has mencionado el nombre del muchacho.

- Creo que eso importa ahora menos que nunca - atajé yo haciendo eco al hablar dentro del baño.

Se hizo un silencio en el que ni una de las dos pareció respirar, yo por mi parte me metía a la ducha para darme un baño, esperando que el agua caliente tirara al suelo un poco del mal humor y la tristeza que se iba acumulando sobre mí.

Aquella mañana, más que desilusión, se había formado un gran sentimiento de enfado hacia Curt. Muy bien me había dicho que no se llevaba bien con los padres, pero nunca pensé que aquello que mencionó  fuera la verdad. Pero, ¿no podía haberlo hecho por mí? ¿Tanto esfuerzo implicaba el haber ido a mi casa a cenar con mis padres?




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