Constantinopla (1543)
-¡Olivia! ¡Olivia!
Estaba fregando ropa, o más bien un par de harapos, cuando escuché la voz de Evangelina.
-Olivia-Me dijo cuando llegó hasta mí, se veía emocionada- Ah llegado un hombre, viene del palacio Topkapi.
Entorné los ojos, no comprendía a que se debía tanta emoción.
-Dicen que viene a buscar muchachas para introducir al harén del sultán Solimán.
Tomó mis manos y vi un deje de esperanza en sus ojos.
-Si logramos ser elegidas dejaremos estas vidas de miseria y pasaremos a vivir en el palacio del sultán. Hasta podríamos...
-Evangelina, no dejaremos nunca de ser esclavas-Le dije yo-. Vivamos donde vivamos.
No quería ser pesimista, pero había visto la crueldad de los hombres, la había vivido en carne propia. Aquí en el mercado de esclavos, o allí en el harem del sultán: no dejaría de ser esclava.
-Debemos ir de todas formas, Mohammed está reuniendo a todas las esclavas mujeres. Me ha enviado por ti.
Desde que llegué a Constantinopla he pertenecido al mercado de esclavos de Mohammed Almud, una de los mercaderes más famosos. Evangelina siempre ha estado conmigo. Una vez fui comprada por un hombre, pero lo golpeé y fui tan desobediente que me devolvió a la semana siguiente intacta, quiero decir que no llegó a hacerme nada, más que una golpiza por desobediente. Exigió que le devuelvan el oro que había pagado por mí, porque yo no lo valía. Desde ese día Mohammed me tuvo entre miras, y dejó de ofrecerme a los clientes. Se decidió tenerme allí para que le ayudara con el aseo del hogar.
-Muy bien, todas hagan una fila, y quédense quietas o sufrirán un gran castigo- riñó Mohammed.
Un Hombre se acercó, detrás de él se hallaban dos guardias del palacio Topkapi.
-Sea bienvenido Pasha- Mohammed inclinó la cabeza ante el hombre-. Estas son todas las muchachas, todas jóvenes y bellas, dignas...
El hombre caminó ante nosotras, deteniéndose en cada una.
-Está bien, me las llevaré a todas. Recibirás una justa cantidad de oro-Dijo el hombre.
No lo miré a los ojos, porque habíamos sido advertidas por Mohammed de no mirar al gran visir del imperio otomano, a menos que él nos lo pidiera.
Miré por el rabillo del ojo a Evangelina, tenía una pequeña sonrisa en sus labios.
Evangelina era como una hermana para mí, habíamos estado juntas todo este tiempo, y seguiríamos juntas. Sentía que debía protegerla, ella era dos años menor que yo, todavía era una niña... y había perdido a toda su familia. Su vida y la mía, se parecían en demasiados aspectos. Sentía pena por ella y sentía esa necesidad de permanecer a su lado para cuidarla, para acompañarla... siempre había temido que alguna de las dos fuera comprada y tuviéramos que separarnos. Dios ha escuchado mis plegarias y nos ha dejado permanecer unidas.
Las historias del palacio Topkapi y del harem del sultán Solimán eran muchas. Se decía que era un palacio inmenso con una gran cantidad de sirvientes, y que se gozaba de toda la comodidad, siempre y cuando se respetara al sultán y a su familia. Se decía que su harem contaba con las mujeres más bellas. Y que la esposa del sultán, la sultana Hürrem además de ser la más hermosa, era la más peligrosa; aquel que se metía con ella tenía que estar dispuesto a sufrir sus consecuencias. Se decía demasiadas cosas de aquel sitio, y hacía allí me dirigía.
-Nuestro destino cambiará ahora, Olivia-Me dijo Evangelina-. Seremos parte del harem del sultán, será mucho mejor que estar en el mercado de esclavos.
Suspiré.
-¿Crees que estaremos mejor? Tengo mis dudas, seguiremos siendo esclavas, eso no va a cambiar...
-Sí, pero ya sabes lo que dicen: La sultana Hürrem ingresó al palacio como esclava, y ahora es la esposa del gran sultán. Ella es la más poderosa ¿Quién sabe? Tal vez nosotras podríamos lograr ser más que unas esclavas.
Yo me reí. No me burlaba de ella, ni de sus sueños. Pero algo así me parecía imposible.
-No creo que yo pueda ser una sultaba - dije.
-Pues yo sí, me acostaré con el sultán y le daré un hijo.
-¡Oh Evangelina! Aún eres muy joven para eso...-Le acaricié el cabello-. Mientras permanezcamos juntas, estaré bien-Le dije yo.
Sultana o no sultana, esclava, cierva o lo que sea: sólo esperaba no tener que separarme de mi hermana de alma. Luego podía hacerle frente a cualquier cosa. Deseaba que mi suerte y la de Evangelina cambiaran, tanto como ella, pero no quería ilusionarme porque ya había sufrido demasiadas desilusiones para mi corta edad.
Palacio Topkapi
Narra Bayezid
-Ah muerto, el príncipe ha muerto
Las voces se oían por todo el palacio, mi hermano acababa de morir, y sentía un terrible vacío en mi corazón. Estaba furioso, triste, me sentía de todas formas menos bien. Primero Mustafá había sido ejecutado, y luego la muerte de Mehmed, a causa de la viruela. Era como si la desgracia nos hubiera tomado cariño. Como si se negase a abandonarnos.
Mustafá y Mehmed solían ser muy unidos. Su ejecución había sido injusta, y todos en el palacio lo sabían, pero no se podía ir contra las órdenes del sultán. La sultana se hallaba devastada, probablemente estaría sintiendo un dolor similar al que sintió la sultana Mahidevran cuando su hijo, el sucesor al trono, fue ejecutado injustamente por su propio padre.
La muerte de Mehmed, no sólo dejaba al palacio en un segundo gran dueto, sino que nos ponía a mi hermano Selim y a mí en una guerra interna, por saber quién sería el sucesor del sultán. Ese derecho le correspondía a Mustafá, pero al morir, le seguía a Mehmed; al morir Mehmed, sólo quedábamos Selim y yo.
-Madre.
Me acerqué a la sultana, y la abracé. Se mostraba fuerte pero yo sabía que se sentía destruida.
Ella solía ocultar sus emociones porque decía que eso la haría parecer débil ante sus enemigos, aunque ya no quedaban enemigos en el palacio, a todos los había quitado del camino de forma feroz.
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Editado: 16.01.2024