Palacio Topkapi (1544)
Me hallaba en los aposentos del sultán. Estaba sentada a su lado en unos mullidos y suaves almohadones, frente a una pequeña mesa. Dos criadas acababan de traernos la cena y de dejarla frente a nosotros.
Las criadas realizaron una reverencia y se marcharon.
-Nurbanu-Dijo el sultán y levantó su mano para acariciarme el rostro-. He pensado en ti todo el día. Si mi madre no te enviaba, creo que de todas maneras habría ido a buscarte.
Yo sonreí. No sabía cómo dirigirme al sultán Selim cuando me decía esas cosas ¿A todas las concubinas le decía lo mismo o sólo a mí? Yo era su primer favorita, pero seguramente había estado con otras muchachas antes ¿Habría sido igual de dulce con ellas también? ¿Por qué era así conmigo?
-Prueba la comida, he mandado a que nos preparan los mejores platillos.
No tenía demasiada hambre, estar allí con el sultán no era cómodo a la hora de comer. Aun así no desobedecí, no objeté nada. Sonreí y tomé la cuchara para beber de la sopa de especias, bajo su atenta mirada.
El sultán río.
-Tienes una sonrisa muy hermosa Nurbanu, pero me gustaría que fueras un poco más comunicativa.
-La sopa esta deliciosa- dije.
-Tu voz muy dulce. Encaja perfectamente contigo-El sultán tomó la cuchara y probó de la sopa-. Tienes razón, está muy bien. Dime cuál es tu postre favorito y mandaré a que lo preparen.
-Su majestad. Eso no es necesario.
-Sólo dímelo.
Me mordí el labio. Probablemente ya habrían preparado un postre, mandar a hacer otro sería darle más trabajo al cocinero, y el pobre siempre tenía trabajo de sobra.
-No tengo ningún postre favorito. Me gustan todos por igual.
-¿Lo dices en serio? ¿No hay uno que te guste más?
Negué con la cabeza.
-No, su majestad. Estaré satisfecha con cualquier postre que nos pongan a la mesa.
-Está bien. Dime entonces ¿Cuáles son tus frutos favoritos?
-Las fresas. Pero no es necesario que mande a pedir fresas…
-No lo haré-Dijo él-. Sólo tenía curiosidad. De hecho tengo curiosidad por saber todos tus gustos.
¿Por qué? Pregunté para mis adentros ¿Por qué quería saber de mí? como si yo fuera importante para él ¿Acaso podía yo ser importante para él? Entre todas las concubinas a su disposición… ¿Podía yo ser la elegida?
-Miren quien aparece aquí. La favorita del sultán.
Estaba bajando de mis aposentos, al centro del harem donde las demás concubinas se hallaban levantando los colchones del suelo. La voz de Fatma se escuchó por sobre las de las demás. Se acercó a mí lentamente, la envidia en sus ojos la delataba. Una envidia irracional, ya que ella también era una favorita, tenía aposentos privados que compartía con Nihal y vestía hermosos vestidos.
-Anoche no has cenado en el harem… Gul Aga nos dijo que has cenado con el sultán- relataba todo con desdén.
Nihal se asomó a nosotras. Me dedicó una sonrisa, y luego dirigiéndose a Fatma dijo:
-No la molestes Fatma, Nurbanu es ahora la favorita del sultán. Deberías tener cuidado.
¿Cuidado? ¿De mí? No comprendí lo que quería decir, pero me sentí agradecida con ella por defenderme de la envidia de Fatma.
Fatma puso los ojos en blanco y replicó con una sonrisa maliciosa.
-Los favoritismos son temporales-Mirándome agregó-. Pronto encontrará otra más bonita, la llevará a sus aposentos y se olvidará de ti.
Dicho eso, se dio la vuelta y se marchó.
No dije nada, porque no supe que decir. En cierto modo, lo que decía no era ninguna mentira. En ese mismo momento yo era su única favorita ¿Pero por cuánto tiempo?
-No le hagas caso-Me dijo Nihal- Aun así, seguirás teniendo tus propios aposentos y esos hermosos vestidos que te han dado.
-No comprendo porque su envidia-Dije con una mueca-. Ella también goza de los mismos privilegios que yo.
-Fatma es así. Lleva odio en su corazón. Es una muchacha muy insegura, quiere todo lo que no puede tener. Ella quiere ser sultana, es su mayor deseo. Era la favorita del sultán cuándo era príncipe, y estaba segura de que él la volvería a llamar. Tenía la esperanza de embarazarse y algún día ser sultana. Y bueno… los sueños de Fatma han acabado siendo sólo eso; sueños.
Comprendía perfectamente. Todas las mujeres del harén, eran prácticamente igual de ambiciosas.
Todas éramos esclavas, y si existía la mínima posibilidad de dejar de serlo, era obvio que nos aferraríamos a ella con todas las fuerzas que nos caracterizaran.
Dejé de hablar con Nihal, y me fui a hacer mis quehaceres del día. Me tocaba ayudar en la cocina, así que me dirigí allí, donde pase la mayor parte del día. Me encargué de distribuir los desayunos y los almuerzos en los aposentos de las sultanas Hürrem y Mihrimah. Y luego debí de lavar los platos sucios y ordenar allí. No lo hacía sola, Melissa estaba conmigo. La cocina era enorme, y limpiar allí era demasiado trabajo para una sola persona.
-Si quedas embarazada ya no tendrás que hacer quehaceres-Me dijo Melissa.
La miré con el ceño fruncido.
-¿Por qué todas hablan de eso?-Pregunté molesta-. Parece que no tuviesen otra expectativa en la vida.
Melissa río.
-No te enfades. Sólo lo comentaba.
-Pero pareciera ser que no saben decirme otra cosa, desde que me he convertido en la favorita del sultán nadie habla de otra cosa más que de mis posibilidades de ser sultana.
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Editado: 16.01.2024