Palacio Topkapi
Narra Nurbanu
El príncipe Murad se durmió en mis brazos, le di un beso en su pequeña frente y lo deposité en su cuna. Desde que era amamantado por la nodriza ya no lloraba con tanta frecuencia. Aun así me apenaba no poder ser yo quien lo amamantara.
-¡Alina!-Alcé la voz para que la joven que se hallaba en el cuarto de al lado me oyera.
De inmediato estuvo junto a mí.
-Alina, saldré un momento. El príncipe duerme, cuida de él hasta que yo regrese.
Alina asintió e hizo una reverencia antes de que yo diera media vuelta para irme.
Las criadas me abrieron la puerta y salí de los aposentos. Aurora y Lena me acompañaban.
Ingresé al harem y vi allí a Gul Aga y Ada hablándole a un grupo de muchachas. Las jóvenes no vestían el uniforme que llevaban todas las criadas, sino que vestían harapos y sus rostros se hallaban sucios al igual que sus cabellos que estaban despeinados.
Eran nuevas esclavas.
Observé todo de lejos, sin atreverme a ingresar. Quería seguir observando, pero no quería que notaran mi presencia. Así que me dirigí hacía las escaleras para poder ver todo desde la barandilla. Lena y Aurora permanecieron conmigo.
Ada y Gul Aga le repetían a las nuevas las mismas palabras que habían dicho cuando yo llegué por primera vez. Les decían las reglas del palacio, le explicaban que ahora sus vidas pertenecían al sultán y que si hacían las cosas bien y no causaban problemas Topkapi sería el paraíso para ellas, de lo contrarío sufrirían severos castigos.
Hace tiempo que no ingresaba un grupo tan grande de concubinas, de hecho el último grupo había sido hace ya tres años, en el cual llegué yo.
Miré a las mujeres ¿Y si alguna de ellas se convertía en sultana también? Me reí ¿Por qué me preocupaba? Aunque sucediera, yo siempre sería la esposa del sultán y la madre de su primogénito. Un momento... ¿Por qué me preocupaba por eso? ¿Por qué siquiera lo pensaba? ¿Acaso estaba volviéndome ambiciosa como el resto de las sultanas?
Las mujeres que habían ingresado se dispersaron. Dejé de prestar atención y me dispuse a irme. Al darme vuelta Fatma estaba allí parada con una sonrisa burlona. Al verla puse los ojos en blanco, ella se acercó a mi lado y apoyó sus codos en la barandilla.
-¿Qué sucede sultana? ¿Acaso tiene miedo?-Me preguntó con sorna.
-No pienso pelear contigo Fatma, ni lo intentes-Le dije.
Ella río.
-Nadie busca una pelea, sultana- Me dijo mirándome con malicia.
Su voz me resultaba irritante, sobre todo cuando me decía "sultana" irónicamente.
-Han llegado nuevas esclavas, han sido traídas como regalo para el sultán-Me contó- Se han esmerado mucho, porque han elegido las mujeres más hermosas.
-¿Qué pretendes?-Le pregunté- ¿Quieres asustarme?
-Las cosas como son Nurbanu. Allí-Apunto hacía abajo, donde se hallaban las nuevas esclavas- Se encuentra la mujer que hará que el sultán te olvide. Pasarás a ser la Mahidevran de nuestros tiempos.
La miré furiosa.
-Si el sultán llegase a llevar a una de esas mujeres a sus aposentos, a mí no me cambiaría en nada. Incluso si alguna de ellas llegase a convertirse en sultana, yo seguiría siendo quien soy- Me acerqué a su oído- Soy Nurbanu sultán, soy la esposa del sultán, soy la madre de su primer hijo. Mi hijo algún día será sultán y yo seré quien dirija todo. Así que no me asustas con tus suposiciones, Allah ya ha decidido mi destino.
Después de esas palabras me alejé de ella, no quería seguir escuchándola. No comprendía, pero sus palabras me molestaban. Me molestaban y no sólo porque era ella quien las decía, mi molestia se debía a algo más profundo.
Narra Selim
Entré en los aposentos de la sultana Nurbanu y vi a una criada meciendo la cuna del príncipe. La muchacha agachó la cabeza y dobló sus rodillas para hacer una reverencia.
-¿Dónde está la sultana? -Pregunté a la criada.
La joven mantenía su vista en el suelo.
-Ha salido su majestad-Me informó.
-Está bien, puedes retirarte yo me quedaré con el príncipe hasta el regreso de la sultana.
La joven hizo una reverencia y salió de los aposentos caminado hacía atrás para no darme la espalda.
Miré a mi hijo, mi león. Estaba seguro de que él sería el futuro de la dinastía. Murad sería el sultán del mundo algún día.
La puerta de los aposentos se abrió, me di la vuelta y vi a Nurbanu. Se sorprendió al verme. Hizo una reverencia y luego se acercó a mí.
-Su majestad, lo siento, no sabía que estaba aquí.
La rodeé con mis brazos y le di un beso en la frente.
-¿Cómo estas Nurbanu?
-Muy bien-Me dijo ella- ¿Usted?
-Bien, con deseos de ver a nuestro hijo-Ambos observamos al príncipe que se hallaba plácidamente dormido.
-¿Dónde estabas Nurbanu?-Le pregunté.
Ella se separó de mi abrazo delicadamente.
-Fui al harem-Me dijo mirando el suelo- Han llegado nuevas esclavas ¿Lo sabía?
Asentí.
-El capitán de la flota fue quien las trajo-Le conté- ¿Por qué?
Negó con la cabeza. Esperé una respuesta de su parte, pero no la hubo.
La tomé de la barbilla e hice que me mirara. Sus ojos oscuros me miraban con una sonrisa.
-No te preocupes de nada, tú eres mi sultana; mi luz, mi vida. La razón de quien hoy soy. Nada jamás cambiará lo que siento por ti.
#1271 en Otros
#236 en Novela histórica
#3430 en Novela romántica
amor matrimonio arreglado esposa virgen, historia de reinos, imperio otomano
Editado: 16.01.2024