Palacio de Amasya (1549)
Narra Bayezid
Estoy en mi alcoba, observo el cielo por las noches
Las estrellas reflejan el rostro de mi amada
Tú, amada mía, estas tan lejos de mí
Si una vez te sentí cerca, eso es el pasado
Mis recuerdos son la única prueba de la existencia de nuestro amor
Te has ido, has dejado que esta batalla sea perdida
Mientras yo pienso en tus ojos y tu piel de oro
Tú, estas en sus brazos
El tiempo pasa, pero nunca regresas
Mis sueños ya no me ocultan la realidad
Ellos saben, así como yo sé
Que mi sultana ha dejado de amarme
El tiempo se convierte en mi depresión
Sumido en mi tristeza sólo puedo pensar en el olvido
Oh amada mía, debí haber sido valiente
Mis dotes de guerrero me han abandonado
Debería rogar tu perdón de rodillas
Después de todo, no puedo culparte
Seguiré amándote, con esta ferviente locura
Nadie podrá quitarme lo vivido contigo
Sultana de mi corazón
Dueña de mi vida, hechicera de mi alma
Tu luz es mi única salvación
Quisiera perderme en tus brazos
Quisiera ser el hombre que esté contigo a cada momento
Mi sultana de ojos oscuros
Mi corazón te pertenece hoy y siempre
Yo soy quien se inclina ante tu belleza
Cada vez que te veo, las palabras se desvanecen
Mi cuerpo se paraliza, tu voz es el canto de una sirena
Puedes hipnotizarme con tu canto
Podrías hacer de mí lo que quisieras
Sultana de mi corazón, me sigues teniendo perdidamente enamorado
Como la primera vez que mis ojos te encontraron.
Como la primera vez que la locura del amor tocó a nuestra puerta
Cometimos el pecado más grande de todos los tiempos
No me arrepiento, mi amada sultana.
No me arrepentiría jamás.
-Alteza.
Oí la voz de Taşlicali a mis espaldas, me di la vuelta lentamente.
Hizo una reverencia y dijo:
-El carruaje está listo para partir en cuento lo deseé. La sultana Nuria y la señorita Fatma lo están esperando con sus hijos.
Asentí.
-En seguida iré.
Volvió a hacer una reverencia antes de marcharse de mis aposentos.
Tomé aire y lentamente lo dejé ir con mis ojos cerrados. Volvería a Topkapi, después de muchos meses pisaría el palacio del sultán. Llevaría conmigo a mis dos hijos y a sus respectivas madres, una de ellas embarazada. Nuria me había dado la feliz noticia tres meses atrás.
Me preocupaba ir a Topkapi, por una sola razón: Nurbanu.
Ella nunca me abandonaba, nunca me dejaba ser libre. Siempre estaba en mi mente, clavada como una espina en mi corazón. Me estaba matando lentamente. Cada día de mi vida, ella dolía. Su recuerdo dolía. Saber que sus labios ya jamás rozarían los míos, sus manos ya no se posarían sobre las mías, sus palabras de amor ya no me pertenecerían; hacía que muriera lento, agonizando como un ser sin alma.
Salí de los aposentos y me dirigí fuera del palacio para partir. Pasé por la entrada del harem, en donde todas las concubinas se reverenciaron ante mi presencia. Detrás de mí iban Nuria y Fatma con sus 4 criadas.
¿Qué me llevaba a Topkapi? Mi madre, deseaba verme y deseaba finalmente poder conocer a sus nietos. Quería que pasara una temporada junto a ellos. Hubiese deseado negarme pero mi madre no me lo hubiese permitido. Así que hacía allí iba, camino a la capital. Camino a reencontrarme con la mujer que se llevaba mis noches y mis días.
Subimos a los carruajes, partíamos alrededor de 20 personas, ya que con nosotros también asistían sirvientes.
Subí al carruaje, junto con Nuria y Fatma. Las dos muchachas se miraban con recelo. La rivalidad entre ellas había crecido, no por parte de Nuria. Nuria era una joven educada que no buscaba problemas. Pero Fatma era distinta, siempre estaba molestándola. Más aún desde que Nuria había vuelto a quedar embarazada y desde que le había nombrado mi sultana. Nuria me había dado un hijo varón, era educada y respetuosa, cuidaba de sus hijos y se comportaba de la manera correcta con todos. Nunca abusaba de sus criadas. Así que entonces decidí que su rango fuera más elevado, puesto que era la madre de mi primer hijo varón. Correspondía que se diferenciara del resto de concubinas.
Sabía que debía ocuparme de Nuria y Fatma, intentaba hacerlo. No era nada bueno que se pelearan, pero tenía demasiados asuntos de estado que requerían de mí y cuando no era así me dedicaba a sufrir por el amor perdido de la sultana Nurbanu. Lo único que me consolaba y no hacía que me sintiese tan culpable por la poca atención que le daba a mis concubinas, era que lo compensaba con el amor que otorgaba a mis hijos. Tanto a Mihrumah como Abdullah, eran a mis ojos, lo más importante. No había día que no pidiera verlos, no había día que no pasara por sus respectivos aposentos aunque sea sólo para ver sus rostros. Ellos eran lo único bueno que me había dado la vida.
Palacio Topkapi
Narra Nurbanu
Siempre debemos velar por nosotros mismos y por los nuestros. En Topkapi era importante el poder. Me convencía de ello cada día un poco más. Todo lo que hacía, las decisiones que tomaba, los pactos y las promesas; eran por el bien de mis hijos. Por el bien del imperio que un día sería nuestro. Lo había grabado en mi cabeza durante las noches, como si recitase el Corán, lo repetía como plegaría. El trono sería de Murad, y yo sería la Valide del imperio otomano. El harem sería dirigido por mí. Estambul, el centro del mundo, estará bajo mi poder. Una nueva era dará comienzo y yo seré su fundadora.
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Editado: 16.01.2024