Palacio Topkapi (1558)
Narra Nurbanu
El cielo se tiñó de gris. La muerte había entrado al palacio y los corazones de quienes amaban a la sultana de cabellos rojos y ojos verdes se hallaban deshechos.
La última persona en ver su rostro fue el sultán. Salió de los aposentos de la difunta Valide y en su mirada vi el dolor de la perdida. No hice preguntas, nadie hizo preguntas porque todos sabíamos que sucedería. Al igual que había pasado con Cihangir, habían transcurrido meses de agonía.
El cajón con el cuerpo de la sultana desfiló por el harem cuando lo sacaron del palacio para llevarlo a la mezquita de Süleymaniye, en donde descansarían sus restos. Su voluntad sería cumplida, descansaría junto al hombre que había amado con ferviente locura, el sultán Solimán.
Las mujeres del harem lloraban, las criadas de la sultana Hürrem estaban hechas pedazos de la tristeza. Pero quienes más sufrían: eran sus hijos.
La sultana Mihrimah se abalanzó sobre el cajón llorando con desconsuelo, impidiendo que se marchara.
Su criada personal tuvo que interferir con la ayuda de Ada.
Los niños también estaban muy tristes.
-¿Ahora la abuela descansará en paz junto al tío Cihangir?-Me preguntó Şah, a los pocos minutos que el cajón con el cuerpo salió del palacio y dejemos de verlo.
Asentí.
-Así es Şah, ella ahora estará en el paraíso-Dije.
No sabía si sería así. En realidad, a veces dudaba de que se nos permitiera la entrada en el paraíso a las mujeres del imperio. Teníamos tantos pecados en nuestro haber, que a veces creía que no habría un paraíso para nosotras.
Después del rezo de despedida que realizamos en el harem, en honor a la sultana Hürrem, decidí ir a ver a Selim.
Los guardias me permitieron ingresar a los aposentos del sultán sin ningún problema.
En cuanto estuve dentro, Selim me oyó llegar y volteó a verme. Fui hasta él sin pensarlo y ambos nos fundimos en un abrazo.
-Mi sultán-Dije abrazándolo fuertemente.
Mi corazón se estrujó dentro de mí en cuanto advertí que lloraba, lloraba de manera cohibida, intentando ocultarlo.
-Selim-Me separé de él y lo miré a los ojos.
Volvió a abrazarme.
-No me sueltes Nurbanu, eres a la única que necesito en estos momentos-Me dijo con la voz quebrada por el llanto y el dolor.
-Estoy aquí-Dije yo, comenzado a llorar también.
No podía tolerar verlo tan vulnerable, no estaba acostumbrada y sentía que me moría de la pena de verlo en ese estado. La tristeza y el dolor de ver que él sufría era lo que a mí me destrozaba.
-Allah ha quitado de mi camino a la sultana Hürrem, sin la necesidad de que me manchara las manos con sangre-Dije alzando mi vista hacía Melek- Aun así no me siento feliz.
Me puse de pie y suspiré. Aún llevaba el vestido negro y el velo del mismo color.
Vestiría así durante unos días, por el duelo.
-No puedo sentirme feliz porque ver a mis hijos y al sultán tan destrozados me causa mucho dolor.
-Usted tiene un gran corazón sultana-Me dijo Melek.
-No es cierto-Ladeé la cabeza- Si fuera así, estaría libre de pecados.
-Todo lo que ha hecho sultana, tiene sus justificaciones-Melek se acercó a mí- A veces es necesario pecar, para una salvarse a sí misma.
-Lo sé-Dije- No me arrepiento de mis acciones, aunque pesen en mi consciencia. Todo lo que he hecho ha sido sola y únicamente por mis hijos.
Con la muerte de la sultana Hürrem había una sola cosa que esperaba; dirigir el harem.
Antiguo Palacio
Narra Mihrimah
Regresé a mi palacio al anochecer, mi dolor era tan grande que sólo pude caminar como una sonámbula hasta mis aposentos y acostarme en el lecho a llorar por la perdida.
Mi madre no estaba ya entre nosotros, nos había dejado a Selim, a Bayezid y a mí sin su compañía. Sentía que el mundo estaba hecho trizas, no podía soportar otra muerte más.
No quería, pero debía ocuparme de los problemas que traería la muerte de mi madre ¿Quién dirigiría ahora el harem? Pensar en Nurbanu ocupando ese puesto, me daba pavor. Sin dudas ella iría por el cargo. Pero no estaba capacitada, bajo ninguna circunstancias lo estaba. No quería pensar en eso, no todavía. La tristeza era tan grande, que sólo deseaba llorar por mi madre y recordar los buenos momentos junto a ella.
También tenía que ocuparme de informarle la triste noticia a mi hermano. No sabía nada, era ajeno al sufrimiento que se estaba atravesando en el palacio. Tendría yo que viajar a Amasya, después de pedir permiso al sultán.
Oh Bayezid, mi hermano adorado ¿Por qué tenía que ser tan impulsivo? ¿Qué tan grande habría sido su enfrentamiento con el sultán para que este decidiera exiliarlo? Me recordaba a mi propio exilio, cuando el sultán me castigó por intentar matar Nurbanu.
Al menos esta vez la inmunda veneciana no era culpable del exilio de Bayezid.
De todas maneras, no quería pensar en Nurbanu y tampoco en los problemas que estábamos atravesando. Quería llorar por mi madre sin que nada más se entrometiera en mi dolor.
10 días después.
Narra Nurbanu
Me senté al lado de Selim, se hallaba pensativo y apenas si prestó atención a mi presencia.
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Editado: 16.01.2024