Palacio Topkapi (1560)
Narra Nurbanu
Cerraba los ojos e imaginaba que no estaba sucediendo. Imaginaba que sólo se trataba de una de mis pesadillas atormentándome, como cada noche. Pero cuando los abría, el espacio y el tiempo eran los mismos. No había sido una pesadilla, y no despertaría. El secreto del error más grande cometido en mi vida, había sido descubierto por la mujer que probablemente sea la que más odio me tenía. Los golpes en el cuerpo eran la prueba de que todo era real.
Volví a cerrar los ojos y los apreté con fuerza. Volví a abrirlos y me rendí. No era un sueño, tenía que aceptarlo.
Melek me miraba con lastima, se hallaba sentada a mi lado en el diván curando las heridas que la sultana Mihrimah me había causado hace una hora atrás.
La sultana había perdido la paciencia, se había quitado los deseos de golpearme hasta lograr herirme de manera clara. Tenía el labio partido, moretones en las mejillas y uno de mis ojos se había hinchado.
-Sultana ¿Por qué no se recuesta?
Me negué. Los golpes en la cara me dolían, me dolía demasiado la cabeza, pero tal vez sea por el hecho de haber derramado tantas lágrimas. Y aún esto no había acabado.
Comencé a llorar sin consuelo. Si pensaba en lo que me sucedería si Selim se enteraba, el corazón se encogía dentro de mí. Si me ponía a pensar lo que sucedería al príncipe Bayezid, el dolor era más fuerte. Nunca quise que le sucediese algo malo. No quería tampoco pensar en que él moriría. El príncipe era un hombre honorable, compartíamos el mismo error. Nos dejamos llevar por la pasión de un enamoramiento sin fundamentos. Ahora ese enamoramiento era la causa de todos los males.
La sultana Mihrimah haría de mí vida un calvario.
-Por favor sultana, recuéstese. Debe calmarse, si sigue así enfermará.
-No puedo Melek, no puedo acostarme. Ni siquiera puedo hablar del terrible nudo que tengo en mi garganta. Cada palabra me cuesta pronunciar.
Agaché la mirada y sollocé.
-Sultana... Encontraremos una solución.
Alcé mi mirada.
-No la hay... ¿Qué solución podría hallar? Lo único que puedo hacer por mí es callar y agachar la cabeza ante la sultana Mihrimah.
Melek frunció el ceño. Ella no sabía que era lo que Mihrimah había hablado conmigo, no sabía porque razón Mihrimah había enfurecido al punto de golpearme de manera tan brutal. Tampoco sabía porque yo me rendía como si nada. Ya no era propio de mí rendirme o callar, para solo derramar lágrimas escondida en mis aposentos. La antigua Nurbanu de hace 5 años atrás si lo hacía, pero no la Nurbanu en la que me había convertido. Pues me habían derrotado. La mujer fuerte que era ahora, tenía un talón de Aquiles: y ese era el secreto de mi adulterio.
-La sultana Mihrimah la ha golpeado, las pruebas están en su rostro desfigurado. Su majestad la verá así, y se enfadará con su hermana por esto. Él no permitirá que lo que ha hecho quede en la nada. Aunque sea la Valide de este palacio, no puede golpearla a usted.
Tenía razón Melek, pero eso hubiese servido en su contra, si mi situación no fuese peor. No podía aprovecharme de ello, porque la sultana Mihrimah sabía mi secreto.
-Nadie puede saber eso Melek-Dije- No podemos permitir que nadie me vea en este estado, mucho menos su alteza, el sultán. Él no puede verme así.
Melek entornó los ojos.
-Pero...
-Y si llega a verme, tendremos que mentirle. Tendremos que culpar a alguien inocente. No puedo delatar a la sultana Mihrimah.
-No lo comprendo... ¿La cubrirá?
Muy a mi pesar. Tenía que hacerlo. Ella dijo que guardaría mi secreto, aunque no lo hacía precisamente por mí, lo hacía por el príncipe Bayezid.
¿Cuándo dejaría de ser tan desgraciada? Todo lo que tenía, ahora pendía de un hilo. Mi vida, mi gran amor, mi familia, mi hogar... Incluso mi poder. Todo me sería arrebatado si Mihrimah decidía contar lo que sabía a su alteza.
¿Cómo había hecho para descubrirlo? ¿Sería capaz de delatarme sabiendo que la vida de su hermano podría ser también tomada?
Estambul
Narra Fatma
Una mujer robusta, que vestía ropas insulsas y un hiyab cubriendo su pelo y su cuello me acompañó hasta la habitación en la cual me alojaría.
En cuanto estuvimos en la puerta, me entregó unas llaves, y se marchó. Miré atrás, los guardias que la sultana Mihrimah había mandado para que me acompañasen, se habían quedado fuera de la pensión.
Ingresé dentro de aquella habitación inmunda.
Me quité la capucha de la capa y me senté en el mugroso lecho que había allí. Ni siquiera quería pensar en quienes habían dormido antes en aquel lugar. Pero me hallaba tan decepcionada... Que sólo quería llorar de la rabia que tenía.
Me había arriesgado a la ira del príncipe viajando a Estambul, porque creí que la sultana Mihrimah me ayudaría y me daría su consentimiento para deshacernos de Nurbanu. Pero no sucedió como lo había pensado.
Mihrimah quería taparlo todo. Que tonta fui al ir con ella. Debí haber actuado sola.
Palacio Topkapi
Narra Mihrimah.
Abrí la puerta de mis aposentos e ingresé. Sentía la adrenalina dentro de mí. Había golpeado a Nurbanu como siempre lo había deseado. Toda la ira reprimida la había quitado de mí con cada golpe.
Me senté en el diván, me encontraba abatida y estresada. Ahora tenía que buscar la manera de hablar con Bayezid ¿Acaso había perdido el juicio? ¿Qué le estaba sucediendo? ¿Estaba corriendo tras la muerte, tentándola? Un adulterio, es la peor traición que una mujer o un hombre pueden cometer. Sobre todo una mujer, que es parte del harem imperial. Sin dudas, el castigo para Nurbanu debía ser la muerte. La acusaría yo misma con el sultán, si no fuera Bayezid el hombre involucrado. Pero no podía arriesgarme, si los delataba ante su majestad... ¿Qué podía pasar? Él podía ordenar la ejecución de ambos, o podía perdonar a su hermano, después de todo es sangre de su sangre. O podía perdonar la vida de Nurbanu... No, eso no debía suceder. El sultán debía ser justo. Lo justo sería que ella pagase con su vida la traición.
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Editado: 16.01.2024