Qazvin (1561)
Narra Bayezid
Recosté mi cabeza en el cómodo lecho que se encontrabaa en unos de los aposentos pertenecientes al palacio del Şah Tahmasp. Es donde he sido recibido, es donde me brindaron una protección que no sabía hasta cuándo sería beneficiosa. El Şah de Persia aseguró que no dejaría que el sultán ponga sus manos sobre mí. Me protegería como en su momento, el sultán Solimán protegió a un príncipe Persa.
Los días transcurrían lentos, inciertos y con mi corazón lleno de pena… estaba destruido, en el sentido literal de la palabra; y era consciente de ello, no obstante no me rendía. Seguía apostando a una vida, aun estando bajo los dominios del que siempre fue un enemigo. Pero no tenía nada ya a lo cual atenerme. Mihrimah hizo lo posible por preservar mi vida, intento todo… pero la decisión de Selim estaba tomada. Tal cual lo dijo Nurbanu aquella noche “El sultán ha pedido su cabeza”
Envió un ejército en mi busca cuando estábamos en Ereván, el mismo era dirigido por Sokollu Pasha. Él había descubierto mi verdadero lugar en el ataque al palacio. Por supuesto no dejó pasar la oportunidad, y se lo informó a Selim. No hubo manera de rebatir contra aquella realidad.
Me levanté de la cama y caminé hasta el escritorio que se hallaba en los aposentos. Podía mantener correspondencia con Taşlicali, de hecho había recibido una carta de él hace días atrás. Debía aprovechar para escribir ahora, porque algo me decía que pronto la correspondencia ya no sería segura.
Todo lo que necesitaba decir, debía ser escrito en aquella carta… tal vez fuera la última. No podía desperdiciar la ocasión que se me presentaba.
Todo lo que sabía del palacio Topkapi, lo sabía porque Taşlicali me había avisado en su carta… estaba al tanto de todo lo que pasaba en Estambul.
Selim pedía mi cabeza, descubrió donde me hallaba, y no se quedaría en paz. El Şah Tahmasp aseguraba que no me entregaría… pero la sonrisa burlona de aquel hombre me decía que no debía creerle. De todas formas creí… hasta que ya no pude hacerlo. Pero entonces fue demasiado tarde.
Palacio Topkapi
Narra Selim
-Su alteza, Sinan Pasha está aquí-Me informó el chambelán.
-Que pase-Dije.
Segundos después, el Pasha ingresó en la sala.
-Su alteza-Hizo una reverencia.
-Quiero saber con detalles, todo lo que has dicho al Şah, y cual ha sido su respuesta.
-El Şah, ha aceptado, su alteza.
Llevábamos meses, y meses intentando que el Şah Tahmasp entregara a Bayezid, pero este se negaba. Las embajadas no pararon de ir y venir, pero finalmente habíamos llegado a un acuerdo. Un acuerdo que sin duda alguna, el Şah no podría ignorar, ni mucho menos rechazar.
Desde que Nurbanu se fue del palacio, mi corazón quedó sin ningún tipo de alegría. Me volví frío, ese hombre poco leal y sin sentimientos que solía ser antes de conocerla; había regresado a mí.
No me importaba que Bayezid sea mi hermano, no me importaba que su madre y su padre fueran los míos… tampoco me importaba si sus hijos sufrían su muerte. Nada de eso tenía relevancia para mí ¿Por qué? Porque los traidores como él no merecen compasión. Tal vez nunca he sido el mejor de sus hermanos, tal vez jamás haya existido entre nosotros hermandad, aun así… jamás lo traicioné como el me traicionó. No sólo me traicionó rompiendo las reglas que concierne y rigen sobre el harem imperial, también conspiró en mi contra y eso es lo que no puede perdonarse.
Sinan agachó su cabeza e inclinó sus rodillas, para a continuación, extender el soporte que contenía la carta hacía a mí.
-Esta carta destinada a usted, su alteza, la envía el Şah de Persia.
Tomé el soporte, retiré la carta y leí con detenimiento.
Alcé la mirada y dije:
-No le alcanzó con reconfirmar el tratado de Amasya. Exige además de ello, 400, 000 monedas de oro a cambio del príncipe Bayezid.
Sabía que el Şah exigiría más, así que no me importaba hacer el trato. Había previsto todo.
-Está bien-Sentencié con una sonrisa desdeñosa- Tendrá 400, 000 monedas de oro, tal cual lo ha pedido.
***
El palacio se encontraba en penurias, y yo las padecía… todos los días, en algún momento a solas en mis aposentos, tomaba aquella carta escrita por Nurbanu; releía una y otra vez aquellas frases. Nunca fui bueno memorizando, siempre renegué de mi mala memoria. La memoria es muy valiosa, y yo siempre carecí de ella, sin embargo la carta de Nurbanu la memoricé. No me costó hacerlo, no tuve que hacer grandes esfuerzos porque esas palabras quedaron en mi corazón. Hubiese deseado detener el carruaje aquel día, cambiar mi orden y permitir que se quedara a mi lado; como si nada hubiese pasado. Como si su corazón me perteneciera sólo a mí, como si siempre hubiese sido así… pero no. No pude quitar de mi cabeza lo que pasó. Y no pude ignorar que ha habido un adulterio. Por más que intenté y deseé… no pude olvidar el engaño.
Oí que llamaron a la puerta, dejé la carta donde siempre y dije:
-Adelante.
-Su majestad, la madre sultana desea verlo.
Sabía que Mihrimah vendría a verme, en cierto modo podría decirse que la estaba esperando.
-Déjala pasar-Le dije al chambelán.
Segundos después Mihrimah ingresaba a mis aposentos, su ceño se hallaba fruncido y su mirada acusante sólo podía deberse a algo: sabía que había negociado con el Şah.
-¿Cómo pudiste?
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Editado: 16.01.2024