<<Cuando las brujas nacieron de la combinación del odio de los dioses del Khayfos y la protección de los dioses del Jaldhana, la soledad se encargó de hacerlas perder la cabeza.
Nadie era capaz de amar a una bruja; ni los humanos, ni los animales.
Saifkra, quien se encontraba en el Jaldhana vigilando día tras noche a su única descendiente, comprendió lo infeliz que ella era.
Las personas no la repudiaban como al resto de las brujas, pero le temían.
Ningún humano que conociera la sangre que corría por sus venas se atrevería a amarla. Aquella joven que crecía con la tristeza como compañera, enterrando a todos sus seres cercanos, estaba destinada a la soledad desde el día en que Gardra había asesinado a sus padres.
En un intento de hacerle un obsequio y que su nieta no olvidara el amor o el afecto, bajo del Jaldhana. Sabiendo que no tenía mucho tiempo, empuñó una daga. Hizo un gran corte en su mano izquierda y dejo caer su sangre sobre tres huevos de dragón.
De los tres animales de oro que salieron de estos, solo uno encontró a la chica. El resto se perdió en el camino...>>
—Del diario de Meuric Relish.
De la guerra de Marfil.
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Editado: 09.12.2020