Rhonda me ayudo a matarlos. Jared no quiso participar, y tampoco pudo.
Cuando volvimos, después de los tres meses en el Oasis, sólo volvimos Jared y yo. Rhonda me explico que si deseaba volver simplemente debía ir a las afueras de la ciudad, donde se abriría un portal a determinada hora, cada día, pero sólo funcionaba de ida, bueno también funcionaba de vuelta pero la altura a la que estaba era casi imposible alcanzarlo.
Todo estaba bien, igual que cuando me fui. Volví a mi pequeño departamento, ya que era tarde en la noche. Jared se fue a su casa, con su familiar. Como si estoy meses, no hubieran pasado, como si hubieran sido sueños, alucinaciones. Pero las cicatrices en su cuerpo seguían ahí, dando veracidad a lo sucedido.
Sin embargo todo seguía pareciendo un sueño. Me despedí de Jared con pequeño y corto beso, y se fueron por caminos distintos. Y pasaron los días. Veía a Jared en cortos periodos de tiempo al día, volví a su trabajo monótono y aburrido, una simple mesera en las tardes, limpia baños en las mañanas. Antes había estado agradecida por aquellos trabajos que me daban la posibilidad de pagar su vivienda y una pobre alimentación, pero ahora parecían un castigo. Una condena.
Era la monotonía del día a día. No eres más que otra empleada más, otra chica más atrapada en su pobreza. Mírate eres la escoria de la sociedad, una limpia baños, una mesera. Limpiado siempre la mierda de otros o sirviéndoles la comida que se volvería mierda que luego tendría que limpiar.
Pero todo cambio. Ocurrió dos semanas después de volver.
Estaba trabajando en restaurante de mesera, un trabajo no muy bueno, pero tampoco muy malo. Iba toda clase de gente, pobre, rica, gordos, flacos, familias enteras, personas solas. Y lo vi. En la mesa de la esquina, comiendo, como el cerdo que era.
Lo recordaba, ese cabello rubio sucio, esa barba que le daba un aspecto de no haberse bañado en semanas. Esas asquerosas manos grandes y regordetas. Era él, estaba segura. Decidí mandar a la mierda mi trabajo y seguirlo.
Deje mi delantal en la cocina, y en cuento el termino su comida y pago la cuenta. Deje mi trabajo a medias, me fui sin decirle nada a nadie. Y nunca volví.
Hacía varios años que no veía a mis hermanos, no sabía si estaban vivos, o muertos. Deseaba que fuera lo segundo, por el bien de ellos, que no sufrieran en manos de esa gente. Los busque, por todo lugar que pude, puse una denuncia en la policía, espere, busque, y al llegar al Oasis deje de buscar, en los barrios pobres, infestados de drogadictos y vagabundos, deje de ir a hogares de acogida, a la policía, a la morque. Deje de buscarlos. Y entonces vi a uno de los cuatro mal nacidos que destrozaron mi vida esa noche.
Lo seguí a su casa. Una bonita casa. Comprada con dinero sucio. Y lo vigile durante tres días. En los cuales no vi a Jared, en los cuáles me olvide de él y desaparecí de su vida. Al anochecer del tercer día, espere pacientemente que llegar a su casa.
Ya no era Olivia, la pobre niña débil. Ahora podía encargarme de él.
Pude planear todo de una mejor forma pero la ira y la adrenalina de haberlo encontrado me hicieron actuar rápido. Simplemente necesitaba sacar todo eso de mi sistema.
Podía entrar en detalles pero es demasiado morboso. Lo importante fue que le hice sufrir, que le di cada puñete y patada acumulados en todos estos años, lo pegue por mí y mis hermanos y finalmente le realice las preguntas que necesitaba.
-¿Dónde están mis hermanos?- le dije mientras descansaba en frente de él, tenía el cuerpo bañado en sudor del cansancio. Vi cómo me miraba un el ojos menos hinchado y escupía sangre de su boca.
-No sé quién demonios eres, ni de que me hablas.- Yo no le había hablado hasta ese momento, sólo me había concentrado en dar todo los golpes posibles, sacando tanta energía acumulada, mis manos temblaban de dar tantos golpes y de la situación tan…descontrolada.
- Te refrescare la memoria.- Dije mientras me levantaba y le daba una patada en los testículos. Estaba tan mal, que ya no podía ni sentarse correctamente, tirado en el suelo, con una brazo y piernas roto, a parte de la nariz y supongo que todas las costillas.- Hace años, entraste a mi casa, nos pedían dinero, cuando vieron que no había nada, me violaste con los cerdos de tus amigos, y te llevaste a mis dos hermanos menores.
-¿Sobreviviste?- escupe.- Si… ya te recuerdo. Cabello negro. Virgen.- Ignoro su último comentario, aguantándome las ganas de darle una patada que hunda su nariz en su cara.
-Sí, casi no lo logro, pero sobreviví, gracias a una vecina que escucho todo y llamo a una ambulancia en cuanto se fueron. Ahora que ya recordaste, dime donde están o te castrare como te lo mereces.