Su llanto se desprendía como el fluir de las cataratas saladas del norte,
los jadeos que brotaban de sus labios de los pesares calmantes,
como el fluir de su respiración chocaba contra las nubes blandas
que eran presentes cada noche de lo que pensaste,
la mirada brillante rodante,
el mareo de tus ojos caía rendido precipitadamente,
y el desmayo ocurrente llegaba finalmente.