Capítulo 14.
Pestañee varias veces tratando de ordenar mis sentimientos y sentí como mi cuerpo se iba hacia atrás. Cerre los ojos, de mi boca se escapo un chillido cuando caí sentada en el piso. Ese maldito lobo me las iba a pagar.
Solando un pequeño gruñido me lleve la mano a la cien y frote con cuidado, el sol me dió con intensidad directo en los ojos y por un momento parpadee desorientada, ¿donde estaba ahora? Lo último que recordaba era estar sentada en la oficina de la directora junto al idiota de su hijo esperando a que ella me explicara de una vez todo lo que estaba ocurriendo pero de pronto y en menos de un parpadeo había aparecido en medio de ese tranquilo claro rodeada de flores amarillas y con el lago más cristalino que había visto en mi vida frente a mi.
Dentro del agua una mujer de familiar cabello rosa pastel caminaba sobre el agua y varias mariposas revoloteaban a su alrededor, todo parecía tan fantasioso que creí que me había desmayado de nuevo y estaba sufriendo a causa del cansancio por no haber dormido esos días de forma correcta. La mujer se volteó y me miro con una dulce sonrisa en su hermoso rostro.
Casi como si estuviera flotando camino hasta mi lado de la orilla.
— Es un lugar hermoso, ¿no lo crees? — habló con voz suave y delicada. Era de ese tipo de voces que hipnotizaban con solo decir una simple palabra, unas mariposas enanas revolotearon alrededor de su cabeza como si de una corona se tratase.
— ¿Quien eres?
La chica soltó una ricilla que se me asemejo al tintineo de las campanillas.
— Soy muchas personas, muchos me llaman Madre tierra, guardiana de la naturaleza... Pero él me dio el nombre de Nature cuando me creo, mis hermanas también me llaman de esa manera. Puedes llamarme también así, Acacia.
— ¿Nature?
— Sí.
Frunciendo el ceño la mire fijamente por varios segundos, estaba segura de haberlo escuchado y no una, si no varias veces. ¿Pero donde? A mi cabeza comenzaron a llegar varias imágenes de todas las veces en las que había tenido esos horribles encuentros con las sombras negras que siempre trataban de matarme. Eso era, los monstruos nunca me habían llamado por mi nombre ellos repetían una y otra vez el de...
— ¡Tú eres la verdadera Nature! Eres una de las guardianas que están en la pintura de la academia y eres a la que llaman ellos cuando me persiguen.
La cara de Nature se deformo en una mueca furiosa.
— ¿Quiénes te han estado siguiendo Acacia? — su voz había perdido todo el dulzor, aún parecía hermosa... pero tan amenazante que hizo que los vellos de mis brazos se erizaran.
Aparte la mirada cuando no pude aguantar el peso de sus serios ojos rosas. Las mariposas había dejado de cambiar de color sobre su cabeza y se habían posado sobre su cabello de forma estática.
— H-hace unas semanas he sufrido varios ataques de las sombras, así los hemos nombrado... son monstruos negros grandes y viscosos cuando dejan su forma de sombra.
— ¿Y dices que repiten mi nombre?
— Lo hacen, varias veces. Dicen que deberías de estar muerta y que...
— Entiendo, eso comprensible porque estoy muerta. — mis ojos se abrieron como platos, la sonrisa dulce volvió al rostro de la guardiana. A pasos lentos llego a mi lado y con ternura acaricio mi largo cabello rosa, justo del mismo tono que el suyo. — Oh mi niña, no debes de estar asustada tu madre no te hará daño... — los ojos rosas de Nature estaban llenos de grandes lagrimas.
— ¿M-madre?
— Solo en la palabra, tu madre siempre será tu madre. Pero de cierta manera yo también soy tu madre pequeña elfo. Mi sangre corre por tus venas y mi poder habita en tu cuerpo.
Asustada trate de dar un paso lejos, la delicada mano de Nature quedo suspendida en el aire. La sonrisa titubeó un poco en sus labios pero ella la mantuvo mirándome como si fuera la cosa que más amaba en el mundo.
— Oh, Acacia...
De pronto todo comenzó a lucir más grande y la guardiana me sacaba más de un metro y algunos centímetros de altura, cuando mire mis manos un grito aterrado se escapo de mi boca, el grito de una niña pequeña.
— ¿Q-que me has hecho? — pregunte aterrada con mi voz de niña.
Nature se acerco y con cuidado me cargo. Ella parecía estar encantada con mi versión de tres años.
— Eres una ternura. Vamos al árbol, ahí podre explicarte todo correctamente.
Con lentitud la guardiana me cargo hasta bajo la sombra del cerezo, los pétalos rosas de las flores cubrían el suelo. Ahí hizo emerger una raíz de la tierra y con ella formo algo parecido a una hamaca que se enredó en las gruesas ramas del cerezo, sentó y me llevo con ella en su regazo para después comenzar a trenzar mi cabello que había crecido hasta poco más abajo de mi cintura.
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Editado: 20.10.2020